12. "Un gusto"

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El reloj marcaba las 3 am y unos pequeños golpes comenzaron a oírse en la ventana de la habitación de Aidan. Luego del segundo golpe, el ojiverde abrió sus ojos, se levantó y se asomó a la misma, viendo a ese muchacho tan misterioso sentado en un saliente que se hallaba fuera de la ventana, por lo que se abrigó y abrió la misma, intentando ocultar la emoción que sentía por tan solo poder verlo.

-Hola. -saludó Jacob con una sonrisa en sus labios; una que hacía que los sentidos del contrario se dispararan.

-Hola -respondió Aidan, cerrando el cierre de su camperón-. ¿Encontraste un nuevo lugar?

-Digamos que sí. Hay una hermosa vista desde aquí, ¿no lo crees?

-¿No tienes miedo de caer? -preguntó Aidan mientras el ojimarrón lo miraba de forma obvia.

-Ya estoy muerto, ¿lo olvidas?

Aidan aún intentaba asimilar la noticia. A pesar de que lo suponía desde hace ya un tiempo, era difícil acostumbrarse a la idea de que el chico que le atraía estaba muerto. En su vida pasaron muchísimas personas que le ofrecieron una oportunidad para poder lograr algo concreto y duradero, pero lo que sentía por Jacob nunca antes lo había sentido; un fuerte sentimiento de curiosidad, una sana necesidad de pasar tiempo con él y, por más que lo quisiera ocultar, un fuerte deseo de probar sus perfectos labios.

-¡Mira allí! -dijo Jacob mientras señalaba uno de los árboles del bosque- ¿Puedes verlo?

-¿Qué es lo que estoy buscando? -preguntó Aidan sin saber a dónde mirar.

-Presta atención...

-No logro ver nada, Jacob. ¿Qué es?

Jacob tomó el brazo de Aidan y lo atrajo más a él para que pueda tener casi el mismo ángulo de visión. El ojiverde continuaba prestando atención e intentando encontrar lo que el pelirrojo señalaba, mientras éste último quedó totalmente anonadado al sentir el calor que el cuerpo de Aidan emanaba. Desde que murió solamente podía sentir un gélido y constante frío en su alma; pero fue Aidan quien le recordó por unos instantes lo que se sentía estar vivo.

-¡Jacob! ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así...? -preguntó el ojiverde al notar que el contrario observaba su rostro sin una pizca de disimulo.

-Lo lamento, estaba pensando... ¿Pudiste encontrar lo que te señalé?

-¡No! Debes decirme qué es lo que señalas o jamás encontraré nada.

-¡Pero está en ese árbol!

-¡Jacob! ¡Es un bosque! ¡Hay muchos árboles!

-¡Ven aquí! -ordenó el pelirrojo, pasando su mano por la espalda baja de Aidan y tomándolo por la cintura, haciendo que sus cuerpos se acercaran aún más. Sus corazones latían al mismo ritmo, estaban desbocados- ¿Puedes verlo?

Aidan intentó fijar su vista en un árbol concreto que poseía un hueco en su tronco. Este hueco tenía la extraña forma de un dinosaurio de cuello largo.

-Lo veo... -respondió Aidan para luego girar y mirar el rostro del contrario, quien observaba ese árbol con total inocencia y plenitud.

En ese momento se dio cuenta de que la mano de Jacob continuaba alrededor de su cintura y, a pesar de que estaba algo nervioso e incómodo, no dijo nada. Sin embargo, Jacob sí lo notó y retiró su mano de allí.

-Y, ¿qué tiene ese dinosaurio de especial? -inquirió Aidan.

-Recuerdo que cuando era más chico solía pensar que ese árbol era una especie de advertencia.

-¿Sobre qué?

-Creía que había dinosaurios en el bosque.

-¡¿Qué?! -Aidan comenzó a reír.

Alma en Pena [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora