Llevaba un tiempo bastante largo sin ir a la peluquería y sin hacerme nada en el cabello. Cuando el trabajo que me estaba haciendo hubo terminado, me miré al espejo y me sentí enamorada del nuevo aspecto que lucía en mi cabeza.
Ahora luce brillante, más lacio, más vivo y unos tres dedos más corto que antes.
—¿Qué tal? ¿Te agrada?— me pregunta Bárbara mirándome por el espejo, con una sonrisa de suficiencia.
Doy un suspiro y acabo asintiendo. No quiero admitir que me encanta, pero me encanta. Intento que mi sonrisa no se ensanche de más. No pasa seguido, ya hace un lago rato que no me sucedía de querer sonreír con amplitud. Sin embargo en este momento siento que si no me controlo, la sonrisa no va a entrar en mi boca.
—Ahora sólo falta un poco de maquillaje, pero primero la limpieza facial— Bárbara recoge su abrigo—, ven te llevaré al quinto piso—me dice.
Estamos por irnos, pero Marcus llega en ese preciso momento. Se detiene frente a mí y me inspecciona. Me quedo esperando a que termine de verme, como quien ve a un bicho exótico, para poder irme.
Sé que Marcus también se encarga de mi nuevo aspecto físico, porque Darío se la encomendado, porque si no fuera por ello, yo ya habría prescindido de él, y él de mí.
—¿A dónde la llevarás ahora?— pregunta a Bárbara sin dejarme de mirar, y tomando un mechón de mí cabello, para verlo mejor.
¿Es necesario que ponga esa cara de oler excremento?
—Iremos con Marina, para que le haga un tratamiento facial.
¿Hay que explicarle todo? ¿En serio? Empieza a ser todavía más insoportable, con cada segundo que pasa.
—Bien, eso es necesario— me ve a los ojos—. Es necesario que mantengas el cuidado de tu piel América ¿Comprendes?
El tono de Marcus no es nada amigable, hasta Bárbara se da cuenta, la veo revolear los ojos y cruzarse de brazos.
—Si tú no aportas a la causa, nosotros no podemos hacer magia contigo— me reprende.
—Ella ya lo comprendió Marcus, deja de ser tan pesado— le dice Bárbara.
Marcus larga una carcajada irónica.
—¿Yo soy pesado? Estoy tapado de trabajo y encima tengo que ocuparme de esta niña que no tiene idea de donde está parada.
Suspiro fuertemente, y me veo en la obligación de hablar y de decir algo en mi defensa.
—Sé bien en donde estoy parada y sé bien por qué estoy aquí— encaro mirando a Marcus.
Los ojos del hombre me miran con seriedad.
—Que se empiece a notar querida, porque la más linda de esta agencia no eres, así que busca en que destacar, o serás comida viva.
Aprieto los dientes y aguanto las ganas de responderle, que se vaya a la mierda.
Bárbara sale en mi defensa, alegando que estamos perdiendo el tiempo, entonces Marcus se calla y nos deja ir sin decir ninguna palabra hiriente. Pero yo estoy un poco destrozada, no quiero sentirme mal por cada cosa que ese tipo me diga, pero resultan ser bastante crueles para mí. Debería estar curada de las personas crueles, pero lo cierto es que no lo estoy. Los comentarios me duelen, las acciones me duelen y enfrentar no es tan sencillo como te quieren hacer creer.
El tratamiento de limpieza facial resulta ser lo mejor del día, hasta ahora. Marina, la cosmetóloga de la agencia es una mujer simpática y amable. No hace alusión alguna al descuido de mi piel, que al parecer es piel mixta. Tengo partes en donde mi piel es seca, y partes en dónde mi piel es grasosa. Nada que no pueda tratarse, según Marina.
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¿Qué necesitas?
Genç KurguDarío D'Angelo, apuesto, millonario y generoso. Era un hombre con muchas virtudes, y unas costumbres un poco raras. América, era una jovencita desdichada, que tuvo la suerte de ser vista entre tantas mujeres y ser elegida por Darío. Pero... ¿Ser ele...