25. Almas liberadas

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-¡¿Cómo está?! ¡Me alegro muchísimo de verla! -saludó Aidan muy entusiasmado y con una enorme sonrisa en su rostro- Tome, espero lo disfrute.

Uno a uno, todos los presentes en el comedero público iban acercándose a una larga mesada para poder retirar su plato de comidas. Los mismos eran servidos por varios voluntarios, entre ellos el ojiverde.

Desde la partida de Jacob, hace ya más de dos años, el ánimo y estilo de vida del joven habían cambiado drásticamente: ya no comía, lloraba en casi todo momento y lugar, e incluso tuvo pensamientos suicidas, aunque jamás los llevó a cabo. Tanto Emma como su hermana, así como sus amigos más cercanos, estuvieron para él en todo momento, brindándole la atención y el amor -o al menos intentándolo- que éste necesitaba.

No fue hasta un año después cuando su madre, preocupada, tuvo una larga y conmovedora charla en donde ambos abrieron sus corazones y mentes. Aidan creía que todo estaba perdido, pero Emma le dio la grandiosa idea de que debía distraerse de algún modo, no dejando hueco para esos pensamientos tan aplastantes y desoladores.

De inmediato, el muchacho recordó el comedero público, aquel donde vio sonrisas por doquier y un espíritu muy alegre y bondadoso. A pesar de que tenía sus dudas, decidió ofrecerse como voluntario. Aquello no solo marcó un antes y un después en su vida, sino que llegó a formar una nueva y enorme familia.

Ahora, todos allí lo querían mucho y él, por su parte, gracias al tiempo que invirtió ayudando a otros, se sentía cada vez mejor, olvidando poco a poco todo el sufrimiento y centrándose en lo bueno.

-¡Aidan! -exclamó Bárbara desde la entrada- ¡Noah llegó!

Con una enorme sonrisa, el ojiverde dejó la entrega de comida a un compañero y salió corriendo hacia fuera. Una vez llegó, vio al apuesto muchacho salir del camión.

-¿Me extrañaste? -preguntó Noah muy emocionado.

Aidan corrió hacia éste y ambos se dieron un fuerte abrazo. En ese año que pasó, los dos jóvenes forjaron una muy bonita amistad y, a decir verdad, lo que los unía cada vez más eran los recuerdos que poseían de Jacob. Había que admitir que con el pasar de los meses, los sentimientos y pensamientos de Noah se vieron envueltos en medio de una gran confusión, un dilema relacionado con el rubio, aquel que se hizo querer en muy poco tiempo y que de forma silenciosa robaba su corazón.

A esas alturas, no podía negar lo que sentía por él, pero no parecía que la manera de sentir sea la misma, por lo que Noah decidió callar.

-¿Cómo estuvo el viaje? -preguntó Aidan mientras ayudaba al contrario a ordenar unas cajas.

-Agotador, pero ya estamos acá... ¿Qué harás mas tarde?

-Hmm... Por el momento nada. ¿Qué tienes en mente?

-T-Te quería preguntar... emm... si quieres salir.

-De acuerdo pero, ¿por qué pareces nervioso? ¿Acaso pasó algo?

-¡N-No! Quiero decir... Olvídalo. ¿Tú cómo estás?

-Bueno, digamos que voy mejorando. Como habíamos hablado la vez anterior, solo me centro en los buenos momentos y ya.

-Te entiendo... -espetó el joven algo distraído.

-¿Noah? ¿Qué pasa? -inquirió el ojiverde preocupado, haciendo que baje la caja que había en sus manos para quedar frente a frente.

-No pasa n-nada...

-No me mientas.

-...

-Puedes contarme lo que sea. Ya nos conocemos... -añadió Aidan mientras buscaba con su mirada la del joven frente a sí.

Alma en Pena [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora