10. ¡Un fantasma!

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Los ojos de Aidan se abrieron repentinamente segundos después de que el despertador empezara a sonar. Éste lo apagó y se levantó muy decidido con dirección a la cocina, donde se encontraba su madre desayunando muy tranquila. El joven la observaba cómo leía detenidamente el periódico.

-Buenos días.

-Buenos días, hijo. ¡Madrugaste! ¿Está todo bien? -preguntó Emma mientras dejaba el periódico en la mesa y esperaba que el contrario se sentase.

-Sí, todo está bien. Sólo quería disculparme por lo de ayer, no fue mi mejor día pero eso no era excusa para comportarme como lo hice...

Al oír eso, el corazón de la fémina se ablandó a tal punto que no pudo contenerse y abrazó a su hijo. Su sinceridad y madurez la llenaban de orgullo y ternura.

-No te preocupes, Aidi, yo tampoco noté que estabas teniendo un mal día... Dime, ¿se trata de algo en particular?

-No. -contestó el joven, cuando por dentro bien sabía que varias cosas estaban ocurriendo en su interior pero no tenía el valor suficiente de verbalizarlas.

-Te creeré. Pero por favor, si algo sucede, no dudes en hablar conmigo. Quizá te parezco alguien anticuada, pero doy buenos consejos...

-No me pareces anticuada, y sí, sé que los das. ¿Recuerdas la vez que me dijiste que no resuelva las cosas con violencia?

-¡Tú lo aplicaste mal! Si viene alguien y te pega porque sí, lo agarras y le desfiguras la cara... ¡Hay una diferencia!

Ambos rieron por el comentario y continuaron charlando hasta que finalmente Emma tuvo que irse y el horario de partida de Aidan llegó. El muchacho entró al instituto y, luego de intercambiar algunas palabras con Hayden, la clase empezó.

Sus ojos veían los labios de la profesora que una y otra vez se movían sin parar, pero pareciera que ninguna palabra conocida saliera de allí. Creía que la misma estaba hablando en un idioma irreconocible. Su mente volaba y el tiempo se volvía cada vez más lento.

Algo lo estaba estrujando por dentro, un abrazo mortal que comprimía su corazón a tal punto que quería gritar por el dolor. No era un dolor físico, era un dolor emocional. Toda esa telaraña de pensamientos solo hacía que se estrese mucho más de lo que ya estaba, y no permitía que pueda concentrarse en lo que realmente importaba.

Con calma buscó la última página de su cuaderno y, teniendo una hoja en blanco lista para que las palabras fluyan, comenzó a escribir, tan solo porque podía y lo deseaba.

Siento algo dentro. No sé lo que es, y una parte de mí tampoco quiere saber; pero la curiosidad a mi lado y la ansiedad detrás de mí me atormentan día y noche con preguntas que no tienen respuesta. No hay contestación, o quizá sí; solamente hay que crear la pregunta adecuada, una interrogante pensada inteligentemente que aclare las mil y una dudas que deambulan por los rincones agotados de mi mente.

Intento seguir adelante pero, como si de una espesa neblina se tratase, no puedo lograr ver el camino, y a veces no sé si estoy yendo en la dirección correcta.

Una rosa negra. No sólo es bella por fuera sino que también lo es por dentro, pero estoy seguro de que como todas las de su especie posee espinas; filosas, puntiagudas... ¿Qué pasaría si tan solo la tomo por unos minutos? ¿Qué sucedería si la abrazo? Las ansias y deseos de hacerlo están presentes, pero el miedo y la incertidumbre siempre están cerca de mi, advirtiéndome que algo sucede cada vez que esos pensamientos tocan a mi puerta.

Siento algo en mi. Una fuerza que me impulsa a adentrarme en ese reino tan empalagoso llamado "Amor", pero la misma fuerza me detiene de hacerlo... ¿Por qué?

Alma en Pena [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora