25.

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-¿Tú te drogas, Christina? -Le pregunta Anastasia sin pelos en la lengua.

-No sé de qué me estás hablando.

-Me encontré con un hombre, un tan Albert Robson, quién estaba, desesperadamente, preguntando por tí. Dice que le debes mucho dinero.

-Él está loco, es un total insano. -Dice Christina-, Te aseguro que miente.

-O, quién miente eres tú. -Expresa Anastasia con cólera.

-¡Cálmate! Me drogo muy poco, en verdad; es sólo para relajarme. Haga lo que haga no puedo dejarlo, es lo único que me libera. No tienes ni idea de lo que me ayuda.

-Estás mal. -Al decir esto, Anastasia sale de la habitación.

~~~

En la mansión de William Pennington, todos se encontraban cantando el felíz cumpleaños luego de haber cenado, y, justo después de comer pastel, todos se dirigen a sus habitaciones.

-En verdad que lo admiro, señor William Pennington. -Le confiesa Pedro-, Es usted mi ídolo, siempre, desde muy jóven, soñé con ser como usted al crecer. Quise estudiar lo mismo que usted, pero, el saber que ha rechazado usted para siempre cualquier posibilidad de volver a su profesión, me hace creer que yo viviría un destino similar.

-Cada persona es distinta. -Le aclara William-, Todos tenemos caminos diferentes. Que yo haya pasado por algo traumático no significa que a tí te pasará igual.

-Es que no sé. Yo soy incluso más sensible que usted. -Admite el jóven-, Yo, Pedro Smith, no me creo capaz de lograr lo que hizo usted, de ser tan prestigioso y talentoso. Y si no me considero realmente bueno para algo, entonces esto es una fuerte limitante que no me permitirá llegar a nada.

-Si en verdad deseas estudiar lo que yo, entonces cree en tí; es el único consejo que tengo para dar. -Al decir esto, William se despide y se retira a su habitación.

Unos tres días después, los padres, hermana y cuñado de William, se encontraban empacando las pocas cosas que se habían traído para volver a Londres.

-Gracias por haberme visitado, en verdad. -Les agradece William con tono gentil.

-Hijo querido, sabes que te apreciamos demasiado como para no venir en tu propio cumpleaños. -Dice su madre.

El día se encontraba extrañamente caluroso, más de lo que se podía acostumbrar.

Minutos después, llega Simon, quién se acerca hacia su jefe, y le dice:

-Señor William Pennington, un hombre lo busca en la entrada, -Hace una pausa considerablemente larga-, dice que desea hablar con usted.

-¿Es Chester? ¿Chester Black? -Pregunta William con desánimo.

-Me figuro que sí, realmente no conozco al señor Black. -Contesta Simon fríamente.

Así que, sin esperar más, William se dirige hacia su estudio, y al entrar, se queda extrañado mirando al hombre que allí lo espera.

No lo reconoce.

—¿Hola? ¿En qué puedo ayudarle? —Le pregunta William—, Creo que no le conozco, pues recordaría su cara, probablemente jamás he olvidado una cara. Creí que era usted alguien más.

—Mi nombre es Charlie Blair, un gusto conocerlo al fin, detective Pennington. —Dice este con tono excesivamente serio, frío, y casi destrozado internamente.

Al escuchar la palabra <<detective>> William se dió cuenta del motivo que había tenido aquél hombre para ir a consultar su presencia.

—Puede sentarse, señor Blair.

Al decir esto, Charlie, quién tenía casi cara de espanto, toma asiento, con el cuerpo muy recto, más de lo usual.

Entonces, William, sin perder un segundo más, sólo dice:

—Lamento mucho lo que le ha ocurrido a usted, lamento mucho que se vea en ésta terrible situación de consultar a un profesional en el área que pueda ayudarle a averiguar un caso de evidente importancia vital para usted, pero... —William baja la mirada, y luego la sube nuevamente—, Yo no puedo ayudarle, estoy retirado de mi trabajo.

Charlie permanece en silencio unos segundos, y luego, ignorando las palabras del señor Pennington, sólo dice:

—Es acerca de mi hermana. ¿Podría usted ser lo suficientemente gentil como para tan sólo escucharme?

—De acuerdo, si eso le hace a usted felíz; escucharé. Tomaré un cigarrillo, si no le molesta.

—Por supuesto que no, es esta su casa.

—Bien, cuénteme entonces. ¿De qué se trata el caso que perturba su paz? —Pregunta William, absorbiendo humo de su cigarrillo, y luego expulsandolo suavemente.

—Mi hermana fue asesinada a sangre fría, esto hace dos días. —Afirma Charlie—, A penas sí pude ver su cuerpo unos minutos.

—Entiendo. —Murmura William fríamente.

—Lo excesivamente particular de esto es que ocurrió dentro de una iglesia; allí fue encontrada muerta. —Cuenta Charlie.

—¿Puedo preguntar el nombre de la iglesia? ¿Era Santa Rita, por casualidad?

—¡Sí! ¡Es esa iglesia! —Charlie se sobresalta—, ¿Cómo sabía usted esto?

—Pues... Me lo imaginé, escuché el nombre muy recientemente. —Admite William—, ¿Puede decirme usted cómo se llamaba su difunta hermana?

—Anastasia Blair. —Responde Charlie al instante.

—De acuerdo. —Murmura William.

—Oh, no. ¿Dije Anastasia? ¡Me equivoqué! Es Christina, quién falleció fue mi hermana mayor, Christina Blair. —Aclara Charlie.

William permanece con mirada inquisitiva.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora