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A la mañana siguiente, todos se encontraban desayunando, menos William, quién se hallaba en el teléfono llamando a la casa Blair

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A la mañana siguiente, todos se encontraban desayunando, menos William, quién se hallaba en el teléfono llamando a la casa Blair.

—¿Hola? ¿Quién es? —Pregunta una voz femenina.

—Detective William Pennington. ¿Con quién hablo?

—Anastasia Blair. —Contesta esta tras el teléfono.

—Buen día, Anastasia. ¿Qué tal se encuentra? —William no comprende por qué se siente ligeramente nervioso.

—Bien, ¿Y usted? Se comportó un tanto cortante conmigo cuando me vió ayer llegar a casa junto a Henry Bastor.

—¡Oh! Lo lamento, no ha sido mi intención. —Dice este—, He estado profundamente absorto en este caso y... Iba a retirarme enseguida para poder encontrarme con Albert Robson e interrogarlo.

—De acuerdo. —Responde Anastasia con tono tranquilo.

—¿Conoce usted a ese hombre? —Pregunta el detective.

—Efectivamente. Me lo encontré un día en que paseaba a los niños por el parque. Él se acercó violentamente hacia mí, exigiendome que mi hermana le pagara cierta suma de dinero que le debía.

—Bien. —Al decir esto, William permanece unos segundos callado, hasta que continúa—, Llamaba para... Pedirles información acerca de Joanna Simnet, quisiera hablar con ella personalmente.

—¿Joanna? ¿Y por qué desea usted su presencia? —Le pregunta Anastasia.

—Pues, ciertamente es para un interrogatorio común. —Responde William—, ¿Podría usted facilitarme algún número con el cual contactarla? O, ¿Alguna ubicación suya?

—Claro, ya mismo le paso sus datos. Busque una hoja y un papel.

Minutos después, William se acerca a Pedro y le dice:

—Hermano, tenemos que ir a conversar con cierta dama, ¿Ya estás listo?

Ambos hombres salieron nuevamente de la mansión.

—¿Quién es? —Pregunta el más jóven de los dos.

—Su nombre es Joanna Simnet, la mujer de la que oímos hablar ayer.

En cuestión de minutos ya se encontraban ambos sujetos en la puerta de la casa de aquella mujer.

—Ésta casa sí es muy bonita y agradable. —Comenta Pedro.

William sonríe casi riendo, y luego de tocar la puerta, una jóven mujer algo simpática les recibe.

—¿Detective Pennington? —Dice la dueña de la casa, una mujer de casi la misma edad que Anastasia Blair.

—¿Me reconoce usted? —Pregunta este.

—¡Desde luego! Le he visto hace poco en la televisión, han hablado mucho de usted, de que ha vuelto a su trabajo y que ahora está investigando el caso Blair. —Expresa Joanna—, Un gusto conocerle finalmente

—El gusto es mío, señorita Simnet. ¿Podemos pasar? —Pregunta el detective.

Ambos se adentran a la casa y toman asiento en un pequeño y confortable comedor con diversos espejos antiguos al rededor.

—Disculpen el desorden. —Dice Joanna.

Aunque, ni Pedro ni William logran percibir ningún tipo de desorden en la propiedad.

—¿Desean interrogarme, cierto? —Pregunta Joanna algo nerviosa—, Disculpen, desde luego que responderé a sus preguntas, pero, me temo que me parece tan trágico ésta situación que me encuentro trastornada.

—Pero, usted ya no mantenía relación alguna con Christina Blair, ¿A qué se debe su inquietud entonces? —Pregunta el detective Pennington, con leve curiosidad.

—Christina era la hermana de mi amiga más querida. Y además, antes Christina y yo mantuvimos cierta relación amistosa, pues, la conozco desde niña, fuimos juntas al kínder. —Explica Joanna.

—Bien, entiendo. —Murmura William—, ¿Podría decirme dónde se encontraba usted el 05 de octubre por la mañana? A horas muy tempranas, me refiero. Entre siete y ocho de la mañana.

—¡Oh! No recuerdo muy bien, fue hace ya varios días. —Dice la mujer.

—Haga un esfuerzo por recordar, por favor. —Le pide Pedro.

Ahora a William no le estorba lo más mínimo la intervención de su aprendiz acompañante.

—Creo que... No estoy muy segura... —Joanna titubea—, Probablemente estaba yo visitando a mi madre en el psiquiátrico.

—¿Sufre su madre de algún trastorno mental? Y pido me disculpe si la pregunta le es inadecuada. —William la mira fijamente, intenta detallar cada mínima expresión en ella.

—Sí. Está demente. —Afirma Joanna sin pelos en la lengua—, El cinco de octubre fue lunes, y yo visito a mi madre todos los lunes desde muy temprano.

—Muy bien. Ahora dígame usted, ¿Le guardaba algún tipo de rencor a Christina Blair? —Joanna se pone nerviosa ante tal pregunta del detective.

—No, de hecho le tenía afecto. Nos separamos un tiempo por cuestiones de caminos distintos, pero, siempre la consideré como una buena amiga. —Responde Joanna.

William se da cuenta al instante que está mintiendo, pues sus palabras no se relacionan a las escuchadas por Charlie Blair.

Aunque, quizás la duda estaba en decidir a quién depositar la confianza.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora