Un Bebé En Los Angeles (JaeDo)

Adiós Jaehyun

"Tendré que volver con ustedes. Ellos quieren que me presente formalmente en la empresa y aunque no se escuchaban muy contentos ya hay un pasaje de avión reservado con mi nombre y apellido. ¿Y tú Doyoung?"

"Todo lo contrario: no me permiten ir a Corea hasta que la niña nazca. Quieren que evite todo lente fotográfico para ahorrarse comunicados que salen muy caros"

El agua caliente caía por sus espaldas. Refregó sus ojos mientras dejaba que su mente vagara en lo que ocurriría las próximas dos semanas donde Jaehyun no estaría a su lado.
¿Lo extrañaría? Claro que sí, pero sabía que era indispensable para el otro volver y resolver su situación que era un poco catastrófica. Porque probablemente su jugada de rebeldía termine con un desenlace no tan feliz. Aun así, Doyoung pensó en dejarlo y no entrometerse demasiado ya que Jaehyun era un hombre para decidir y asumir sus responsabilidades de la misma forma en la que él asumió todo el asunto del embarazo, pero eso no quitaba el hecho de sentirse incómodo al respecto.

Escuchó la puerta del baño abrirse y luego la cortina también. Sin embargo él ya había visto quién se aproximaba a invadir la bañera. 

—¿Qué haces? ¿No podías esperar? Terminaré enseguida. 

—Esto se llama ahorrar tiempo y agua —declaró el castaño.

—Sabes que me puedo negar ¿no?

—No vas a negarte Doyoung, descansarás de mí en los próximos días.¿Puedo refregar tu espalda? 

El nombrado frunció su entrecejo y luego hizo una mueca con la cara. De mala gana tomó la esponja y se la tiró a Jaehyun. Terminó por darle la espalda, justo como el otro quería, y dejó que sus manos hagan el trabajo. Los movimientos circulares que el menor hacía estaban siendo bastante relajantes y delicados lo cual sorprendió a Doyoung porque todo lo que venía de Jaehyun terminaban siendo un poco tosco. Claro que esto no era intencional porque el chico poseía esa característica irreparable. 

Un beso fue depositado en su hombro. Su piel se enchinó y movió sus pies de imprevisto como lo había tomado aquello. Sin embargo, aquello era poco. El castaño pasó su mano por todo el brazo del otro descendiendo suavemente hasta llegar a su vientre donde la hizo descansar unos segundos. Susurró algo en el oído del mayor y besó su lóbulo de una forma romántica. Para ese entonces ya había cortado toda distancia entre ambos cuerpos. 

—No quiero irme.

—Y yo no quiero que te vayas. 

—Prométeme que estarás esperándome con los brazos abiertos cuando abra la puerta del departamento dentro de quince días. Y también que te cuidarás mucho.

—Sí, te esperaré así y —giró para quedar frente a frente al más alto— pensaré mucho en ti por las noches porque te extrañaré.

—Podemos llamarnos y tener sex...