Capítulo 43

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—La pregunta aquí es quién eres tú— dice la rubia, quitándose las gafas de sol y dejando a la vista unos deslumbrantes ojos celestes aguamarinas— ¿Quién es ella Darío?

¿Darío? ¿Por qué tanta familiaridad? ¿Quién demonios es?

Miro a Darío y veo que esta rojo de rabia, las manos apoyadas en su escritorio y la mirada ahora puesta en la mujer que acaba de entrar, como si quisiera pulverizarla tan sólo con el poder de la ira que lo compete.

Cierra los ojos y se lleva una mano a la sien, notoriamente fastidiado.

—¡Leila!

El grito que pega me sobresalta, más no a la recién llegada, que sonríe con diversión.

Por supuesto Leila no tarda en aparecer. Esta aterrada.

—Señor D´Angelo, lo lamento, la señorita Polina insistió en pasar, le dije que no podía hacerlo sin avisar antes, pero…

Me sorprendo de ver a Leila así de asustada y de ver a Darío tan molesto. ¿Qué mierda pasa con esta gente?

—Comunícame con Martín, dile que quiero verlo en dos horas—Leila asiente, está por irse pero Darío la retiene— y no puede postergarse— remarca.

La tal Polina se acerca con actitud cansada, y toma asiento en una de las sillas. La tengo al lado, y puedo confirmar que lo que tiene de elegante y hermosa, lo tiene de arrogante en cada movimiento.

—¿Qué es esto? ¿Te pones así porque llego sin avisar? ¿Por qué debo avisar? Parece que olvidas que  también soy dueña.

¿Qué? ¿Cómo que dueña?

Darío me mira, y dice:

—América, retírate, por favor.

La forma autoritaria me molesta un poco, sin embargo, entiendo que no puedo quedarme presente a escuchar que van a hablar, porque no soy nadie para hacerlo. Soy solo una modelo más.

—Sí, bueno, hablamos después— digo.

Me voy hacia la puerta, antes de salir, volteo y observo la expresión del rostro de la mujer; sigue sonriente como si se burlara de cada uno de nosotros.

DARÍO

—¿Es ella?

La voz de Polina me saca de quicio, ni siquiera tolero su voz, mierda. Lo único que me faltaba en este día, para completarlo, era esto.

—¿Es ella quién? — digo fulminándola con la mirada.

—La chica que sale contigo en el escandaloso vídeo que está circulando por todo internet—espeta— ¿Qué? ¿Creíste que me quedaría sentada en mi apartamento, viendo como tiras todo el esfuerzo de tu madre, sólo por una muchachita? Estas equivocado, Darío. Esta agencia no solo te pertenece a ti.

Eleva las cejas, y da un suspiro.

—¿Qué haremos al respecto?

—Nada, tú no harás nada, te volverás a donde sea que estés viviendo, y te mantendrás al margen de todo lo que pase aquí.

Polina larga una risa.

—No, no. Todo esto es absurdo— se pone de pie, y me enfrenta—Y estoy cansada de quedarme al margen mientras tú manejas todo. También soy propietaria de La agencia. Y quiero tomar parte como accionista.

—Olvídalo, no sabes nada sobre negocios, y no tienes idea de cómo se maneja una agencia de modelos.

—¿Y cómo se maneja? Es decir, ¿reclutando cualquier chiruza de la calle, pintándola un poco y manteniendo relaciones íntimas con ella mientras alcanzan el éxito? ¿O golpeando personas en la vía publica? Dime, no comprendo.

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