Buenas y malas decisiones

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Aunque hubiera deseado con todas sus fuerzas que la semana pasara volando, no fue así, cada día se hacía más eterno, no entendía por qué las horas se hacían más eternas, cuando solo quería que pasaran volando como segundos.

La semana partió bien, ya habían terminado todo lo que tenía que ver con calificaciones, literalmente eran libres, podían no ir mas a clases pero su padre la había convencido que era una etapa que tenía que terminar como todos los demás, eso implicaba literalmente ir a calentar el asiento y al final de la semana realmente se lo agradeció. No pasó mucho dentro de la semana pero fue muy bonito recordar con todas sus compañeras, como habían cambiado dentro de estos años, que iban hacer con sus vidas, saliendo de la primera etapa educacional, la cual todas llegaron a la conclusión que todas la odiaban. No porque para la mayoría la hubieran pasado mal si no que era horrible, estar en un lugar que parecía una cárcel, cinco de los siete días a la semana.

Claramente al momento del fin de algo, todos parecen ser mejores amigos por siempre pero cada una era consciente que estaban siendo condescendientes la una con la otra, la mayoría era consciente, que luego de graduarse el sábado por la mañana, cada una seguiría con su camino. Excepto las que habían hecho buenas amigas en el colegio, ella tenía a Sam y ahora sabía que con ella, bastaba.

El Miércoles, como despedida de los cursos inferiores, organizaron una guerra de bombitas de agua, la campana había recién sonado para ir almorzar, las chicas se dirigían a la cafetería cuando los tres cursos inferiores, las encerraron y comenzaron la guerra. La verdad la pasaron bastante bien, Britta no recordaba cuando lo había pasado así de bien en el colegio, la magia de saber que las cosas tienen que llegar a su fin. Habían terminado todas empapadas, ahora todas estaban sentadas en la cancha de futbol tomando el sol y secando su uniforme, para no caer resfriadas. El sello final de ese día fue cuando, les llevaron hamburguesas y papas fritas, claramente habían hamburguesas vegetarianas para las chicas que no comían carne. Fue un día perfecto, concluyo Britta al dormir esa noche.

Y de pronto, llego el último día de colegio, el fin de la última etapa de ser una cría, de ser un rehén de sus profesores, el último día de compartir con gente que no le importaba lo suficiente. Esa mañana había despertado mucho antes que sonara el reloj, estaba nerviosa, emocionada y extasiada. Hoy era su último día de colegio, su cita con Vincent y una semana exacta para cumplir la mayoría de edad y volver donde Cristina.

Estaba con la mirada tan pegada en el techo de su habitación que cuando entro su padre a la habitación, pensó que su hija estaba teniendo algún tipo de parálisis.

– Por dios, Britta ¿Estás bien? – había preguntado su padre al verla tan sumida en sus pensamientos.

Britta que en ese momento estaba pensando que finalmente, podría ver a Robert, después de tanto tiempo por fin podría verle la cara, mirarlo por fin de frente y no a través de sus recuerdos, luego de Robert paso a Vincent, no sabía muy bien que sentía por el pero sabía que no era amor, que quería el de ella, que le veía. Aún no entendía en qué momento su vida se había transformado en rehén emocional de un par de hombres.

– Siendo rehén de mis pensamientos – comentó Britta, al escuchar la voz de su padre – pero estoy despierta.

Su padre, la miró y luego se acercó a dejarle su vaso de leche con chocolate

– Se que ya no eres unas niña pero yo tengo casi cuarenta y cinco y aún me sigue gustando la leche con chocolate – comento mientras le pasaba el vaso de leche a Britta.

Britta miró a su padre y por un segundo, quiso contarle todo lo que estaba pasando por su mente pero en cambio, le recibió el vaso sonriendo.

– Gracias Julián – le agradeció.

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