Después de esa noche, los días habían sido tan tristes para Lilith, que ya no tenía sentido hacer nada, más que ir a ver a Edward todos los días sin importar que estaba descuidando sus otros deberes, pues en cualquier momento podía recuperarse y retomar el tiempo perdido, pero a Edward... quizá pasarían años y no se volverían a ver. Y eso ella no lo quería. Sin embargo, a veces la depresión era enorme y duraba días tirada en la cama sin hacer nada, inclusive sin visitar a su amigo, por ende, estos días habían sido unos y cuando extraño tanto a Edward, decidió buscarlo.
Ese día, Lilith colocó todo lo necesario en su mochila y se dirigió a buscar a Edward en su colina; al llegar al lugar, lo miró sentado en el suelo jugando con la tierra. Como un niño pequeño e inocente que hizo que su corazón se encogiera al notar lo tierno que podía ser el hombre manos de tijeras.
Cuando Edward notó que había llegado su amiga, se levantó del suelo y se acercó a ella con dulzura. Él estaba muy emocionado de verla después de tantos días mientras que ella sólo se tragaba todo lo que sentía. Pues le dolía verlo, y saber que le ocultaba un enorme secreto.
—Lilith, ¿dónde estabas?
El que él le haya hecho esa pregunta, hizo que ella se sintiera más congelada que de costumbre y más perdida, pues no paraba de pensar en el día en que ella ya no regresara y Edward no entendiera la razón. Poco a poco a Lilith se le hacía más difícil comprender lo que sentía por él, ya que sentía que eso era algo tan intenso que la hacía sentir así. Y, por ende, ella esperaba en lo profundo de su corazón, que Edward tuviera una perspectiva humana como ella, que no fuera una simple criatura, para que ambos sintieran lo mismo y que, de alguna forma, eso convenciera a Arthur para que ambos estuvieran juntos, pero a veces eso era una completa fantasía.
—Lo siento, de verdad —susurró Lilith cabizbaja tragando saliva nerviosa por aquel encuentro con el hombre—. He tenido días difíciles.
—¿Qué te pasa?
Edward se mostraba tan preocupado que eso dejaba helada a la fémina al notar cómo cada emoción, la criatura lograba reflejarla tan bien. Él era muy brillante, y por lo mismo, Lilith quería evitar que él notara lo que ella sentía.
—No quisiera hablar de eso.
Edward asintió comprendiendo un poco como se sentía la mujer, y tratando de hacerla sentir mejor, creyó adecuado darle un pequeño elogio para que dejara esa mirada de perdida.
—Deberías pintarte el cabello una vez más de color rosa —aclaró él con una tierna sonrisa—. Te mirabas muy bien así.
Eso hizo sonreír a la mujer y hacerla sentir tan afortunada que a pesar del cruel mundo que había debajo de esa colina, ella tenía a una persona tan estupenda que la amaba y la protegía de todo el mundo.
Sin embargo, a la vez, ese comentario le causaba gracia, ya que Edward era pésimo dando cumplidos. Además, ella reconocía que ahora era un desastre. Se podría decir que, solo la mitad para abajo era azul, y poco a poco el café comenzaba a dominar, siendo eso también una señal que el cabello de Lilith estaba creciendo, y pese a esas grandes diferencias, aún era llamada bruja y aun la molestaban, siendo eso la gota que derramaba el vaso, pues sin importar lo que ella hiciera, ya estaba marcada.
—Ah... sí. Me lo he descuidado un poco —aclaró ella casi inaudible dándole una sonrisa a Edward, tocando levemente de su cabello, para después darse cuenta de un punto importante—. Oye, hoy quería hacer algo por ti, quiero leerte como lo hacía tu padre y busque libros...
—Me gustan más tus cuentos. Como el de Peter.
Aquello hizo sonrojar a Lilith, pero, por desgracia ella no traía el libro que le pedía Edward y aunque había visto en tantas ocasiones la película y haya leído el libro en cientos de ocasiones, no se le hacía propio decirle a Edward un resumen de la obra. Así que, dando un enorme suspiro, le sonrió a Edward y decidió improvisar, dándole al hombre algo de ella.
—Te podría contar uno yo.
El hombre asintió y la miró atento esperando que dijera algo. Lilith no sabía que contar, así que decidió contarle una anécdota de su niñez, ante por su terquedad en un día de nieve, decidió no abrigarse completamente sus piernas y termino casi congelada.
Trató la mujer de contarle la historia haciendo muchos cambios de voz y expresiones con sus gestos y manos para que a Edward esto fuera más atractivo, y claro que lo era, pues cuando la mujer terminó de hablar, Edward quería saber más.
—¿Qué sucedió después?
Su voz sonaba curiosa, como un niño descubriendo el mundo por primera vez.
—Es el final —declaró Lilith con ternura—. A veces hay cuentos o libros que quedan con un final abierto para que tú lo imagines a tu gustó.
—Esos me gustan.
Ante eso, ambos se sonrieron, y una cosa llegó a la otra, y casi Lilith hacía algo imprudente. Pues Edward se mantuvo estático, mirando como el brillo que conocía de la mujer, se apagaba cada vez más, pero, a pesar de eso, aún sentía cosas hermosas por ella, que eran difíciles de explicar.
Por otra parte, Lilith estaba cayendo en la idea de querer darle un beso a su amado, pero temía no ser correspondida, o peor aún, aprovecharse del pobre Edward, que cuando se dio cuenta que estaba a punto de hacer algo imprudente, tomó distancia y checó entre sus pertenencias para sacar la herramienta con la cual le sacaba filo a las cuchillas de Edward para comenzar a hacerlo, pero no sin antes, pedirle a su amigo permiso para hacerlo.
—Adivina que traje —dijo ella, haciendo que él la mirara con curiosidad, para después mostrarle la pieza—. Creí que lo necesitarías.
El hombre le sonrió y levantó sus cuchillas hacia Lilith, dejándolas a su disposición para que afilara de ellas. Mostrándose agradecido ante ella.
—Gracias por afilarlas.
—No es nada. Ya te hacía falta —mencionó cerrando su mochila y haciéndola a un lado, para comenzar a afilar las cuchillas de su amigo.
—¿Todavía tienes lo que te regale? —cuestionó el hombre con una suave voz, de repente, interrumpiéndola. Y ella levantó su vista de sus cuchillas y lo miró a los ojos, otorgándole una sonrisa.
—Por supuesto que todavía tengo la cuchilla que me disté —dijo ella sintiendo como sus mejillas tomaban color—. Casi siempre trato de llevarla conmigo cuando puedo.
Edward y Lilith se miraron a los ojos por unos segundos más, hasta que el hombre una vez más, colocó sus cuchillas frente al rostro de la mujer, en busca de enseñarle la pulsera y el collar que le había dado, demostrándole que aún tenía lo que ella le había dado. Y Lilith sonrió, comenzando a trabajar en afilar cada una de sus cuchillas, para tener a su amigo en buenas condiciones.
Lilith se tomó su tiempo en hacerlo, inclusive las limpió. También tomó el rostro del hombre y trató de limpiar sus cicatrices, como también peinar del cabello de él y consentirlo, para que se mirara presentable. Cuando ella terminó de hacerlo, no evitó ver a su amigo con una sonrisa sin creer lo perfecto que se miraba de esa manera.
—Desde hace tiempo quería hacer esto por ti —confesó dejando su cabello en paz, para colocarse frente a él y mirando como quedo, dándose cuenta que se miraba mucho mejor.
—A mí me gustaría...
—Ya has hecho mucho por mí.
Edward bajo un poco la mirada y Lilith colocó su mano en su brazo, acariciando de este, haciendo que él levantara la vista y la mirara a los ojos. Provocando que Lilith tuviera una alegría breve.
Entre cuchillas, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
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ᴿᵒᵗᵒ ʸ ᵉˣᵗʳᵃᵛᵃᵍᵃⁿᵗᵉ ✁ ᴱᵈʷᵃʳᵈ ˢᶜⁱˢˢᵒʳʰᵃⁿᵈˢ.
FanfictionÉl era una criatura. No era una persona en sí, él no era como yo, él no era como tú ni como nadie. Él era Edward manos de tijeras; la salvación de la bruja del pueblo, ¿o la bruja era la salvación de Edward? Subida: Miércoles 23 de Septiembre del 20...