La luna siempre había sido una buena compañera para sus noches solitarias, su fiel confidente cuando lloraba en silencio en su habitación.
Y hoy era una de esas noches de desvelo, sin embargo hoy también tenía otro acompañante.
Su amante, aquel que le robaba suspiro y hacía enrojecer hoy estaba presente en aquel lugar haciéndole compañía a la joven chica en aquella fría noche.
Y la luna había sido la única testigo.