KisaIta IV.

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Sostuvo con cuidado el pequeño cuerpo de su hijo entre sus brazos en lo que escuchaba la puerta de la habitación ser abierta, no se inmutó cuando el Hoshigaki se recostó contra la pared más cercana para observarle. Bajó la mirada hasta el bebé sonriente que alzaba sus bracitos para jugar con sus mechones largos, lo escuchaba balbucear bajito cuando estaba en su regazo y realmente deseó poder grabar en su mente sus tiernas e inocentes expresiones que le hacían olvidar el gélido futuro que estaba frente a sus narices.

Eventualmente con el paso de las semanas se sumergió en la oscuridad que tanto había esperado pero, al conocer a esos pequeños ojitos oscuros observarle con devoción y total atención deseó por las noches estrelladas que su destino se borrara del firmamento y existiera otro final para al menos ver en lo que quedaba de su borrosa vista, como Inabi crecía.

— Podrías decirle la verdad a Sasuke, él podrá entenderlo —le comentó Kisame, quitándose su bata de Akatsuki y sonreír levemente gracias a los balbuceos del menor.

— ¿Qué podría decirle? —se cuestionó, acomodando a su bebé de forma que su cabecita quedara contra su hombro y así poder mecerlo hasta dormir. No soportaría marcharse con el llanto de su bebé alejándose— Aún es muy joven para hacerse cargo de él, no sería justo.

— Tampoco es justo que le ocultes que tiene un sobrino, un nuevo miembro del clan Uchiha —le observó, sus ojos oscuros ahora se encontraban opacos y si se fijaba bien, los entrecerraba cada cierto tiempo para tratar vagamente de salir de aquella ceguera— Será importante para él, son familia después de todo.

— Le arrebaté todo lo que tenía —apoyó con cuidado su cabeza contra la de su hijo, sonriendo vagamente al sentir su especial olor— Él aún no está listo para llevar esta carga sobre sus hombros, suficiente tendrá con asesinarme.

Kisame resopló cansado al sucumbir en la ansiedad, aquel día había llegado más rápido de lo que había esperado después de tantos meses y no había sentido el verdadero dolor de la soledad hasta que conoció la enfermedad de Itachi. Era silenciosa, como una bomba de tiempo que en cualquier momento iba a estallar.

Estaba consciente de cómo su vida se iba marchitando frente a sus ojos, podía notarlo por cómo ya no tenía la misma contextura y la misma fuerza, su piel estaba perdiendo esa calidez que lo caracterizaba y sus ojos, maldición, ver cómo Itachi lloraba de impotencia al no poder ver correctamente a su hijo, cuando simplemente le observaba bajo la luz de la luna era lo peor que pudo presenciar, hasta el momento.

Era como una ilusión, cada momento caminando a su lado se sentían tan irreal que creía que algún día despertaría sin todas las maravillas que pudo conocer en su compañía. Cuando se enteró que sería padre, no lo entendió a la primera, de hecho cayó en cuenta al momento en que Itachi le llamó por su nombre con su vientre hinchado. Sintió una felicidad tan grande que simplemente no pudo expresarlas en palabras.

— Inabi se ha quedado dormido.

Besó la cabeza de su hijo por unos largos segundos antes de recostarlo con cuidado en el futón y acariciar su cabellera oscura. Se mantuvo a su lado hasta que el punzante dolor en su pecho se manifestó, tan inoportuno y escalofriante, se alejó rápidamente para cubrir su boca sin dejar rastros de sangre y para no emitir algún ruido aunque su garganta ardiera.

El Hoshigaki corrió a su auxilio, tomándolo en brazos para que pudiera regular su respiración y con sus caricias, tal vez, apaciguar su destrozado corazón. Besó repetidas veces su frente, y solo se detuvo cuando Itachi se separó del él para así observarle a los ojos.

Sabía que aunque no lo viera, trataba de enfocar su rostro una última vez.

— Cuida bien de Inabi —se puso en pie con lentitud, limpiando los restos de sangre en su cara con la manga de su capa Akatsuki— Sé que no podemos ser los padres que él desearía, de todas formas ambos no estamos hecho para esto.

— Pero aún así cuidaste de él y lo trajiste al mundo —le siguió el paso mientras el azabache salía de la habitación.

— Encontré el significado de la vida, nunca creí que fuera tan hermoso y cruel al mismo tiempo —sintió lagrimas caer por su rostro, pero aún así no se giró hacia él— Queremos proteger a Inabi de nuestras sombras, de todo mal que le pueda pasar. 

— Pero somos criminales, una vida tan cómoda no va con nuestro estilo -se detuvo, apretando los puños cuando el Uchiha abrió la puerta corrediza principal y elevó su mirada al cielo— Itachi, si decirte adiós es tan difícil, entonces todo lo que vivimos habrá valido la pena.

Se giró lentamente hacia el Hoshigaki, con una sonrisa rota en el rostro.

— No te preocupes, ya tendremos otra vida para encontrarnos y quizás ahí funcione.

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Los días lluviosos jamás le habían parecido tan deprimentes, en su vida fría como criminal no existían momentos para reflexionar todo lo perdido y es que desde muy joven le enseñaron a acatar órdenes aún si la situación se desbordara y no saliera como corresponde. Apartó a todos aquellos que quisieron acercarse como compañeros, no convivió con sus pares ya que creyó que incluir la amistad y el amor en su vida, sería un desperdicio. 

Cuánto se había equivocado, aquellos sentimientos eran lo que el azabache misterioso le había enseñado aún con su pasado condenándole constantemente. Conoció la confianza a ciegas y el amor incondicional que nadie le entregó hasta su llegada.

Itachi era una estrella fugaz, Inabi era un rayito de sol.

Cayó de rodillas frente a su cuerpo, su rostro cubierto de sangre y empapado en llovizna mientras sus opacos ojos sin vida observaban el cielo gris. Su cabello esparcido en el suelo con más manchas de sangre, le hicieron temblar desde lo más profundo de su ser. 

Ya no podía abrazarle por las mañanas, no tendría más sus sonrisas que le reparaban el alma y su voz que le embriagaba. 

Sonrió, Itachi aún después de su muerte le dejó el regalo más hermoso que pudo obtener. Un pedazo de él, un extracto de lo que fue su existencia, alguien que no tenía culpa alguna de la difícil vida de sus padres como ninjas.

Con su palma temblorosa, cerró sus párpados con lentitud y se inclinó para dar un último beso sobre su frente.

— Gracias por llegar a mi vida, Itachi. 

Oneshot Mpreg.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora