Un mañana prometedor

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Si el tiempo no hubiese estado tan encima habría llorado a mares pero no podía, tenía que comenzar a prepararse para su graduación. Sentía un dolor tan grande en su pecho que le era difícil de explicar, porque más que un dolor físico sentía que le dolía el alma.

Cristina podía notar la pena de su nieta con tan solo mirarla pero no emitió ningún comentario. Bajó al primer piso a preparar café para todos, luego llevaría a Lucas por su paseo matutino. Sabía que Britta necesitaba privacidad.

En ese momento Britta sintió que alguien entraba a su habitación; el olor era la prueba perfecta que Sam había llegado. Hoy nos graduamos, perra, gritó Sam. Ella, sin poder ocultar su dolor, y con el solo hecho de verla se echó a llorar.

– Por Dios Bri, ¿qué ha pasado? –mirándola muy preocupada.

Sin poder hablar muy bien debido al llanto asesino y ansioso que tenía, ese que te deja sin respirar y con un sonido bastante raro desde tu garganta, le explicó como pudo: se acabó, se ha acabado, se ha ido.

– ¿Quién?- preguntó Sam.

En un break del llanto recordó que no le había dicho nada a su amiga pero al ver el dolor que su cara proyectaba, Sam se golpeó la frente con su mano y dijo: ¡por Dios, cómo soy tan estúpida, quién más iba a ser!

– ¿Ha venido a decirte adiós? Le preguntó mientras prendía un cigarrillo.

Britta odiaba fumar en las mañanas, se sentía asquerosa cuando lo hacía pero la verdad es que esta vez lo haría de igual manera porque se sentía bastante mal con su escena trágica de desamor.

– Se ha ido – dijo, tratando de armar una frase coherente.

Siempre supe que esto no resultaría – comento, ya mucho más tranquila. Era lógico, él es mayor, amigo de la familia y yo soy la niña del hogar. Guardaba la esperanza de por lo menos vivir un pequeño romance prohibido en la casa de Cristina.

Sam, quien ya había terminado su cigarrillo, comenzó a prepararla: le peinó su cabello, le maquilló un poco la cara y la continuó escuchando, por supuesto.

–No seas idiota, Hunt – esa era la forma en la cual Sam llamaba a Britta cuando necesitaba ponerle seriedad al asunto. Puedes liberar tu dolor frente a mi mientras te maquillo pero siempre digna mi reina, siempre digna. Bri, rió.

Respiró profundo, para apartar la pena y habló.

– Tenía la esperanza de pasar el verano caminando cerca de su casa, con algunos encuentros furtivos, de casualidad, así como que no quiere la cosa, sabes.

– Lo sé, soy experta en eso – rió.

– Sam, tú sabes que para mi esto es extraño. Cuando recibía sus mensajes nunca lo tomé tan en serio; se pueden decir muchas cosas por un chat y puede que muchas de esas cosas no sean sinceras. Habían días en los cuales me aferraba a la idea de que lo que había vivido era cierto, luego pensaba y creía que todo había sido un juego. Me aterraba la idea de que todo fuera eso, solo un juego, y luego volvía a pensar y ver que me seguía escribiendo y me daba cuenta que no. Gran parte de mi esperaba que no fuera cierto, para que doliera menos el momento de decirle adiós a este amor, pero no, nunca lo dejé ir. No esperaba que doliera tanto. Tú sabes que no me gusta llorar por tonterías, ni cuando éramos niñas, ¿recuerdas?

– Por supuesto que recuerdo, no te gustaba llorar por nada pero está bien llorar, Bri. No quiere decir que seas débil. Es bueno llorar.

– Lo sé, pero me hace sentir como toda una idiota y tú sabes que no me gusta sentirme así.

Aquí conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora