KisaIta III.

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Abrió la puerta con el corazón bombeando desesperado, su respiración era errática y sentía las manos sudar.

Había terminado la misión que se le asignó cuando el cuervo que Itachi le había enviado venía con una pequeña nota en su patita, "llegó la hora" alcanzó a leer antes que sus piernas se movieran por sí solas. Su hijo estaba pronto a su nacimiento y él no se encontraba precisamente cerca, por lo que saltó y corrió lo más rápido que sus pies se lo permitieron.

Era un miedo que nunca había conocido jamás, no estaba listo ni en lo más mínimo pero no se iba a permitir flaquear cuando su chico le necesitaba más que nunca.

Avanzó hasta la pequeña habitación donde se encontraba el Uchiha inconsciente recostado sobre un futón y varias almohadas mientras la anciana recorría con lo que suponía un kunai bajo el redondo vientre del azabache, era mucho más grande de lo que recordaba según la última vez que se vieron.

— Kisame-san, que bueno que al fin llega —le saludó con una sonrisa cansada, sus manos estaban cubiertas por sangre, pero sabía que él no estaba en peligro ya que su chakra no presentaba cambios. Se quitó su capa y dejó a Samehada en una esquina del cuarto— Necesito toallas húmedas, ¿podrías ir por ellas?

Asintió aún absorto en la incisión que le realizaban y se levantó rápidamente hasta llegar al baño que estaba al final de la pequeña cabaña, tomando unas pequeñas toallas blancas y las humedeció lo suficiente para que no gotearan. Apresurando sus pasos hasta su destino, se detuvo abruptamente en el umbral de la puerta al escuchar el fuerte llanto que emitió su bebé al ser sacado de su cómodo hogar.

— ¡Kisame-san, no se quede ahí parado!

Reaccionó tardíamente a acudir a su llamado, era como estar en cámara lenta cuando limpió su pequeño cuerpo y cortó el cordón umbilical cuando dejó de latir. Le cargó como si fuera lo más delicado que hubiera tenido entre sus brazos, no había conocido el verdadero amor hasta ese día y sintió inmensas ganas de llorar cuando esos pequeños ojitos trataban de enfocar lo que tenía en frente.

— Se ve que es un niño sano, felicidades —comentó con una sonrisa la mujer que comenzó rápidamente a cerrar la piel estirada del Uchiha— Él despertará mañana, no hay que preocuparse.

— Fumiko-san, realmente gracias por lo que ha hecho por Itachi y nuestro hijo. Estamos en deuda con usted —hizo una pequeña reverencia, acomodando torpemente al infante entre sus brazos— No lo habríamos logrado de otra manera.

— El destino nos unió de alguna forma, no hay nada qué agradecer —respondió suave.

— Quisiera que el destino nos mantuviera juntos solo un poco más —observó a su costado al Uchiha, su expresión estaba relajada.

— Lo harán bien por su hijo, de eso estoy segura.

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Abrió los ojos lentamente, odiando por enésima vez como estos se iban deteriorando cada vez más y ver se le hacía más complicado. Giró su cabeza hasta encontrarse con la imagen de Kisame dormido a su lado, mientras un pequeño bulto se removía entre unas mantas en medio de ellos.

Su boca se secó cuando pudo girarse con muecas hacia el bebé despierto a su lado, tenía pequeños mechones oscuros y las mejillas rosadas. Su labio tembló al igual que su diestra cuando le alcanzó la mejilla, era tan suave y con un rico olor que vagamente recordó de su hermano. Sonrió. Sus pequeños ojos eran oscuros y le miraban con curiosidad, atención, "amor".

Itachi se perdió en esa pequeña carita redonda y babosa, era como si su corazón se hubiera detenido por unos momentos para grabarse esa inocente expresión como un tatuaje. Le acarició los bracitos, piernitas y hasta descubrió por su cuenta que había tenido un varón. Suyo, una vida que había protegido pero que no podría hacerlo por siempre.

Su vista se empañó por las dolorosas lágrimas que decoraron su rostro cuando lo recordó, el dolor en su pecho volvió al saber que debía ir tras la muerte para al fin comprobar si los ojos de Sasuke verían el camino que el idealizó. Su alma se sintió exhausta al tener un nuevo peso, una nueva punzada al saber que le iba a fallar a alguien más. Alguien tan inocente que no se merecía el abandono a tan temprana edad.

Besó su frente antes de apegarlo a su pecho, necesitaba escuchar sus latidos para encontrar la paz.

— Perdóname, Inabi, será para la próxima vez.

Y Kisame aún con los ojos cerrados, lloró junto a él.

Oneshot Mpreg.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora