Darío llega unos once minutos después. En cuanto veo su coche acercarse siento un inmenso alivio, que logra infundir un poco de paz a mi apesadumbrado y roto corazón; necesitaba verlo, es el único que puede hacerme olvidar el dolor que tengo en el pecho. Él único que sabe cómo hacerme olvidar los problemas que cargo.
Me sorprendo cuando lo veo bajar del BMW, correr hacía a mí, y examinar mi rostro, tan preocupado por mi bienestar. Esperaba de él preocupación, pero al ver sus ojos, me encuentro con mucha más inquietud de la que imaginé. Hace poco nos conocemos, hace poco que iniciamos un romance sin etiquetas, e incierto. Aun así esos ojitos claros, demuestran más de lo que el único novio que tuve, en mi patética vida, me ha demostrado en años.
—¿Qué sucede? ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras? ¿Alguien te ha hecho daño?— pregunta, tomando de mi barbilla, atravesándome con esa mirada cargada de enigmas.
Hago un puchero, y el labio inferior comienza a temblarme, antes de romper a llorar una vez más. Me echo a sus brazos, prendiéndome de él y llorando fuertemente, acurrucada en su pecho. Él no me aparta, me abraza; me abraza fuerte, acaricia mi espalda, y mi cabello. Susurra palabras de consuelo que calan hondo en mí, y me hacen sujetarlo aún más fuerte. Dios, sabía que él podía darme esto: amor.
Darío es un hombre que tiene tanto dinero, pero en estos momentos, no es su dinero lo que más necesito de él, en estos momentos lo que más necesito, es su amor. Solamente eso.
Me abraza y consuela hasta que yo decido que es suficiente, me hago hacía atrás, asiento con la cabeza para indicarle que me encuentro mejor, y entonces, recién ahí, me invita a subir al coche.
Una vez dentro, pregunta:
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Quieres hablar sobre eso? Me preocupas, y no precisamente poco.
Sí, quiero hacerlo, lo necesito.
—Fui tan tonta. Pensé que mi familia me daría una oportunidad, ahora que mi vida es diferente, pensé que mi madre me aceptaría, que perdonaría mis errores, y me daría un abrazo y me dejaría ver a mi hermana— sonrío con nostalgia—, pero ella sólo me volvió a echar de la casa.
Tengo que contenerme para no volver a llorar.
—He sido tan tonta por pensarlo siquiera.
Darío parece asombrado.
—Olvídate de ella— me dice terminante—, comienza de cero, te tienes a ti misma y con eso es suficiente. No necesitas de una madre que te abandona, ni de nadie. Hay personas que es mejor tener lejos, aunque sean familia. No necesitas de nadie América.
Las lágrimas se secaron en mis ojos, concentrada en lo que me dice, lo miro atenta. Mis ojos brillantes lo observan.
—Te olvidas de que te necesito a ti— digo casi sin pensarlo.
Cuando me doy cuenta es demasiado tarde, porque lo dije, porque me oyó, porque no fueron palabras dichas en la cama siendo dos amantes fervientes. En absoluto, lo dije en un momento de suma debilidad. Siendo sumamente sincera.
Darío me ve por unos segundos, de una forma extraña, como si le doliera que lo necesitara. No me dice nada al respecto, y pone el auto en marcha. ¿Qué sucede? De repente pone distancia, de repente se acerca demasiado, rozando mi corazón. Me confunde.
—Eres una mujer fuerte, que no necesita de nadie, ni siquiera de mí. Yo sólo te ayude a encontrar el camino, todo lo que pasará ahora, y después, son tus méritos.
Y aquí estoy otra vez, preguntándome ¿Por qué pone de momento esta distancia entre nosotros? ¿Ha pasado algo de lo que no me estoy enterando?
—¿Todo bien contigo?— pregunto.

ESTÁS LEYENDO
¿Qué necesitas?
Genç KurguDarío D'Angelo, apuesto, millonario y generoso. Era un hombre con muchas virtudes, y unas costumbres un poco raras. América, era una jovencita desdichada, que tuvo la suerte de ser vista entre tantas mujeres y ser elegida por Darío. Pero... ¿Ser ele...