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Ahora William pensaba muchas cosas, pero eran muy pocas las que decía.

-¿Quiere que le recomiende algo? Haga lo cotidiano, que preparen el cuerpo de la muerta, un velorio digno, y luego, pide a la policía algo de ayuda para lograr llegar a algo, aunque pueda carecer de éxito el proceso. -Sugiere el señor Pennington.

-¿Está usted sugiriendome hacer algo que sabe que no llegará a un resultado formidable en cuestión? -Pregunta Charlie-, Pues tal sugerencia suena un tanto insensible; considerando mis intensos deseos de hacer justicia a un asesinato de lo más atroz.

-Es que no puedo ayudarle en algo más, ya no soy detective.

-¿Podría entonces tener usted al menos un poquito de consideración y compasión hacia mi persona? -Pregunta el ahora trastornado de Charlie.

-La tengo, se lo aseguro. Pero es que no puedo cambiar de opinión así como así, es muy probable que jamás lo haga. -Dice William.

-Si pudiera usted compadecerme tan sólo un poco, entonces intentaría ayudarme con sus magníficas aptitudes. -Expresa Charlie-, En verdad que siento que no podré vivir tranquilo si no descubro por qué han asesinado a mi inocente e inestable hermana.

-Lo siento mucho, está usted perdiendo su preciado tiempo aquí. -Dice William, preparándose quizás para oír ciertos insultos por parte del hombre frente a él, algo similar a lo sucedido con Chester Black.

Pero esta vez estaban en su propiedad, podría echarle si de ser necesario fuese.

Pero no, Charlie se encuentraba ahora bastante sereno, así que sólo pronuncia las siguientes palabras:

-Le ruego que lo piense. Mi hermana era una buena mujer, madre de tres pequeños niños que ahora se hallan destruidos emocionalmente, niños que crecerán sin su mamá. Y tan sólo averiguar la verdad, podría darme paz a mí y a mi otra hermana, y además, paz futura para esos niños, cuando se les ocurra preguntar qué le sucedió a su madre, y no se vean forzados a vivir el resto de sus vidas con la infinita intriga de qué le pasó.

Acto seguido, la criada María abre la puerta al señor Blair, quién se retira sin nada más qué decir.

<<La intriga jamás ha matado a nadie>> pensaba William, pero, no obstante, existen cientos de personas cuyo sentimiento de injusticia hacia muertes de seres queridos, los termina carcomiendo por completo, y jamás nada vuelve a ser lo mismo.

Piensan en ello a cada momento, la paz ya no tiene cabida para ellos en sus vidas. Y, aún más, con cierto temor de que el responsable ande suelto, y pueda causar más daño del que ha hecho.

O, que la ocasión pueda repetirse y no duden en efectuar otro crimen de nuevo.

Al salir de la oficina, Pedro dice a su cuñado:

-¡Oh, señor William! Me siento extraordinariamente mal conmigo mismo. Pues, no intencionalmente, he oído las palabras de aquél hombre hacia usted. Ha sido como hurgar en un asunto que no me concierne. ¿Puede usted disculparme?

-No te preocupes, ya no importa de igual forma. -Dice William con tono de desinterés.

Y, cuando estaba a punto de retirarse, Pedro lo detiene con su voz:

-¿Señor William?

-¿Sí, Pedro?

-¿No puede considerar usted la idea de ayudar a ese pobre y trastornado ser humano? ¿No le parecería bueno ayudarle a él y a su familia a que se haga justicia por la muerte de alguien inocente?

William permanece callado unos segundos, y luego dice:

-No sabemos si esa mujer era inocente del todo.

Luego, los padres y primos de William se aproximan.

-¿Es cierto lo que Pedro manifiesta? -Le pregunta Rosanna a su hijo-, ¿Ha venido un pobre hombre suplicando por tu ayuda? ¿Y eres tú capaz de rechazarle oportunidad alguna de abrigar esperanzas para hacer un llamado a la justicia?

-Madre, son mis asuntos. Estoy retirado. -Dice William fríamente.

-Yo pienso igual que mi tía, deberías de ayudarle a ese hombre. -Sugiere Samuel-, Y más si te has dado cuenta que no es un malvado como Chester, y que ésta sí es una buena persona que podría ser capaz de merecer tu atención, y tu ayuda.

-Chester es un gran amigo tuyo, ¿Y aún así le llamas malvado? -Pregunta William sonriendo.

-Pues, así le llamo como un simple intento de asemejarme a tu perspectiva. -Responde Samuel.

-En tal caso, lo siento, pero ese hombre, Charlie, puede pedir ayuda a alguien más. -Manifiesta William.

-Yo te apoyo, primo. -Le dice Lilia acercándose a él y poniendo una mano en su hombro-, Es tu vida, son tus decisiones. La gente debe respetar que ya no te dediques a eso.

-Yo no estoy de acuerdo. -Comenta el señor Thomas Pennington, quién cuando pronunciaba palabra alguna, era precisamente porque lo requería-, Hijo, venimos al mundo para colaborar, debemos ser altamente altruistas, intentar ayudar al prójimo siempre que se nos dé la oportunidad. ¿No te parece quizás un poco arrogante vivir tu vida, sin importar que otros rueguen por tu ayuda, y, además, permanezcan tirados en el suelo esperando alguna afirmativa respuesta tuya?

Pasan ahora varios segundos de mutismo, hasta que William murmura una sola palabra, en tono pensativo:

-Abnegación.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora