Háblame de él

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—¿Qué más hace falta? Pañales, biberón, toallas... —contabilizó mirando el interior de las bolsas— ¿Seguro que le gustarán los colores pasteles? ¡Doyoung estoy hablándote!

—¿Ah? Lo siento, ¿qué decías Jae?— El mayor giró su cabeza abandonando la absorta mirada de la vidriera. Su despiste era muy notorio y Jaehyun no parecía agradarle que el otro lo ignorara.

—Desde que salimos de casa estás disperso como si algo te molestara. ¿Qué es? Puedes confiar en mí, mi amor.

—No, nada me molesta. Se me está por explotar la vejiga —excusó obviando el tema—, ¿dónde hay un baño? ¿Sabes?

—Sí, el baño está en el piso de abajo. Vamos, camina —rechistó.

—¡Jaehyun!— Doyoung gritó viendo como su pareja dando media vuelta se dirigía hacia las escaleras mecánicas. Siguió sus pasos por detrás llegando a alcanzarlo, pero no abrió su boca nuevamente, quizás la fría expresión del otro era un poco intimidante para hacerlo. 

Segunda planta del edificio comercial al lado de una tienda de indumentaria masculina de renombre estaban los sanitarios. Doyoung necesitaba tomar cinco minutos de respiro y no le importaba si debía hacerlo dentro de un cubículo sentado en un inodoro.

—¿Entrarás conmigo?

—Me quedaré afuera.

—Bien.

El mayor entró sin voltear o esperar una respuesta.
Hizo lo que tenía que hacer y renegó con la ropa que traía: su panza estaba enorme y la pronta llegada del esplendor invierno no ayudaba en nada. Si en los primeros meses de su embarazo lamentaba que sus remeras le quedaban ajustadas o sus pantalones no subían encajando perfectamente un poco más arriba de sus caderas, ahora ni los grandes camperones conocían lo que era "estar cerrados".

—¡Dios, qué mal que me veo! —se quejó mientras miraba su reflejo en aquel gran espejo. La pronta mala reacción del menor parecía sumarse a la colección de cosas que había acumulado Doyoung en este último tiempo. Inseguridades, falta de esto, falta de aquello; se sentía incompleto teniendo a Jaehyun viviendo y durmiendo a su lado. Quizás él no era el sinónimo perfecto para la felicidad que tanto buscaba o quizás todavía le faltaba cerrar un ciclo con algo que había hablado con Ten esta mañana:

—Déjame ayudarte —ofreció Ten mientras Doyoung cocinaba para el almuerzo. 

Eran las 11:32 del preciado jueves, Taeyong seguía durmiendo y Jaehyun tomaba una ducha. El día anterior no pudieron darse el lujo de conversar con los recién llegados, ellos rápidamente se excusaron que estaban cansados por el viaje y que no querían hacer otra cosa más que dormir juntos abrazados y dándose cariño. Doyoung a simple vista pudo notar qué tan fuerte era la relación y qué tan estúpido fue en no darse cuenta que su Hyung, su líder estaba completamente enamorado. El tailandés parecía un personaje adolescente sacado de una película de amor; radiaba energía y juventud cuando estaba junto a Taeyong en cualquier aspecto por donde se lo mire, ambos lo hacían, pero el embarazado sabía que esto no era así cuando ambos estaban en Corea la semana en donde fueron descubiertos y expuestos. Se vieron acorralados casi sin escapatoria de una sociedad que los señalaba con el dedo acusador, ¿quién en esa circunstancia no pondría su amor en duda? Ellos lo hicieron y no era cuestionable porque con el miedo a flor de piel lo único que lograban ver eran las cosas mucho peor de lo que en verdad eran.

—Esta es una tarea que podemos dividir ¿cierto? A nosotros nos gusta cocinar demasiado. 

—Lo sé, Jaehyun y yo también, pero no te preocupes Ten la cocina está a disposición suya así como el resto de la casa —aclaró—. Por cierto, ¿ya conociste a mi conejito?

Un Bebé En Los Angeles (JaeDo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora