13 - Energía

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Despertó lentamente y dio un fuerte bostezo estirándose entre las sábanas, pero había un brazo en su cintura que le impidió hacerlo libremente. InuYasha, girado hacia ella, dormía tranquilamente. Kagome sonrió suavemente, agradecida por esa imagen.

InuYasha siempre había tenido la costumbre de dormir sentado en el piso junto a ella, pero desde que había vuelto, el dormir juntos se había hecho costumbre y el que ahora fueran compañeros, lo hacía inevitable. En muy pocas ocasiones había podido disfrutar del chico con sus defensas totalmente bajas, confiado al nivel que se permitía dormir profundamente. Sonrió orgullosa de tenerlo así, completamente para ella. Sus manos anhelaban tocarlo, pero se contuvo para no despertarlo así que opto por observarlo.

Todo había pasado con mucha rapidez, hace pocas semanas había regresado al Sengoku y ya estaban ligados por las leyes youkai y, en solo un mes más, se casarían por las humanas. Jamás había imaginado que InuYasha, aquel terco, expresara sus sentimientos facilitando todo entre ellos. Lo que realmente esperaba al regresar era al tímido hanyou, que apenas abría un poco su corazón, y que se protegía actuando a la defensiva junto con insultos o amenazas. Pero él había cambiado, ambos habían cambiado. El tiempo había pasado y ellos no querían seguir perdiéndolo ni un poco más.

Mordio un poco su labio abriendo un poco más los ojos para poder observar a detalle a su guapo Esposo, un sonrojó vino acompañando sus pensamientos - hermoso - El con sus facciones relajadas, su cabello plateado brillaba gracias a la luz del sol que entraba por la ventana y su fuerte pecho que se elevaba por su tranquila respiración.

Se acurrucó en su pecho y aspiró su aroma a bosque. Se dio cuenta que su aroma invadía la habitación, nunca lo había sentido con tanta potencia. ¡Que atractivo! ¡Qué afortunada era! Ese guapo, valiente y tierno hombre la amaba con locura, quizás tanto como ella a él.

Ahora estando ambos de costado, comenzó rozando sus dedos y luego a darle pequeños besos en su pecho desnudo, disfrutando de la suavidad de su piel. Imaginó que las orejas de InuYasha reaccionaban al toque, como siempre lo hacían cuando ella lo acariciaba, moviéndose tiernamente para escucharla mejor y no pudo evitar sonreír contra los pectorales. Sintió la mano libre de InuYasha comenzando a acariciar su espalda descubierta, mientras ella reanudaba sus besos. Él ya había despertado. Dejó una de sus manos apoyada contra el pecho del hanyou mientras que bajaba la otra lentamente por su costado hasta su trasero, donde sintió unas ganas incontrolables de apretarlo. Escuchó como InuYasha soltaba una pequeña risa algo nerviosa, por lo que levantó su rostro, encontrándolo con los ojos cerrados, disfrutando del toque. Ella siguió con su camino de besos a la vez lamiendo con gusto sus abdominales y continuó bajando hasta encontrarse con el sexo del hanyou. Sintió un respingo por parte de él, al tomarlo entre sus manos y comenzar a acariciarlo con lentitud. El estar de costado, con su rostro a centímetros de la cadera del hanyou le entregaba una comodidad distinta, permitiendo deleitarse de forma aún más íntima. Sin dudarlo ni un segundo, acercó el miembro del hanyou a su boca y beso la punta, ella sintió como este tembló ante el contacto con sus labios, lo cuál la hizo sonreír picara. Paso su lengua por la punta y sintió como los ojos del chico estaban fijos en sus movimientos, lo introdujo en su boca y escuchó el fuerte jadeó que la hizo ir un poco más rapido.

Sabía que durante esa época ese tipo de actos solo lo realizaban las mujerzuelas, considerándolo algo humillante para la mujer, pero ella no era de esa época y su concepción de la sexualidad era totalmente alejada de eso, ella buscaba aprovecharla a plenitud, sin tapujos y sin vergüenzas, eso incluía disfrutar de todo el cuerpo de su compañero, y ¡realmente disfrutaba esto! Sentir su excitación, su sabor y su calor de forma tan latente hacía que la de ella misma aumentara de forma alarmante lo que la hacía sentir muy poderosa. Nunca imaginó sentirse así. El miembro del Hanyou parecía un juguete con el que su boca y lengua se divertían sin cansancio. Los gemidos de InuYasha resonaban en la habitación y aumentaron al introducir y sacar su sexo de su boca repetidamente. Se sorprendió al sentir la mano de InuYasha en su cabeza, guiando la velocidad y profundidad de sus repeticiones, pero se dejó llevar acariciándole y apretandole las piernas.

 CONTINUANDO (INUYASHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora