Capítulo XXIV: "Apártate y aprende"

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 — ¿Qué haces aquí? –pregunto volviéndose a concentrar en el teclado de marfil.

        Suspire ahogadamente.

        Simplemente él hacía que mis palabras no fuesen emitidas. Solo una mirada me desequilibra por completo y no saben cuánto odio que con solo sus ojos ya me domine.

—Laura…

        Oh, de nuevo el amargo dulzor de oír mi nombre en sus Labios.

—Si no dirás nada por favor desocupa la habitación.

        Trague como si de espinas se tratase. No entendía el porqué de su evasión. Ah sí, su estúpido hermano.

        Debía ser fuerte en esa circunstancia, yo no tenía ni una pizca de culpa, fuí una víctima de lo inoportuno.

—Disculpa pero este lugar me pertenece más a mí que a ti.

        Arqueo su ceja izquierda.

— ¿Perdón? Para tu información llevo viniendo aquí hace diez años. La intrusa aquí eres tú.

        ¿Diez años? Que acaso esto es una broma.

—Primero de abril del dos mil tres.

— ¿Qué hay con eso?

        Giro su cuerpo nuevamente para mirarme a la cara incrédulo.

—Diez años, diez años de estar asistiendo a este mismo estudio. ¿Casualidad? ¿Consecuencia? Demasiada.

—Un segundo. ¿Tocas el piano?

—Si.

        Me acerque al hermoso piano de cola y pose una de mis manos en su atril deslizando mis blancos dedos en el.

—Este piano es mi vida –le confesé.

—De seguro has de ser una novata, solo quieres una excusa para estar aquí.

        ¿Cómo se atreve a decirme eso? Imbécil. Enfurecí al instante y estampe mi mano en el teclado, precisamente en las agudas provocando un aturdido ruido.

—Apártate y aprende.

        Lo empuje a un lado para tomar asiento. Apreté mis manos en puños, inhale una gran bocanada de aire mis dedos comenzaron a actuar.

Oltremare, Ludovico Einaudi.

A la mitad de la pieza él se levantó y llevo sus manos a su cabello, gesto que hacía solo cuando se recelaba. Yo continúe, si era de emitir sangre a través de mis dedos lo haría pero no pararía.

        Él giro alrededor del piano apretando sus labios y en una propulsión no prevenida salió del lugar avivando un fuerte ruido gracias al cerrar de la puerta.  Detuve la pieza sinfónica y me cincele encima de las teclas. Mis pestañas ya estaban húmedas, un par de lágrimas se habían asomado.

        Suspire y erguí mi espalda y continúe con Nuvole Bianche y una tras otra melodía, esa era la única manera de desahogar mi cabeza pero todo era totalmente inútil, Ross no podía salir de mi cabeza ya bastante atormentada por él.

        Cinco y cincuenta de la tarde y aún mis dedos estaban incrustados en las teclas. Escuche unos cuantos golpes a la puerta y solo esa vez me detuve. La puerta se entreabrió y Susie se asomó.

—Laura cielo, la tienda ya va a cerrar.

        Mis codos se reposaron sobre el teclado entrelazando mis dedos detrás de mi cuello.

Odisea |RAURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora