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Luego de que la puerta se cierra, ambos hombres se adentran a la bellísima y profunda biblioteca, y el señor Black dice:

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Luego de que la puerta se cierra, ambos hombres se adentran a la bellísima y profunda biblioteca, y el señor Black dice:

—Puede tomar asiento, señor Pennington.

El constante silencio resultaba ensordecedor.

—No quisiera sentarme, pero gracias por la sincera oferta. ¿Podría comentarme ya de qué se trata el asunto por el que me ha traído aquí? ¿A qué me debo el honor de hablar a solas con usted?

Chester toma un porro, lo enciende, y luego se sienta en un antiguo sofá del salón.

—Necesito su ayuda, señor William. Y... Estoy dispuesto a ofrecerle todo lo que sea posible para que me la otorgue.

—¿Puede ser tan amable de informarme de qué se trata? —Pregunta William con tono de completo desinterés y frialdad sumada.

—Es sobre la iglesia de Santa Rita, la que se encuentra en el condado de Hunsford. Verá usted, hace unos tres años, tenía yo una bellísima, pero bellísima señorita como pareja, su nombre era Harper. Pero, un día, en esa iglesia, Harper desapareció sin dejar rastro, y nunca nadie supo el por qué. Yo sospecho que tenía que ver con el misterioso grupo que allí se encontraba continuamente. Entonces, la iglesia fue cerrada, esto para intentar despejar dudas y salir del caso. Nunca nadie encontró a mi hermosa prometida, pero, ahora me he enterado que la iglesia tiene intención de abrir nuevamente. Y, el extraño grupo de religiosos continúan allí, ¡Y estoy seguro de que ellos tienen que ver con lo sucedido con Harper!

William permanece callado escuchando.

—Y, deseo disponer del trabajo y tiempo de un famoso detective que pueda averigüar más a fondo acerca de esa iglesia, y lograr investigar quienes son esas personas, y si aún se pueden abrigar esperanzas de que alguno sepa sobre el paradero de Harper Collins.

—Entiendo. —Es lo único que dice William, de hecho murmura.

Chester lo mira con impaciencia, esperando que el hombre junto a él se atreva a decir algo más, pero esto no sucede.

—Hace tres años, naturalmente, se efectuó una profunda investigación que, desgraciadamente, no logró obtener resultados formidables. —Explica Chester—, Como un planta que no logra producir frutos.

—O los frutos nacen podridos, con gusanos; en ese caso, la planta se encontraría gravemente enferma, y ello explicaría lo sucedido. —Informa William—, Un buen cuidado de la planta garantiza el cultivo de frutos envidiables y sanos, pero, de no hacerse debidamente, los frutos terminarán en un severo y crítico estado, en dónde las personas preferirían optar por cortarlo, pero desconocen la posibilidad de que se pueda sanar desde su raíz.

Chester se encuentra total y completamente perplejo ante tales palabras, así que de inmediato pregunta:

—¿De qué carajos está hablando usted, señor William? Y permítame manifestarle mis intensos deseos de que sea usted capaz de perdonar mi vulgar forma de haber preguntado esto. ¡Pero es que me encuentro desorientado ante lo que usted dice!

—No debería de hallarse como tal. —Expresa William fríamente—, Pues me ha hablado usted con metáfora respecto a una planta que no produce frutos, y yo le he completado el tema del mismo modo.

—¿Podríamos entonces apartar el inextricable conjunto de metáforas y referirnos al asunto de una manera más clara? —Pregunta Chester con tono lo más gentil posible.

—¿Inextricable? ¡Qué término más particular ha usado usted! —Exclama William—, Pues, inextricable es el caso del que usted me habla.

—¿Por qué lo dice?

—Cuando usted dice que la investigación del caso no obtuvo frutos, en realidad se equivoca. Sí los obtuvo, pero estos surgieron como los frutos de una planta enferma: podridos. Lo que significa que fueron errados, ¿O me equivoco?

—No se equivoca usted, los detectives que consulté llegaron a conclusiones demasiado inverosímiles, o, por consiguiente, muy absurdas o poco fundamentadas.

—¿Ve? Era precisamente a eso a lo que me refería. —Destaca William.

—Bueno, esperaba que usted pudiera ser lo suficientemente gentil para ayudarme a resolver este caso, y descubrir si ese extraño grupo de personas hizo realmente algo contra mi prometida, y a qué se debió su anormal desaparición. ¡Quiero que paguen! —Al decir esto último, alza un poco más la voz.

—Me temo que no puedo ayudarle, pues estoy retirado desde hace ya casi tres años, me imaginaba que ya todos deberían de saberlo.

—Lo sé muy bien, pero, me propongo a ofrecerle una alta y cuantiosa suma de dinero que pueda llamar un poco su atención, ¿Qué dice? —Chester sonríe con victoria.

—No, estoy retirado. —William parece ponerse cada vez más serio.

—Pero, ¿No existe ningún incentivo financiero que pueda llamar satisfactoriamente su interés? —Pregunta Chester con impaciencia de saber.

—No. —Niega William.

—¡Por todos los cielos! —Exclama el señor Black—, ¡Necesito con urgencia de su ayuda, prestigioso señor Pennington! Por favor.

—Lo lamento mucho, estoy retirado y no pienso volver jamás a mi área profesional. —Dice William—, Económicamente no lo necesito.

—¿Y no tiene usted base moral alguna para considerar regresar a su profesión?  —Ahora Chester parece encontrarse un tanto afligido ante la intensa conversación.

—Carezco de ella. —Responde el ex detective mirando al otro a la cara—, Lo lamento mucho.

—Es usted un ser despreciable, desconsiderado, y además carente de todo sentido empático. —Lo ofende Chester mirándolo directamente con desdén.

—Gracias por los agradables halagos, pero, ya debo retirarme. —Al decir esto, William sale de la biblioteca, dejando al otro hombre allí sólo, con un terrible semblante de furia.

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