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—¡No comprendo! —Exclama Charlie aún herido—, ¿Por qué les importa a ustedes tanto la muerte de Emily Rutt?

—Ella era mi prima, caballero. —Le contesta uno de los oficiales dentro del salón—, Éramos un tanto lejanos, pero le quería. Crecimos juntos en la misma hacienda, entre los bellos campos de Escocia. Pero ahora ella está muerta, y estoy frente a su asesino.

—Escuche, señor... —Dice Charlie.

El oficial le interrumpe:

—Oficial Álex Rutt, ese es mi nombre.

—Muy bien, escuche... —Continua Charlie—, Yo no la asesiné. También le quería, era ella una muy buena persona. Ustedes están perdiendo su tiempo aquí conmigo.

—¿Y cómo puedo creerte? —Pregunta el oficial Rutt—, ¿Eh? Es usted un simple campesino para quien ella trabajaba. Usted no es nadie. No tengo cómo confiar en su palabra.

—Yo no lo hice, por favor créame. —Le suplica Charlie.

—Usted es una escoria, lo sabe, ¿No? —El oficial Alex Rutt ahora calma un poco más el tono—, Encontraron el arma homicida, justo en su habitación; ¿No le parece a usted demasiada coincidencia? Usted la asesinó, le imploro que no lo niegue, o, legalmente le irá peor.

—¿Legalmente? No es legal que me torturen ustedes aquí. —Se defiende Charlie.

El oficial Rutt, un hombre de cabello oscuro y físico no muy desagradable, comienza a reír a carcajadas ante las palabras de Charlie Blair. Luego de terminar su fiesta de risas, dice:

—Esto no es torturar, sólo son un par de golpecitos en el estómago. ¿Qué acaso es mucho para usted? ¿Es usted una niñita que no puede ser capaz de tolerar un poquito de presión?

Charlie se queda callado, y baja la mirada.

—¡Estamos intentando hacerle justicia a la muerte de una mujer inocente! ¡Una mujer que era mi pariente!

—Entonces... —Charlie piensa unos segundos, y luego continúa—, Usted no se preocupaba por ella cuando estaba viva, pero, ¿Ahora pretende hacerle justicia a un cadáver próximo a la putrefacción y en cuyo gusanos ya están organizando invitación para un festín de lujo?

El oficial Rutt se enoja tanto, que golpea violentamente a Charlie en la cara. Ahora, sangre carmesí se asoma por la nariz de aquél hombre atado.

~~~

Por otra parte, en la mansión de William Pennington, Lilia Rotsenburg recién había llegado, pero, en lugar de corresponder saludos como se hacía habitualmente, la jóven había llegado sollozando, en claro estado de alteración, y, corriendo a su habitación de hospedaje en el segundo piso.

Claudia la había ido a ver, pero Lilia se negaba a abrir la puerta.

Minutos después también fue Samuel a tocarle, pero ni siquiera a su hermano deseaba ella abrirle.

—No entiendo qué le pasa. —Murmura Samuel, junto a su prima Claudia y su tía Rosanna Pennington.

—Tal vez no tuvo un muy buen día. —Sugiere la señora Pennington—, ¿Aún no se han dado cuenta ustedes de que, en efecto, Lilia posee, por supuesto que desgraciadamente, un carácter bastante sutil? ¡Ella es excesivamente vulnerable! ¡Cualquier pequeño asunto o detalle podría arruinar su día, o incluso su estado de ánimo!

—Es cierto que ella es un tanto delicada, he de reconocerlo, la conozco demasiado bien. —Comenta Samuel—, Pero, comúnmente le suelen herir en mayor gravedad los asuntos relacionados a alguien cercano. Y ella sólo fue a ver a Chester Phillips Black. Si algo sucediera con ese hombre, a ella no le importaría ni un penique, estoy convencido.

Dentro de la habitación de la jóven de a penas veintitrés años, se encontraban presentes y frescas lágrimas en la cama.

Lilia pensaba que quizás había rebasado un límite entre ella y el señor Black, que, probablemente ella le había provocado de más, y, al desconocer en su totalidad el carácter ético de aquél millonario hombre, entonces este podría actuar o responder de cualquier forma no esperada.

Pero, esa no era la intención de Lilia Rotsenburg, ella deseaba, incluso al inicio no de forma intencionada, despertar celos en su primo William. Sin embargo, no le interesaba ni lo más mínimo llamar esa clase de atención en Chester Black, y más hasta el punto en que este se sintiera en derecho de rebasar el límite de intimidad con ella.

Minutos después, Samuel le toca la puerta a su hermana, y le comenta lo siguiente:

—No sé si esto te haga sentir mejor, pienso que probablemente sí. El señor Chester Black ha llamado, dice que te ofrece una disculpa por su pequeño mal comportamiento, y que desea volver a maravillarse con tu presencia, para, de tal modo, enmendar sus acciones pasadas. En conclusión, desea verte, mañana mismo si es posible. ¿Qué deseas responder, hermana?

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora