1.절망

11.9K 1.1K 151
                                    

-¿¡En serio me preguntáis por qué no quiero ni verla?! - exclamé, unos minutos después de que los invitados se largaran por la puerta y la discusión empezara.

-Jimin, sé que... - intentó empezar mi madre, con su clásico tono de voz cariñoso y sensible, recordándome que era la única que me escuchaba y siempre me apoyaba. Pero, en ese único instante, no me importaba lo que saliese de sus labios que, de un modo u otro, siempre me convencía.
Esta vez, no iba a permitir que controlasen mi vida de tal modo. Estaba harto de que hasta tenían que elegir a quien amaba.

-¡Park Jimin! ¡Ya hemos discutido esto! - exclamó mi padre, enfurecido, repitiendo las mismas palabras hirientes de siempre que provocaban mi llanto.

-Padre, sigue sin entenderlo, ¡es mi futuro! - respondí. Mi tono ya estaba cansado, cortándose puesto que las lágrimas amenazaban.
Aún así, no debía llorar. Mi padre me enseñó que llorar es para debiles y no quería serlo frente a él. No quería que aprovechase su propio juego para ridiculizarme.

-¡Es tu deber, no tu futuro! ¡Debes honrar a tu família! - dió un golpe en la mesa del comedor cuando terminó su grito, que hizo temblarlo todo.

-¿Lo haré casándome con esa niñata? - traté de alzar la voz a su nivel, pero no podía, puesto que, al igual que mi personalidad, mi voz se acercaba más a lo femenino.

-¡No la llames así! ¡Es tu futura esposa! Y deja de decir esas estupideces de que eres inseguro o lo que sea, ¡sé un hombre! ¡¡Compórtate como tal!!

-Seré un hombre, pero ¡es mi vida! Me dan igual tus estúpidos terrenos o comercios o lo que sea. ¡Quiero ser feliz!

-Lo serás cuando me obedezcas.

-Siempre te he obedecido y jamás he sido feliz, Padre. Y, ahora, cuando creía que me desharía de tus arpas, ¡me acorralas y me hieres de nuevo!

Ya no podía más. Me quedaba sin aire y todo el cuerpo me temblaba, cual pensamiento provocaba aún más mis lágrimas y mi mente borrosa y desorientada.

Decidí correr.

Ni siquiera me dio tiempo de oír el golpe del cerrar de la puerta, ya estaba corriendo sin destino alguno. Sabía que volvería a casa. Siempre lo hacía. Pero necesitaba un momento para respirar y ordenar mis pensamientos sin mis padres acechando en mi espalda y diciéndome qué hacer.
Siempre me decían qué hacer.

Desde que tengo memoria, supe que mi futuro no me pertenecía.

"Te casarás con una bella doncella que elegiremos para ti y trabajarás en el banco de tu padre." Recuerdo las palabras que tantas personas conocidas llevaban diciéndome desde los 5 o 6 años.

Mi madre, más bien, no pretendía lo mismo, pero no podía hacer nada al respecto, aunque siempre quiso.
Pero, claro, tampoco quería que me escapase de casa o algo parecido, más bien al contrario, siempre quería estar conmigo y yo le contaba todo, sabiendo que me escucharía, entendería y aconsejaría. Ella era mi lugar seguro y lo manifestaba de muchísimas maneras. Su fragancia, su manera suave de hablar, su caminar. Todo. Todo en ella era seguro.

Mi padre era exactamente lo contrario. Me tensaba con solo saber de su presencia y le temía con todo mi ser. Su voz, su estatura, su olor...todo de él era escalofriante y hasta repugnante, ya que tenía una posición de autoridad en todo momento. No podía sentir emociones o tener opinión propia delante suyo. Tenía que ser una persona de metal y por eso, y otras cosas, le odiaba.
Es extraño pensar como el destino juntó a dos almas tan completamente distintas sin que ninguna lo desease.

Al igual que mi futuro matrimonio, el suyo fué forzado por mis abuelos, que jamás conocí. Por eso, no eran una pareja como el resto, ya que eran muy distantes el uno con el otro y no hablaban a menudo.

Detestaba su relación y detestaba aún más saber que iba a tener una igual el resto de mi vida con una mujer.

No me gustaba la idea y tampoco me gustaban las mujeres.

No tengo nada en su contra, todo lo contrario, siempre trato de defender a otras doncellas en su lucha secreta por sus derechos. Mi madre, por ejemplo, acudía a reuniones secretas de esa clase y trataba de enseñarme cuál maltratadas están las mujeres, pero siempre debía ser un secreto.

El caso es que no me siento atraído a ellas.
Más bien, me gustan los hombres.

Es extraño, lo sé y, obviamente, sólo lo sabe mi madre y a ella le parece bien, siempre ha sido de mente y alma muy abierta. Lo que no le parece bien que tenga que participar en un matrimonio forzado, por eso siempre trata de consolarme cómo puede. Aunque, seamos sinceros, ¿quién podría consolarme realmente?

Sólo quiero huir...irme, correr, desaparecer. Estoy harto de esto, harto de esta vida, harto de ser un pájaro enjaulado, que vuela por su jaula, dañando las plumas de sus alas con el metal duro y gélido de la jaula, con la única y falsa esperanza de salir al exterior y surcar los cielos.

Llegué a la plaza del pueblo y me senté en la fuente del centro, con la cabeza entre mis manos, tratando de contener las lágrimas que luchaban por salir hacia mis pestañas. Apreté mis ojos y respiré lo más profundo que pude, pero el aire me faltaba y a la vez me ahogaba con lentitud.

No había mucha gente en la plaza, hasta que, de repente, oí el sonido de una carroza real. Sabía identificar esa clase de carrozas puesto que llevaban unas campanas colgadas. Cuando sonaban, todo el pueblo iba al lugar por donde provenían, ya que eran las carrozas reales, del rey Yoongi. Aunque la mayoría de veces sólo venían para que trabajadores de palacio colgaran alguna notícia o petición popular en la plaza en la que estaba.

Nunca me había importado la Monarquía, pero debía admitir que el Rey Yoongi era uno de los mejores que habíamos tenido hasta el momento. No nos ahogaba a impuestos y eso ya se agradecía. Aparte de que era honesto y trataba de hacer lo mejor para su pueblo.

La carroza se detuvo a pocos metros detrás de mi y salieron dos hombres de ella. Uno de ellos sujetaba un pergamino y el otro un clavo y un martillo. Se posicionaron frente el cartel municipal, en el que colgaban noticias de palacio que el pueblo debía saber y clavaron el pergamino que llevaban.

Un sorprendente número de personas, especialmente mujeres, que les seguían desde la carroza, contemplaron el pergamino entre robos de aliento, comentarios y hasta gritos.

Ante la curiosidad, me acerqué y leí como en el pergamino había escrito:

Audiciones como Dama de la Corte del Rey Yoongi del Norte de Inglaterra.

Las damas de la corte suelen acompañar a doncellas reaes la mayoría de veces, pero su alteza Min Yoongi ha decretado que quiere una dama de compañía.

Se requieren mujeres jóvenes, con modales específicos pedidos por su majestad, cuales serán probados en las audiciones.

Éstas serán este atardecer en la plaza sur del pueblo.

La elegida se instalará en palacio esta misma noche, servirá al Rey Yoongi y se encargará de satisfacer sus necesidades reales, al igual que ser la dama de compañía y guardaropa de su majestad.

Seguramente la más estúpida y loca que jamás nadie había tenido, pero tuve una idea.

Dama de la corte | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora