20. Rumores

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Sentí los rayos de sol en mi rostro, y al mirar a mi alrededor reconocí la habitación, me fijé en el bulto junto a mí y al verlo me di cuenta de que no era un sueño. Intenté moverme con cuidado para no despertarlo y sentí que apretó su agarre.

Abrió sus ojos adormilado y froto uno de ellos con la manga de su camisa. Me miro como si fuese producto de su imaginación y toqué su rostro para darle a entender que todo era real.

Pude ver esos oscuros ojos que tanto me hicieron falta antes de que cambiaran de color y se tornara casi amarillos. Él me sonrió de regreso y ambos conectamos nuestras miradas por unos segundos y recordé todos nuestros encuentros antes de ese momento, la rivalidad que habíamos forjado a lo largo del torneo, su mirada de superioridad, la química que habíamos tenido desde el primer día, todo.

Siempre sentí que había algo extraño con este chico, sabía que esa conexión era fuerte, pero nunca imagine que sería la persona más importante de mi visa, la que sabía mis secretos, la que estaba al tanto de mis miedos y me conocía más que nadie en el mundo.

Sin poder controlarlo sentí como una lagrima bajo por mi mejilla y la vista se me nublo, mi mama creía en el destino, en los regalos de la vida, siempre decía que existía alguien un ser superior que se encargaba de diseñar cada aspecto de la existencia de cualquier ser vivo. Recuerdo que nunca estuve de acuerdo con ella, pero si esto era una prueba de su existencia estaba agradecida.

Apretó mi mano y me suplico con su mirada que parara o él también comenzaría a llorar y si eso pasaba ninguno pararía. Fue el primero en levantarse y yo lo seguí hasta que entro al baño, camine por la habitación, era igual a la mía con la diferencia de que eran sus cosas las que adornaban el lugar.

Le sonreí a través del espejo cuando salió del baño con solo una toalla que cubría su cintura, sus brazos y su abdomen estaban tan marcados como él siempre quiso y su cabello estaba mojado. Me acerque abrazándolo y le susurre que el cabello rubio se le veía mejor, por supuesto tuve que ponerme de puntillas porque era casi dos cabezas más alto que yo.

Él me sonrió remarcando lo mismo y jugo con mi cabello.

— Si quieres puedo prestarte un uniforme además de la cinta son exactamente iguales.

Dijo mientras secaba su cabello, pero yo negué, siempre tenía un repuesto en mi comunicador, solo me costó un toque en mi antebrazo y envié la señal al aro. Me pare abajo para cambiarme y segundos después tenía mi uniforme, él me sonrió entrando después de mí y cuando salió se me acerco levantando mi manga, me quito la cadena y lo mire extraña esperando una explicación.

— Supongo que al igual que yo prefieres que papá no se entere que estamos aquí por eso la guardare junto a la mía.

Sonreí ya que tenía razón, papá nunca estuvo con nosotros de la forma que nos hubiese gustado, pero él conocía esas cadenas y no podíamos arriesgarnos a que sospechara quienes éramos.

Después de esconderla se acercó a la puerta para asomarse, supe porque lo hizo y fui a sus espaldas, me puse de puntas lo más que pude por la diferencia de tamaño y hablé en su oído.

— Yo saldré primero te espero en el comedor y tranquilo a estas horas no hay nadie en los pasillos.

Le sonreí y abrí la puerta para salir al pasillo vacío y dirigirme hasta el comedor, cuando llegue, este se encontraba casi desierto salvo por un par de personas, camine entre las mesas y busque mi desayuno.

Pasaron unos minutos hasta que alguien se puso frente a mí, sonreí levanto la mirada, pero esta se esfumo cuando vi quienes eran, por instinto me aleje de la mesa y me puse en posición en caso de que pelear fuese necesario. Ambos chicos tenían golpes en el rostro, Lino tenía un ojo morado y Diego un hematoma en su frente, sabía que yo no había sido la responsable de esos golpes, pero ambos parecían querer cobrárselas conmigo.

ElemindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora