Capítulo 33

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—¿Qué estás haciendo tú aquí?— espeto, en cuanto la puerta se cierra, dejándonos completamente a solas.

Aunque miré a Nahuel de soslayo, rogando que insistiera en quedarse, no lo hizo. Era evidente, Darío es el jefe aquí y nadie además de Marcus, debe tener el valor para contradecirlo. Hasta ahora ese tipo es el único al que le oí llevarle la contraria. O quizá sea porque Marcus me ve como la decadencia de la agencia, entonces quiere evitarlo y eso lo lleva a contradecir a Darío.
¿Qué diría Marcus ahora si me viera? Seguramente le estaría dando un ataque, ya que no puedo ni siquiera controlar mis nervios para realizar unas sencillas fotografías polaroid.

Me abrazo a mí misma como si tuviera frio y le muestro a Darío una mueca de disconformidad. No estoy de acuerdo en que él esté aquí, no estoy de acuerdo en que sea él quien tomé estas fotos, después de su confesión ¿Cómo se supone que seremos profesionales? Está haciendo un mal uso de su poder en la agencia.

—América, relájate. No quiero sonar contigo como un patán, pero lo tendré que hacer, para que entres un poco en razón: esta es mi agencia, y puedo hacer lo que quiera.

¡Oh vaya! Sí, se estaba tardando en recordármelo, de hecho me parecía raro que todavía, a estas alturas nada de ello haya salido de sus labios. Pero hoy llegó el día.

—Sé que es tu agencia, y puedes hacer lo que quieras, pero ¿No hay reglas aquí?

—Sí, y puedo romperlas cuando quiera— responde él.

Se acomoda su saco con elegancia y procede a inspeccionar la cámara fotográfica como minutos atrás lo hacía Nahuel.

Lo veo concentrado mirando, y acomodando el lente. Y me concentro yo, pero en las facciones de su rostro;  sus ojos son tan verdes, pero no siempre están del mismo tono, hoy están por alguna razón, más brillantes. Su piel luce inmaculada, lo que le hace ver más joven que otras veces, porque se ha afeitado la barba totalmente. Le queda estupendo, pero no debo pensar en eso. Me desconcentra completamente.

—Por favor, colócate en el centro del fondo blanco— me pide.

Doy un bufido y coloco las manos en la cadera.

—¿De verdad tú tienes que hacer estas fotos?— pregunto—, ¿No puedes sólo invitarme a salir y ya?

Ni siquiera sé donde salió el valor para decir tal cosa, pero de repente me arrepiento de hacerlo porque sus ojos tan preciosos y de otro mundo se posan sobre mí como si hubiera dicho algo inapropiado.

Dios, es que sí fue inapropiado. Pero estoy que no puedo más de los nervios por las fotos y la incertidumbre por la relación extraña que llevamos.

—¿Entonces quieres que te invite salir?

Deja la cámara, y se enfoca en mí. Muevo los ojos de un lado al otro, bastante incomoda por la situación.

—Creo que cuando quieres a alguien, y quieres que se enamore de ti… debes invitarle a salir—digo en voz baja, encogiendo los hombros.

Una sonrisa en sus labios me hace poner roja como tomate.

—Soy mucho más grande que tú América, sé que tengo que hacer, pero quería ser más original contigo, debido a que hemos empezado nuestra relación de manera poco convencional, y además tú eres poco convencional.

Frunzo los labios, y procedo a dirigirme al centro del fondo, a donde me indicó.

—¿Ese es otro cumplido al estilo Darío D´Angelo?

Mueve la cabeza asintiendo, sonriendo de lado pero volviendo a mirar el lente de la cámara.

Es verdad que el comienzo de nuestra relación fue diferente. Diría que fue acoso, pero quizá estoy siendo muy dura. Aunque, su manera de proceder pudo haberse tratado de la manera de proceder de un psicópata. Sin embargo terminó siendo el hombre que me salvó de las garras de mi ex novio y del infierno que era vivir en lo de mis suegros.

Suspiro otra vez.

—Está bien, supongo que no tengo otra opción, hagamos esto de una vez— digo , refiriéndome a las fotos.

Puedo ver una sonrisa de satisfacción en el rostro de Darío. Cuando me volteo y él ya no puede verme, sin quererlo se me escapa  también una pequeña sonrisa.

¿A qué viene todo esto? ¿Por qué sonrío si no quiero que él esté aquí? Porque eso es lo que dije, y eso es de lo que quiero convencerme. No quiero que él  esté aquí y lo repetiré tanto en mi cabeza, hasta que me lo pueda creer.

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