*33. Defensa contra las Artes Oscuras

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Los dos días siguientes pasaron sin grandes incidentes. Draco evitaba cruzarse con Moody, igual que lo hacía con Potter, Weasley y Hermione. Seguía sintiéndose humillado y que Alexis hubiera comenzado a llamarlo huroncito para molestarlo no ayudaba. Para él la experiencia había sido traumática, para nada divertida.

La primera clase de Moody la tuvieron el viernes por la mañana. Al llegar al salón ingresaron y se apresuraron a ocupar unas mesas al centro del mismo. Sacaron sus ejemplares de Las fuerzas oscuras: una guía para la autoprotección y aguardaron en un silencio poco habitual. No tardó en oírse el peculiar sonido sordo y seco de los pasos de Moody provenientes del corredor antes de que entrara en el aula, tan extraño y aterrorizador como siempre. Algunos pocos lograron entrever la garra en la que terminaba su pata de palo, que sobresalía por debajo de la túnica.

—Ya pueden guardar los libros —gruñó, caminando ruidosamente hacia la mesa y sentándose tras ella—. No los necesitarán para nada.

Volvieron a meter los libros en las mochilas cruzando miradas expectantes. Moody sacó una lista, sacudió la cabeza para apartarse la larga mata de pelo gris del rostro desfigurado y lleno de cicatrices, y comenzó a pronunciar los nombres, recorriendo la lista con su ojo normal mientras el ojo mágico giraba para fijarse en cada estudiante conforme respondía a su nombre.

—Bien —dijo luego de que Blaize, el último de la lista, hubiera contestado «presente»—. He recibido una carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya son bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Han estudiado los boggart, los gorros rojos, los hinkypunks, los grindylows, los kappas y los hombres lobo, ¿no es eso? —Hubo un murmullo general de asentimiento—. Pero están atrasados, muy atrasados, en lo que se refiere a enfrentarse a maldiciones —prosiguió Moody—. Así que he venido para prepararlos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Dispongo de un curso para enseñarles a tratar con las mal...

— ¿Solo un año? —lo interrumpió Alexis.

—Supongo que tú eres la otra Granger, ¿no? —dijo Moody y ella asintió—. Sí, son muy parecidas, casi idénticas... Sí, solo me quedaré este curso. Es un favor que le hago a Dumbledore: un curso y vuelvo a mi retiro —Soltó una risa estridente y luego dio una palmada con sus nudosas manos—. Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia yo debería enseñar las contra maldiciones y dejarlo en eso. No tendrían que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estén en sexto. Se supone que hasta entonces no serán lo bastante mayores para tratar el tema. Pero el profesor Dumbledore tiene mejor opinión y piensa que podrán resistirlo, y yo creo que, cuanto antes sepan a qué se enfrentan, mejor. ¿Cómo podrían defenderse de algo que no han visto nunca? Un mago que esté a punto de echarles una maldición prohibida no va a avisar antes. No es probable que se comporte de forma caballerosa. Tienen que estar preparados. Tienen que estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Parkinson, tiene que guardar eso cuando yo estoy hablando.

Pansy se sobresaltó y se puso colorada. Había estado ojeando una revista de chismes mágicos. Daba la impresión de que el ojo mágico de Moody podía ver tanto a través de la madera maciza como por la nuca.

—Así que... ¿alguno de ustedes sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?

Varias manos se levantaron, incluyendo la de Draco y Millicent, quienes odiaban participar en clases. Moody señaló a Millicent.

—Eh... —dijo ella, titubeando— mi tío mencionó una, la maldición Imperius, o algo parecido.

—Así es —aprobó Moody—. Tu tío la conoce bien, muy bien. En otro tiempo la maldición Imperius le dio al Ministerio muchos problemas y ahora les enseñaré por qué.

La otra Granger *en Edición*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora