Capítulo 6

2.9K 176 17
                                    

—¿Quién? ¿Quién eres?— pregunto para constatar.

Sé que es él, y mi corazón acelerado me lo confirma, sin embargo necesito que él lo diga. ¿Por qué siento tantos nervios con tan sólo oír esa voz tan ronca y tan varonil? ¿Por qué me siento tan extraña de sólo evocar la imagen de aquel hombre en mi cabeza?

—Sabes quién soy América, lo sé por el tono de tu voz.

Se oye galante, e incluso puedo imaginarlo sonriendo burlonamente, pero sin dejar de tener ese aire lleno de misterio.

—Darío— pronuncio con la voz queda.

—Exacto— confirma.

Suspiro.

—No he tenido un buen día, por favor, no quiero más problemas.

Y me siento tonta cuando acaba la oración, suena como si nosotros compartiéramos algo, algo problemático y comprometedor. Pero no, para nada es así.

—¿Acaso alguno de tus días no lo es?

Arrugo el ceño, y parpadeo pensando. Sé que él no puede ver la expresión de mi rostro, tan sólo oye el silencio precedente, y eso le debe hacer creer que está en lo cierto. Y sí, de todas maneras, ¿Para qué mentir? Darío D´Angelo está en lo cierto, todos mis días son una porquería.

—¿Recibiste mi regalo?

¡Lo sabía! Era tan obvio.

Dejo ir un suspiro de fastidio.

—Desgraciadamente sí— digo con molestia— ¿Es que no quedó claro cuando dije que no quería regalos?

Una risa sonora se oye del otro lado, está riendo y de una manera elegante y refinada. Es una risa falsa, tan falsa como el amor de Sofía por su Sugar daddy.

—Me quedó claro América, pero soy un hombre insistente— me dice.

—En dónde vivo a eso se le llama ser  acosador, no insistente— refuto.

Nuevamente esa risa, esta vez es más jovial, es más sincera.

—Pero admite que soy el mejor acosador que vas a tener en tu vida.

Me deja muda. ¿De verdad este hombre dijo lo que dijo?

—Estás demente— sentencio—. Mira de verdad yo no…

—No tomes decisiones apresuradas América. Piensa en lo que harás, esta noche antes de dormir piensa en lo que quieres, y en cuanto tiempo te llevaría conseguirlo… luego piensa en mí, y en mi propuesta.

Su manera de hablar hipnotiza, su voz tiene un no sé qué, que resulta fascinante y huele a misterio como todo él. Mi cabeza trae el recuerdo de su intensa mirada, puesta sobre mí persona. Y mi nivel de nervios aumenta, a pesar de que no lo tengo ahora mismo enfrente de mí. Ni siquiera sé cuál es esa propuesta de la que tanto me pide que medite. Sin embargo me tiene en ascuas el deseo por querer saber y la resistencia por negarme a oírle.

—No hay  nada que yo pueda querer de ti— digo una vez más, pero esta vez mi voz es débil, ha perdido esa firmeza que tenía la vez que se lo dije por primera vez.

—Ya no pareces tan segura— advierte.

—Lo estoy— reafirmo.

—Bien, tendré que buscar otros métodos para hacerte pensar. No estás siendo muy inteligente América.

Aquello sí, me hace enfadar ¿Quién cree que es él para decirme que no pienso? ¿Para decirme que no soy inteligente?

—Escucha…

¿Qué necesitas? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora