9. Inesperado

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Un día algo extraño para todos. El Sol brillaba con fuerza y se destacaba como nunca ya que las nubes grises que diario lo ocultaban al parecer decidieron irse a otro lado tan solo por unas horas. Los habitantes del pequeño pueblo estaban alegres, e incluso parecía que habían olvidado que aún estaban en fechas invernales. Los niños correteando por los jardines y patios, los jóvenes disfrutando del día en plazas y parques, familias completas que aprovechaban para darse un respiro y alejarse de la monótona vida que llevaban y ancianos que tan solo salían a su pórtico para aprovechar cada oportunidad que tenían de poder hablar con sus vecinos.

De seguro era un precioso momento para compartir con seres queridos y realizar todo aquello que no podían debido al frío o a las constantes lluvias y lloviznas que eran el pan de cada día.

Sin embargo, alguien estaba de muy mal humor, y ese era Aidan. Tan solo un número arruinó su día. Venía en racha de sacar buenas calificaciones, y se podría decir que era el mejor de la clase, pero una simple distracción que poseía el pelo del color del fuego y una lúgubre pero moderna vestimenta fue lo que hizo que perdiera valioso tiempo en un complejo examen. Se repetía a sí mismo una y otra vez que la culpa era suya, y que jamás volvería a suceder.

Hayden intentó animarlo diciéndole que la mayoría de la clase reprobó ese examen y que el hecho de que eso sucediera no era el fin del mundo, al menos no para Aidan, quien semana tras semana se lucía por su increíble responsabilidad y dedicación en cada una de las clases.

Las bien intencionadas palabras de la muchacha no fueron de gran ayuda, ya que si bien éste agradeció su intención, no podía calmar su mente ni mucho menos quitarse de encima la culpa. Poco a poco, lo que sentía por aquel bonito joven estaba interrumpiendo día y noche su mente, y debía parar; debía ponerle un freno y apaciguar ese incansable deseo de pasar tiempo con Jacob.

Finalmente llegó a su casa decidido a almorzar e ir a su cama para poder descansar un poco. Saludó a su madre y ésta, sentada en el comedor con la computadora frente a ella, le devolvió el saludo.

-¡Hijo! -La fémina se quitó los auriculares para llamarlo justo antes de que Aidan diera el primer paso hacia la escalera- ¿Me harías un favor?

-Dime... -contestó el joven resoplando.

-Estoy en medio de una reunión del trabajo y necesito que por favor hagas el almuerzo.

-¿Y Aisha? -preguntó Aidan intentando cederle la oportunidad de preparar la comida a su hermana.

-No está, fue a arreglarle la computadora a una señora.

-Maldita sea... -susurró- ¡De acuerdo! Voy a cambiarme y ahora la preparo.

El muchacho entró en su habitación y dejó su bolso encima de una silla. Se vistió con desgano, algo iracundo, y luego bajó a la cocina. Una vez allí, llenó una olla con agua y dejó que hierva. Decidió que iba a hacer unos fideos con manteca y queso, algo sencillo.

El tiempo pasó y finalmente pudo terminarlos. Una vez sirvió en los platos, los llevó a la mesa y estaba a punto de sentarse cuando la puerta principal se abrió y Aisha entró.

-Hmm... ¡Fideos! Hace mucho no comíamos... Hermano, ¿me sirves?

Aidan suspiró nuevamente y se levantó fastidioso de su silla para servirle la comida a su hermana. Él tan solo quería descansar un momento para despejar su mente, pero parecía que hoy no podría.

Le entregó el plato a su hermana y finalmente se sentó en la silla. Había un silencio algo incómodo en la mesa, por lo que Emma decidió romperlo.

-¿Vieron qué lindo día está haciendo hoy? Hasta incluso está algo caluroso... Algo extraño para estas fechas.

Alma en Pena [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora