XXII. CUEVA

170 23 0
                                    

Con cuidado entramos a la cueva, siendo lo más cuidadosos que podíamos, evité pisar alguna grietas o piedras para no hacer ruido, el olor a quemado se intensificaba cada vez más, pero Nevra a mi lado parecía no molestarle para nada.

Estando más adentro la luz del sol ya no nos iluminaba y nos encontrábamos sumidos en una oscuridad demasiado espesa, entonces a lo lejos oímos voces, parecían murmuros por la distancia, él se giró mirándome sobre su hombro mientras colocaba el dedo índice en su boca para indicarme que haga silencio.

Claramente yo no pensaba ponerme a comentarle del clima, pero al parecer tiene una idea demasiado errónea de mi persona.

Un aire caliente nos golpeó el rostro de repente, mientras escuchábamos con más claridad que las voces en realidad era solo una , de un hombre, que cantaba una melancólica canción de amor.

Fruncí el ceño adelantándome para escuchar con más facilidad la letra, entonces encontramos casi al final la tenue luz de una fogata, que se tambaleaba por las pequeñas entradas de aire. Paramos en el pasillo antes de la curva que nos dirigía hasta donde se hallaba nuestro principal sospechoso.

-Aquí hay- la voz que siempre me guiaba hacia los fragmentos volvió a aparecer en mi cabeza.

Esta vez sonaba más profunda, retumbando en toda mi cabeza, haciéndome dar un cosquilleo adormecedor en mi nuca que poco a poco comenzó a inhibir mi fuerza de voluntad.

Entonces me vi caminando con la mirada perdida, algo hipnotizada hasta donde se encontraba la voz, que insistía de forma agresiva en que me acercara, Nevra me sujetó el antebrazo con fuerza abriendo los ojos para que intentara parar.

Pero no podía detener mi caminar, con un jalón brusco me solté girando en la curva hasta la fogata.

-¿Qué haces?-murmuró Nevra detrás de mí.

Parado junto al fuego había un gólem, alto, de rostro imponente, tal como dicen las leyendas; paró su canción y me miró con una sonrisa de lado.

Solo cuando dejó de cantar recobré mi libre albedrío e intenté correr, el vampiro me empujó levemente interponiéndose en el camino de la bestia gigante que hacía resonar sus fuertes pisadas en la cueva.

-Veo que dos curiosos más cayeron en la trampa-habló finalmente a unos pasos de nosotros-Hiom ya estaba volviéndose a enfriar.

Dicho eso estiró su brazo hacia Nevra empujándolo contra las paredes de la cueva donde se golpeó en las costillas y cayó al suelo retorciéndose.

Lo miré preocupada pero en cuanto intenté ir con él para ayudarle sujetó con fuerza mi muñeca jalándome hacia la fogata.

-Señor, somos de la Guardia de Eel, solo queríamos hacerle unas preguntas. No hay que hacer un alboroto-balbucee nerviosa intentado zafarme de su mano.

-La canción sólo atrae almas impuras-murmuró ignorándome-Hacemos el bien, no tienen por qué arrestarnos.

¿Hacen el bien?

-Entiendo que tu noviecito no se hipnotizara-me miró sobre su hombro-Puedo sentir el aura cargada de maldad que emana de tu cuerpo. No tendrías que estar en la guardia.

-¡Suéltala!-exclamó el vampiro corriendo a nuestras espaldas desenfundando una de sus dagas.

Aun sin dejar de apretarme la muñeca se giró deteniendo el ataque de Nevra, girando su muñeca con solo una mano y enterrando la daga en su muslo derecho.

Intenté aprovechar mis habilidades recientemente adquiridas por Valkyon y giré sobre mi torso poniéndome de cuclillas para cargar todo el peso del gólem en mi espalda, finalmente perdió el equilibrio y cayó al suelo soltándome la mano machucada.

Corri hasta Nevra que estaba sentado en el suelo con la respiración agitada sujetando su daga con fuerza, lo primero que pensé fue en quitársela para que no obstruya su camino y eso hice luego de una pequeña preparación mental de su parte.

-Me molestan las ratas escurridizas-bufó el gólem parándose para caminar hacia nosotros-Siempre engañando a los demás para que crean que son buenos.

Me giré parándome de inmediato dispuesta a cubrir el cuerpo de Nevra que a penas podía pararse, estiró su mano y sujetó con fuerza mi cuello mirándome furioso.

-Ya te toca-sonrió.

-Déjala-exigió el vampiro apoyándose contra la pared.

-Ustedes le van a hacer bien a Hiom-negó cargándome en su hombro y jalando a Nevra del brazo.

Junto a la fogata había una mujer, en el suelo junto a ella habían cuatros chicos y una chica amarrados, sus cuerpos inertes presentaban claros síntomas de hipotermia, labios morados y la piel pálida, casi azul.

-Aquí hay dos nuevos mi cielo-sonrió tirándonos a unos centímetros de la fogata.

La mujer era un gólem  igual que él, pero su cuerpo en lugar de verse color café por la arcilla utilizada para crearlos era de color azul oscuro, lucía un vestido largo y desgarrado en el final de la falda, algo manchado por la tierra y humedecido por la nieve.

Su postura era recta, con la mirada nos seguía sin quitar una media sonrisa de sus labios violetas, cuando el rodeó la fogata dirigiéndose a un bolso de tela junto a ella noté que ella en realidad no se movía. Estaba paralizada, como una estatua.

Miré rápidamente a mi compañero que seguía algo adolorido con  las manos presionando su herida, al final si se iba a lastimar.

-¿Por qué tienen secuestrados a estos ciudadanos?-pregunté apoyándome en mis rodillas.

-¿Por qué habría de decirles?-carcajeó irguiéndose con una soga en sus manos.

Caminó con pasos pesados en nuestra dirección, incluso sentía que estaba haciendo temblar un par de piedritas esparcidas por el suelo de la cueva, sentí la presión de la mano de mi compañero en mi hombro izquierdo, entonces lo miré suponiendo que ya tenía un plan.

El gólem se puso en cuclillas frente a nosotros extendiendo la cuerda con ambas manos pero al ver que el vampiro técnicamente no actuaba miré desesperada el techo de la cueva con una idea en mente.

-¡Krima!-exclamé cerrando los ojos.

Mi voz hizo eco en la cueva, le sonreí de lado al gólem que aun se mantenía frente a nosotros confundido y al instante apareció junto a él mi familiar, la nube violeta la cubrió haciéndola aumentar su tamaño normal, con sus patas y cola flameando furiosas.

Lanzó un gruñido ensordecedor que lo hizo tambalearse sorprendido, Krima aprovechó su ligero temor y se lanzó a morderle del brazo.

Ante el alboroto jalé a Nevra del brazo corriendo hasta los rehenes que a penas respiraban y comencé a desatarles los pies, él me imitó desatando sus muñecas.

Un gruñido molesto y el sonido seco de una patada rebotaron en mi cabeza, ni siquiera pude girarme a ver el por qué mi familiar lloraba en el suelo cuando sentí como si yo hubiese sido a quien lanzaron contra la pared de un golpe.

Me caí en el suelo sin aire con varias lágrimas brotando de mis ojos, Nevra de inmediato se inclinó hacia mi confundido tratando de ponerme de pie pero el gólem fue mucho más rápido jalándolo del cuello de su remera hacia atrás, estampillándolo de la misma forma que a Krima.

-Ya decía yo que tu aura no era normal-dijo tomándome de los brazos-Primero pensé que era raro que tuvieses un familiar de ese calibre, pero ahora entiendo-de un movimiento rápido me soltó en el suelo junto a la estatua de esa mujer-eso no es tu familiar, es una extensión…

Extendí mis manos a los costados recobrando el aliento y sentí unas hierbas rozar mis dedos, entonces mientras el gólem sacaba una poción de su mochila miré rápidamente a la estatua. Había un brillo violeta casi negro que emanaba de su espalda.

Nevra se aproximó nuevamente sujetando sus costillas con su mano y con sigilo me pidió que no dijese nada, elevó una roca casi del mismo tamaño que su cabeza dejándola caer sobre la nuca de nuestro captor.

Éste se desplomó de inmediato, dejándonos una ventaja de unos minutos para resolverlo todo.

-Salgamos de aquí-exigió mirando de reojo a Krima que llegaba rengueando una pata.

-Mejor plan, átale las manos y pies-señalé levantando la soga del suelo-hay algo raro en este lugar.

-No podemos arriesgarnos-negó.

-No podemos irnos y dejar esto así-suspiré agachándome a observar las hierbas que crecían en el borde de las paredes de piedra.

-Bien, que sea la única vez. Se supone que yo soy tu jefe y tu sigues mis órdenes, no al revés.

-Lamento herir otra vez tu ego, mi cielo-reí arrancando las flores.

-¿Qué vas a hacer?-me miró confundido  mientras se agachaba a atarle los pies.

-Ya lo verás, tú dedícate a rescatar a esos chicos.

La que tenía en mis manos en este momento era una flor de Orteya, la misma que mencionó el hombre del mercado. Si mis deducciones no fallaban, algo esta haciendo que esta mujer se petrifique, por lo tanto ellos están utilizando el calor corporal de los aldeanos para estabilizar la suya.

Rodee con pasos lentos el cuerpo delicado de la chica, su cabello largo cubría el brillo que había logrado percibir hacía unos momentos, con cuidado lo moví a un lado encontrando la razón por la que estaba así.

Dos fragmentos, congelados, estaban incrustados entre sus omóplatos, no tan profundos pero lo suficiente como para provocarle una rápida criogenización del cuerpo.

Dejé las flores en el suelo viendo a mi compañero arrastrar dos de los cuerpos hacia el fuego, coloqué el cabello sobre su hombro y con una mano sujetando su cuerpo y la otra el cristal jalé con fuerza arrancando el primero.

Mientras veía como su cuerpo bajaba una tonalidad de azul sentía mi mano arder de una forma desconcertante, cuando abrí la palma noté como el color turquesa típico del cristal se iba tornando cada vez más oscuro hasta volverse negro completamente.

Atemorizada lo guardé en mi bolsillo trasero buscando en los del abrigo los guantes, me los coloqué discretamente y volví a repetir mi acción quitando el otro cristal.

La mujer se desplomó sobre mí, tambaleante la sujeté entre mis brazos viendo como su piel volvía a ser un poco más normal, con cuidado la dejé en el suelo sentada frente a la fogata  y miré el fragmento en mi mano temerosa de que ocurriese lo mismo.

Esta vez, no sucedió.

-¿Qué tienes allí?-preguntó Nevra acercándose.

-Ella tenía estos en la espalda-dije sacando de mi bolsillo trasero el otro cristal.

-Otros fragmentos-murmuró-Yo los llevaré.

De un manotón tomo ambos guardándolos en una bolsita similar a la que teníamos en Dihera, me agaché a recoger las flores del suelo y Krima se acercó a mí. Le pedí que fuera por ayuda porque nosotros no podríamos cargar tantos cuerpos por esta montaña y ella desapareció obedeciéndome.

-¿Para qué son esas flores?-preguntó a mis espaldas.

-Se supone que estabilizarán la temperatura de sus cuerpos, no se como funcione, pero espero que sirva-suspiré.

Machaqué las flores con una roca sobre un cuenco que tenía el gólem en su bolso y me acerqué a cada chico esparciendo un poco sobre sus mejillas, poco a poco fueron recobrando el color en su rostro y su respiración se normalizaba.

Cuando estaba por colocarle a la mujer que era quien parecía más grave oí a mis espaldas a alguien removiéndose.

-¿¡Qué le han hecho Hiom?! ¡Maldita seas bruja, déjala!-la voz del gólem resonó en toda la cueva. Nevra se aproximó con un trozo de soga en sus manos dispuesto a callarlo.

Coloqué la mezcla con rapidez en sus mejillas y me paré volteándome a ver la situación que transcurría a mis espaldas.

A penas logré dar un paso hacia adelante cuando Nevra miró con preocupación el techo sobre mi, seguí sus ojos viendo la enorme roca que se aproximaba con deseo hacia mi nuca.

Caí al suelo con un agudo y punzante dolor, mientras oía la voz de mi compañero llamarme reiteradas veces al mismo tiempo que colocaba mi cabeza sobre su regazo, algo escurría por mi cabeza y sabía perfectamente lo que era.

La sangre estaba tibia pero por el frío que hacía en el ambiente la sentía tan agradable, miré de reojo al gólem molesta por la estupidez de unos instantes atrás.

Con mis últimas fuerzas y los ojos casi cerrados apreté con mi mano derecha la mano de Nevra para distraerlo y extendí la izquierda hacia el gólem que al instante colocó sus ojos en blanco y cayó hacia un lado inerte.

Cerré los ojos volviendo mi cabeza hacia el frente, con la insistente mirada del vampiro preocupado que sujetaba mi mano y me desmayé.

♤Inside      《Nevra/Eldarya》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora