5. 포도

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-¡Lady Jimin, Lady Jimin! - oí gritos que parecían provenir de mujeres por su tono, que me despertaron de mi profundo sueño.

-¿Eh? - logré decir, aunque parecía un gruñido, ya que acababa de despertarme.

-Buenos días, nuestra Lady. - respondieron esas voces al unísono.

Abrí mis ojos con dificultad por la luz y vi a 3 doncellas, que parecían sirvientes, vestidas con delantal y vestidos de color celeste. Sonreían ampliamente, hasta el punto en el que incomodaba, pero no quería ser descortés, así que me levanté de la cama y sentí un extraño peso en mi espalda. Caí en que aún llevaba la peluca encima de mi pelo, lo cual me sorprendió, hasta tuve que llevar mis manos a mi cabeza ante la sorpresa.

-¿Ha descansado bien? - preguntó una de ellas, acercándose a mi, con un tono de voz dulce y hospitalario.

-Oh, sí, muy bien. - respondí, haciendo una pequeña reverencia con el tono más amable y mujeriego que conseguí adaptar a mi voz - Gracias.

-No es necesario que agradezca nada miLady. - respondió la que estaba en el medio de las tres, más bien sorprendida por mis actitud tranquila, mientras el resto se dirigió a ayudarme a levantarme de la cama y doblarla mientras salía de esta.

Me sentía como un peluche, jamás me habían tratado tan bien, ni me había sentido tan cuidado.  

Me llevaron a la habitación llena de estanterías con ropa, que era más un armario en un cuarto, en el cual había una pequeña plataforma redonda en el medio, donde me posicioné y sentí que unas manos delicadas empezaban a deshacer el nudo que ataba mi camisón.
El corazón me dio un salto. 

-¡Ey, ey, ey! - exclamé, por la impresión, tapándome el pecho con los brazos y sintiendo mi cara arder.

-Oh, disculpe, ¿hay algún problema? - respondió la misma, con una mirada de sobresalto inocente.

-¡Sí! ¡No llevo nada debajo! - volví a exclamar, alejándome unos pasos, no entendiendo como ignoraban tal obviedad.

¿Realmente esto era normal en ese lugar? En ese entonces, me dí cuenta de que, en realidad, no tenía ni idea de como funcionaba nada ahí y empecé a arrepentirme de estar allí por unos segundos.

-Exacto, vamos a cambiarle de ropa miLady. - respondió otra sirvienta, con total naturalidad, que me puso la piel de gallina.

-¿No puedo hacerlo yo solo-digo, sola? - respondí, sintiendo una ola de nervios en mi barriga al darme cuenta que me equivoqué.

Las sirvientas se miraron entre ellas, extrañadas.

-Si nos da esa orden, sí. - respondió una de ellas, aún manteniéndose hostil.

-Doy, la orden, doy la orden. - respondí, apresurado, aún sujetando el camisón encima de mi pecho.

-Está bien. - respondieron al unísono, sonriendo, cosa que me dio leves escalofríos y salieron del lugar.

...

Por mucho que tardé, me las apañé para ponerme bien el corsé, el miriñaque y la gigantesca falda del vestido color amarillo claro que elegí entre la gran variedad de vestidos que había en el cuarto.

No lo entendía. Se suponía que también formaba parte del personal, ¿por qué tenía un trato mucho mejor que el resto?

-Esto...disculpen, ¿alguna sabe si el resto de miembros de la corte también reciben tratos como los míos? - pregunté a las doncellas mientras andábamos por los interminables pasillos de palacio, decorados de moqueta magenta oscuro y cuadros de antepasados reales en las paredes, también decoradas con armaduras de plata y bronce.

Dama de la corte | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora