35.

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—Escuche, señor Corner. —Le dice Anastasia—, Sé muy bien que usted tiene algo que ver con el asesinato de mi hermana, y, me voy a encargar de descubrirlo, ¡Oh! Ahora que lo veo, —hace una pausa—, alguien tiene ese trabajo aquí, y es el detective Pennington, él sí descubrirá que es usted un asesinato.

—Te equivocas, Ana, te equivocas. Yo no la maté. —Le dice Jackson—, Y de hecho creo, que, quién la asesinó tuvo que tener muy buenas razones para hacerlo. Y esa persona, probablemente, fuiste tú.

—¿Yo? ¡Jamás le haría daño a mi hermana!

—¿Que acaso no te das cuenta que tú también estás en la lista de los sospechosos de William Pennington? —Le pregunta este.

—Eso es porque aún no se ha descubierto nada. Pero, usted y el señor Windom también podrían ser sospechosos. —Dice la mujer—, Sólo el tiempo confirmará qué sucedió el 05 de octubre en esa iglesia, y quién pudo haber tenido las agallas para hacerlo.

Luego, Emily y Brahms llegan a la sala, y este segundo se encarga de sacar las maletas para introducirlas en el auto.

Finalmente, ambos hombres se van, no sin antes Jackson decir:

—Anastasia, te ves preciosa cuando estás enojada.

Después de que ambos se retiraran, Anastasia exclama:

—¡Dios mío! ¡El señor Corner me repugna demasiado! Tiene todas las características que definen a alguien malvado y cruel. ¡Qué asco en serio que haya tocado mis mejillas dos veces!

—Lo bueno es que ya se han ido. —Comenta Emily.

—Aborrezco a Jackson, y a ese desagradable señor Windom. —Expresa Anastasia.

~~~

Ya había anochecido, y todos se encontraban cenando en el comedor principal.

Claudia observaba con encanto a su novio Pedro, como siempre, pero, este observaba fijamente a William y a Lilia, probablemente a ambos a la vez.

Pedro pudo percibir, sin mucho esfuerzo, que Lilia no apartaba ni un segundo sus ojos de William Pennington, y que, lo miraba con seducción, con sensibilidad, y con placer.

William por su parte no miraba mucho a su prima, o quizás, no la estaba mirando porque conocía ahora de las sospechas que tenía Pedro Smith al respecto.

Durante la comida todos se hallaban algo callados, sin decir mucho.

William sólo pensaba en Pedro, y en que quizás este tenía razón.

Tal vez William estaba hechizado por el encanto de Lilia Rotsenburg, tal vez cuando estaba a solas con ella se le olvidaba que ambos eran parientes, y, además, en lugar de mirarla como a una querida prima, la miraba como a una mujer, una muy sensual que le ponía los pelos de punta con sólo pronunciar una palabra.

—¿Mañana también van a salir? —Le pregunta Claudia a su hermano y a su novio, mientras toma un poco de sopa con una cuchara de plata.

—Sí. —Asiente William fríamente—, Mañana Pedro me acompañará a interrogar a dos personas en particular.

—¿A quiénes? —Pregunta Samuel con interés.

—Se llaman Jackson Corner y Brahms Windom. —Le contesta el detective Pennington.

A la mañana siguiente, William Pennington y Pedro Smith habían salido temprano de allí, habían conseguido información de dónde encontrar a los dos hombres que deseaban interrogar, y, lo mejor era no perder el tiempo.

Así que, mientras Lilia Rotsenburg desayunaba con su hermano Samuel y su prima Claudia, el mayordomo Simon se aproximó a ellos, diciéndoles lo siguiente:

—Disculpen la interrupción, hay un hombre afuera que desea ver al detective Pennington, y aunque le he dicho que no se encuentra, desea entrar igualmente, dice que es urgente.

—¿Lo conoces? ¿Quién es? —Le pregunta Samuel.

—Sí, le conozco. Es el mismo hombre que vino el otro día para pedirle ayuda en un caso al detective Pennington. —Dice Simon.

—¿Charlie Blair? —Pregunta Samuel extrañado—, Yo iré a verlo.

Charlie Blair se hallaba en la entrada de la casa, y, al acercarse Samuel Rotsenburg y decirle que no se encontraba el detective, Charlie igualmente insistió en decir lo siguiente:

—Por favor dígale al señor William Pennington que he encontrado algo en mi auto esta mañana, cuando lo he dejado estacionado afuera de casa. 

—¿Puede permitirme saber qué es? —Le pregunta Samuel, con mirada inquisitiva.

Charlie le entrega una carta, y dice:

—Por favor que la lea el detective, nadie más. La han dejado en mi automóvil, y se dirige directamente hacia mí.

—Es anónima, me imagino. —Dice Samuel.

Charlie asiente.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora