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—Bueno, —Continúa hablando Samuel—, Chester conoce a muchas personas de alto prestigio, muy populares hoy en día, parte de la realeza

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—Bueno, —Continúa hablando Samuel—, Chester conoce a muchas personas de alto prestigio, muy populares hoy en día, parte de la realeza. Así que, podría ser posible encontrar diversos rostros y nombres conocidos en la reunión.

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Chester Phillips Black se encontraba ahora tomando el té con su hermano menor y mayor colega, Bernard Black.

—¿De veras crees que el señor Pennington aceptará el caso?

—Por supuesto que sí, Bernard. Le voy a ofrecer una suma cuantiosa, inevitable de rechazar. —Responde Chester—, Sé muy bien que lleva casi tres años retirado de su área profesional, pero, en cuanto le hable sobre este caso, si el dinero no lo convence, entonces su curiosidad le obligará a hacerlo.

—¿Es sobre la iglesia de Santa Rita? —Bernard frunce el ceño.

—Precisamente. Es sobre tú sabes qué. —Al hablar, Chester voltea sutilmente hacia atrás para verificar que no haya ninguna presencia ajena a la conversación.

—Debes superar ese asunto, buen hermano. —Le sugiere Bernard—, Ya sucedió, nunca se llegó a un punto en concreto, y ahora, que el tiempo no está a nuestro favor, mucho menos.

Chester permanece en silencio, contemplando las coloridas y olorosas flores del jardín.

—¿Sabías que en esta finca se encuentran los más maravillosos tulipanes en Londres? Por supuesto que, ha costado sembrarlos y mantenerlos en total viveza incluso en los inviernos más crudos. —Explica Chester—, Pero, tenemos un invernadero, el cual me atrevo a decir que es estupendo. Si pasaras más tiempo en esta propiedad, o, si no te hubieses mudado, entonces sabrías de lo que hablo.

Bernard suspira con impaciencia, y le dice a su hermano mayor:
—¿Por qué quisiste reanudar el caso? ¿Por qué justo ahora?

Chester se calla unos segundos, y luego contesta:

—Porque la iglesia tiene la descarada intención de abrir nuevamente, y eso perturba notoriamente mi paz. 

Bernard sólo lo mira fijamente, no responde nada, no sabía qué decir, o tal vez, la forma correcta de decir las cosas.

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Horas más tarde, luego de salir del trabajo, Charlie Blair llega a su casa como de costumbre, mira a su hermana y a sus sobrinos con significativo desdén, y luego va a la cocina por un bocadillo.

Se encuentra con la criada Emily, esta sin pensar mucho le pregunta:

—Señor Blair, ¿Ha llegado a percibir el horrible mal estado físico y psicológico de su hermana? Creo que además de exhausta, también se encuentra aterrada.

—Lo sé, sé todo lo que le está pasando. Y no es más que su respectiva culpa. —Dice Charlie con tono de severa repugnancia.

—¿Por qué lo dice?

—Yo le he dicho a ella que deje la custodia completa de sus hijos a Jackson, y ella no me quiere hacer caso, por lo tanto, aquél desesperado y salvaje hombre ha obrado de dicha forma contra ella. —Explica Charlie con suma tranquilidad, tomando un poco de leche.

—Pues, si supiera usted lo que ese hombre le ha hecho a su hermana, quizás pensaría en defenderla un poco más y apoyarla legalmente contra estas machistas injusticias. —Dice la mujer.

—Dime algo, tú que conoces tanto de la vida de Christina debido a sus constantes e íntimas conversaciones, ¿Acaso Jackson ha hecho algo contra ella que no haya hecho antes durante la vida conyugal que mantuvieron?

—Wow, es usted demasiado insensible, y perdone en verdad que lo diga.

—No, yo sólo sé darme cuenta de las cosas a primera vista. Creo que si hubiese yo nacido mujer, me hubiese dado mucho más respeto como persona y nunca hubiese mantenido tan larga y estrecha relación con un hombre tan petulante y violento como lo es Jackson Corner.

—Pues, según su hermana, él era un buen marido al inicio, fue unos años después cuando se comenzaron a originar sus extraños y constantes actos violentos hacia su propia esposa. —Dice Emily.

Charlie se queda un tanto absorto en sus pensamientos durante unos segundos, y luego dice:

—Las mujeres a veces necesitan poseer más orgullo, tanto como el que naturalmente posee un hombre. Pues, el orgullo puede incluso salvarnos de semejantes circunstancias.

Emily no responde nada.

—Tal parece que las mujeres están hechas para ser sumisas, para ser maltratadas por sus maridos, para ser la alfombra en el piso. —Charlie deja allí su vaso ahora vacío, y se retira.

Emily suspira con agobio, no podía dejar de pensar en Charlie y en su extraña ética e ideología, que sin duda se encargaban de definir quién era.

Pensaba que quizás Christina requería, en estos momentos, de un hermano un tanto más protector, racional, y atento.

Charlie ahora entra a la habitación de su hermana mayor, quién se hallaba con sus hijos mirando televisión.

Los niños salen del cuarto, y Charlie le pregunta a su hermana:

—¿A qué se deben tus moretones?

—Jackson. —Susurra con tono depresivo.

—¿Por qué no has presentado cargos aún? Me figuro que sabes cómo hacerlo. —Pregunta Charlie con firmeza y tono grave.

—Él me ha amenazado, dice que si presento cargos entonces mandará a alguien a acabar con mi vida. —Dice esta sollozando.

—Entiendo, ¿Y tú te lo has creído todo? —Pregunta este con tono irónico—, ¡Cielos! Las mujeres son víctimas de violaciones porque así lo quieren ellas, porque no desean reaccionar y, hacer algo al respecto.

—Estoy resistiendo a sus actos.

Charlie ríe levemente, y luego contesta:

—Como buen hermano que soy, te repito lo siguiente: No te apoyaré ni moral ni legalmente en esto, y, te sugiero hacer lo que Jackson tanto te pide.

Luego se retira de la habitación, sin decir nada más.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora