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—Le ruego, detective, que deje a mi novia en paz

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—Le ruego, detective, que deje a mi novia en paz. —Le pide Henry—, Ella es inocente, es débil, vulnerable, y no sabe si quiera la gravedad de las cosas cuando las manifiesta.

William voltea y escucha las palabras de aquél hombre.

—No se deje usted fiar por una mujer como Anastasia, que no le confunda. —Le dice Henry Bastor—, Anastasia parece una mujer decisiva, honesta, firme, pero eso sólo al inicio. Basta conocerle un poco más para descubrir que en realidad es una mujer débil, ignorante, prejuiciosa, e increíblemente estúpida.

Pedro y William fruncen el ceño extrañados al oír la forma en que Henry se expresa sobre Anastasia.

—Ella es la criatura más ridícula que he conocido jamás. Merece sin duda a un hombre que la ponga recta, y le enseñe que debe callar su hocico, porque su opinión no importa, y además, es demasiado ingenua, estúpida y torpe para expresarlas.

—Se nota que está usted muy enamorado de ella. —Le dice Pedro con su característico tono sarcástico.

—Lo estoy. Por eso deseo ayudarla a mejorar. —Se defiende Henry—, Permítanme que vaya yo a buscarla para calmarla un poco. Necesita un apoyo y una ayuda emocional.

Y cuando Henry se da la vuelta para caminar, William lo detiene al momento, y le dice:

—No, yo puedo ir a ser su apoyo y su ayuda emocional, mejor quédese usted aquí, así tendrá más tiempo para expresar todo lo malo que piensa de ella.

Pedro mira a su cuñado con asombro, y este sólo se va tras Anastasia.

Henry intenta seguir al detective, pero Pedro lo detiene, y le dice:

—No, déjelos, déjelos a ambos quietos.

~~~

En la mansión Black, habían ahora muchos invitados, gente elegante, rica y prestigiosa; aunque la mayoría eran arrogantes, egoístas, e increíblemente presuntuosos.

A Lilia le encantaba rodearse de gente así, pues, sólo de esa forma se sentía ella como alguien importante. Sólo rodeandose de gente de tal categoría, sentía ella que era uno más perteneciente al conjunto en sí, y, que requería de bastante admiración y prestigio igualmente.

Sí, probablemente en el fondo padecía Lilia de cierto complejo de inferioridad, le costaba valorarse así misma. Sólo rodeandose de gente rica y presuntuosa lo conseguía.

La humildad era para Lilia una defecto en la sociedad, la humildad abarcando sus dos sentidos.

—Son obras fascinantes, ¿Cierto, señor Bernard? —Le pregunta Lilia.

—Me encantan. Poseen una pisca de profundidad, tristeza, alegría, amor, ciertas emociones las puede encontrar uno en mencionados y conocidos paisajes. —Explica Bernard—, La sencillez y complejidad unida del arte es bellísimo en su máxima expresión, merecedora de cualquier tipo de distinción, perteneciente a su categoría.

—Me gustan sus percepciones, son bastante profundas e interesantes. —Le halaga Lilia.

—¡Oh! Es que he leído tanto sobre diversos temas, arte, política, religión, biología, filosofía, que, probablemente puedo ser yo capaz de compartir innumerables perspectivas sobre cualquier tema mencionado.

—Me agrada, me agrada construir conversaciones con alguien como usted, ojalá todos fuesen como usted. Algunos creen que vivir es sólo respirar, usted debería charlar con todos aquellos que piensan eso, por ejemplo. —Lo halaga Lilia nuevamente.

Bernard ríe de manera sutil, y en eso se acerca Chester Black a ellos, y le susurra a su hermano en el oído:

—Más vale que te alejes de Lilia ahora mismo, ella es mía y no anhelo que me la arrebates con tu buen ánimo y éticas locales.

Entonces, Bernard, sumiso, se aleja de Lilia disimuladamente.

—Hola, preciosa. —Le dice Chester a esta, sonriendo y, dejando mostrar sus torcidos y grandes dientes característicos de un fino tono amarillento.

Lilia lo mira con cierta incomodidad, pues, en el fondo no le gustaba estar con Chester, así que le ignora y continúa viendo las pinturas.

—¿Ves algo que te guste? Porque podría obsequiarte cualquiera de estas bellas artes. —Le propone Chester—, De hecho, todo lo que tú desees sería yo capaz de dártelo.

Sin importar la cantidad de personas que habían al rededor caminando y charlando, Chester deslizó su mano muy despacio por la cintura de Lilia, y, como estaban junto a un rincón, puso su mano en la entrepierna de la jóven.

—¿Qué estás haciendo? —Le pregunta Lilia, quitando la mano de Chester de inmediato.

—¿Quisieras venir arriba a mi habitación? Puedo mostrarte qué tan hermosa es. —Le pide Chester, sonriendo coqueta y desagradablemente.

—No, quiero quedarme aquí. —Contesta Lilia con tono autoritario.

—Vamos, ven, ven conmigo. —Al decir esto, Chester jala a Lilia consigo, esta se resiste, pero, al ver las miradas críticas y notorias de las personas al rededor, prefiere actuar normal y pretender que desea acompañar a Chester arriba.

Ambos suben entonces.

~~~

Cerca de un bonito sendero, Anastasia estaba sentada en un banquito, aún llorando.

William Pennington se acerca y toma asiento junto a ella, le ofrece un pañuelo y ésta sacude sus mocos y seca sus lágrimas.

Ambos permanecen en silencio por varios minutos, ella quería decir algo, pero, luego decide callar.

—Lo siento, Anastasia Blair, lamento mucho esto que estás pasando. —Le dice William—, Intento comprenderte.

—¿Por qué siempre me llama usted por mi nombre y apellido? ¿Por qué no sólo uno? —Le pregunta Anastasia.

—Es que suenan muy bien juntos, me agrada llamarle así. —Dice William—, El caso es que... No deseo presionarla, pero quiero que me diga usted si...

Las palabras de William fueron deliberadamente interrumpidas, Anastasia lo calla besándolo en los labios.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora