Capítulo 21

1.9K 117 13
                                    

—¿Listo? — me pregunta Darío en cuanto vuelvo a subir silenciosamente al coche.

Asiento con un movimiento de cabeza.

Pensé que me sentiría un poco mal, por abandonar el trabajo que tengo desde hace poco más de un año. En la panadería aprendí a correr con el tiempo, lidiar con clientes insatisfechos y conocí a Ana y Sofía. Y ellas dos son lo único que voy a extrañar del empleo. Pero el resto, no. Y tengo que reconocer que me sentí muy bien, diciendo “quiero renunciar”. La mirada de Carlos primero fue de descreimiento. Creyó que era una broma, ante mi seriedad se dio cuenta de que no. Entonces me dijo que estaba bien, no hubo nada de reticencia y por último me preguntó a dónde me iría a trabajar ahora. A pesar de lo incierto que todavía es todo para mí, quise por una vez no sentirme una fracasada y se lo dije: iría a una agencia de modelos. Se me río en la cara, pero tampoco me importó demasiado, porque algo en mí me susurró que no me pusiera mal, porque el que ríe último, ríe mejor.

—Mi ex jefe se río de mí— confieso con tono despreocupado—. Le dije que trabajaría ahora, en una agencia de modelos, y se río de mí.

No quiero que mi voz se note afectada por ello, y por suerte no lo hace. Se oye como si me diera gracia la situación. Como si fuera un chiste sobre mí. Otro más.

—Tu ex jefe es un idiota— sentencia Darío—. Un idiota que se querrá morir cuando prenda su smart tv y te vea allí en la pantalla, siendo una de esas mujeres inalcanzables, con las que él sólo podría soñar en su vida.

Suspiro, pero se me forma en los labios una sonrisa melancólica.

—¿No es demasiado eso?

Darío también sonríe. Supongo que para un hombre que tiene demasiado de todo lo bueno que la vida te puede dar, nada nunca parece imposible o mismo, demasiado.

—Nunca— responde.

Era obvio. Todo es posible con dinero.

—¿Qué toca hacer ahora?

—¿Qué es lo que quieres hacer?

Arrugo el ceño.

—Nada— respondo—. Tal vez dormir.

—¿No quieres probarte la ropa que has comprado? — pregunta viéndome de reojo.

Encojo los hombros. No había pensado en la ropa.

—Siendo sincera, no. Ma da lo mismo.

Suspiro.

—Ok, tal vez si haya algo que quiera hacer— confieso. Observo a Darío y él me da el permiso para hablar—. Quiero visitar a mi mejor amigo, tengo que contarle lo que me pasó y lo de mi nuevo empleo. No puedo ocultárselo.

—Está bien. Te llevaré con él. Nada de lo que harás ya sea en la agencia o conmigo, es un secreto. Lo aclaro por las dudas de que te crees ideas locas en esa cabecita.

Veo una leve sonrisa en sus labios, que rápidamente desaparece.  La reemplaza ahora la seriedad.

Y yo no puedo dejar de pensar en esa parte en la que dijo “nada de lo que harás ya sea en la agencia o conmigo, será un secreto” ¿Qué quiso decir con eso? En ningún momento se me ocurrió que todo esto fuera a quedar en secreto.

—Dime una cosa América ¿Qué son ese amigo tuyo y tú realmente?

Entorno mis ojos, confundida ante la pregunta. Si se trata de lo que creo… se está equivocando bastante.

—Ariel, mi mejor amigo, es gay— digo riendo.

Darío parpadea, hace ademán de hablar, pero se calla.

¿Qué necesitas? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora