Los pasillos bien iluminados del edilicio estaban repletos de personas que iban y venían. Algunos estaban sentados en simples pero cómodas sillas esperando su turno de poder anunciar su llegada o bien de ser atendidos por un profesional. Otros, sin embargo, se encontraban apoyados contra la pared en mitad de una llamada importante. En la sala cerca del ala de pediatría había un pequeño espacio colorido con bastantes juegos para niños, a los cuales éstos le sacaban provecho mientras los mayores cuidaban de ellos y esperaban a ser llamados.
En una máquina expendedora se encontraba Aisha. La joven puso un billete en la misma con el objetivo de comprar unos snacks ya que su estómago estaba vacío desde la noche anterior. Impaciente seguía con su mirada el paquete de papas fritas para reclamar su compra, pero en un momento dado, el ansiado paquete quedó trabado en la ventanilla.
-¡Mierda! -farfulló la muchacha en silencio mientras colocaba sus dedos en el puente de su nariz.
Luego de un momento intentando calmarse a sí misma, la joven dirigió su mirada hacia todos lados procurando que no haya nadie cerca. Sin previo aviso, y segura de que nadie estaba mirándola, dio una fuerte y seca patada a la máquina, lo que dio como resultado que el paquete de papas fritas se destrabara y callera.
-¡Ja! Todos funcionamos de la misma manera, ¿no? -dijo Aisha entre risas mientras retiraba su compra.
Saboreaba una a una las papas mientras caminaba entre los pasillos del hospital como si se tratase de su propia casa. Luego de unos minutos, la hambrienta joven puso su mano en el picaporte de una puerta que conducía a una habitación individual. Luego de cerrarla, el número de la misma pudo verse: 202.
Un incesante pitido proveniente del monitor multiparamétrico se oía en la habitación. Aisha colgó su abrigo en el respaldo de la silla y luego se sentó en esta, justo frente a la camilla. La muchacha perdió su vista en la persona que dormía silenciosamente frente a ella mientras metía su mano en el paquete de papas fritas para agarrar una y llevársela a su boca. Los ojos de la ojiazul poco a poco se humedecían más y más, y un nudo en su garganta comenzaba a formarse. Aisha dejó el paquete en la mesa de noche y se recostó en su mano derecha con vista al individuo frente a ella.
-Qué gracioso es todo esto, ¿no? Un día estás tranquila en tu habitación y al otro, ¡pum! Puede pasarte cualquier cosa... Y lo peor de todo esto es que no podemos darnos cuenta de ello hasta que nos pasa -reflexionaba la joven mientras una lágrima caía por su mejilla-. Si estoy hablando ahora es porque no solemos tener tiempo para hablar... Siempre tienes cosas por hacer, y de lo único que debatimos es sobre quién va a lavar los platos. Creo que a partir de ahora voy a tomarte más en cuenta; quizá te diga para salir a tomar algo, o simplemente sentarnos y hablar... ¿Crees que será una buena idea?
El silencio era abrumador para la joven. No tener respuesta hacía que su pecho doliera y que las lágrimas salieran sin permiso. Aisha agarró la mano tibia del joven frente a sí y la sostuvo fuertemente mientras acariciaba esta con sus dedos pulgares.
-Debes despertar, hermanito. N-no te das una idea de la falta que nos haces... -musitó la joven contrita a la vez que un llanto desgarrador se apoderó de ella.
Pasan algunos minutos hasta que la mano derecha de Aidan comienza a moverse sutilmente: primero su dedo índice, luego sus otros dedos imitan el movimiento y de a poco su mano recobra el sentido del tacto. Acto seguido, el ojiverde abre sus ojos lentamente. Comienza a orientarse y a lo lejos oye un llanto imperceptible a su lado y siente las caricias que su hermana le propicia en su mano.
Aisha mira a Aidan sorprendida una vez que éste aprieta con mínima fuerza su agarre y le devuelve débil el gesto. Una sonrisa alegre seguida de unas cuantas lágrimas repletas de la más inmensa felicidad recorren el rostro sonrojado de la muchacha, la cual segundos después reacciona, se levanta y llama a una enfermera desde la puerta de la habitación.
ESTÁS LEYENDO
Alma en Pena [GAY]
Novela JuvenilLa repentina muerte del padre de Aidan obliga a la familia Brooks a mudarse a un pequeño y aburrido pueblo a unos minutos de la gran ciudad. Allí el joven deberá iniciar una nueva vida, así también como lidiar con los nuevos y fuertes sentimientos h...