Capítulo 3

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-¡Tienes que irte de esa casa América! ¿Por dios a qué estas esperando? ¿A convertirte en una más de esa larga lista de mujeres que aparecen asesinadas, tiradas en un barranco, dentro de grandes bolsas de consorcio?

Mis ojos oscuros se alzan y observo a mi amigo de soslayo. Un largo suspiro brota de mis labios, es todo lo que puedo responder.

Anoche hubo guerra en la casa, y no en el buen sentido. Hubo una guerra, una de las grosas. Esas que hasta alerta a los vecinos para que llamen a la policía. Lo que pasó fue lo de siempre, en un primer momento, luego se convirtió en algo más terrible que lo de siempre:

Alexis llegó de no sé dónde, a eso de las once de la noche, estaba tan enojada con él por haberse ido sin avisar, cuando sus heridas todavía estaban curando, y me ha tenido de esclava como si le hubiera dado una enfermedad, pero mágicamente para salir se siente bien, y resulta que ya no me necesita. Así que en cuanto llegó discutimos, le grité, me gritó. Nos dijimos cosas horribles, sus padres se metieron, y era tanto el griterío que hasta el perro de mi suegra se sintió en la necesidad de interferir, viendo que su dueña no dejaba de gritarme y amenazar con golpearme con el cucharon para revolver la sopa. No me quedé callada pero aun así no he dicho todo lo que tenía por decir. El espectáculo terminó con la venida de la patrulla de la policía, que se fue tranquilamente después de corroborar que no se trataba más que de una sosa pelea familiar.

-No van a asesinarme Ariel, no seas extremista- digo, volviendo mi vista al suelo, más precisamente a mis pies en movimiento.

-Esa mujer amenazó con golpearte América- dice regañándome-. ¿Acaso eso te parece normal?

Sonrío porque estoy nerviosa, porque sé que tiene razón, pero no lo quiero admitir porque tengo que vivir ahí y no tengo más opción.

-No iba a golpearme realmente- respondo.

El celular de Ariel comienza a vibrar, le hago señas de que no se preocupe y atienda. Mientras tanto comienzo a caminar, y él se aleja unos pasos mientras mueve las manos al son de sus palabras. Desconecto con él y me siento en una banquina a esperar que termine de hablar.

En ese entonces veo pasar el BMW negro del tipo que se queda en frente de la panadería. Caigo en la cuenta de que hoy miércoles no ha estado en su lugar habitual. Como la hacía siempre durante el último mes.

El corazón me comienza a palpitar fuerte, por alguna razón que desconozco. Trago duro, pero me quedo allí sentada, vuelvo a decirme a mí misma que no debe ser el único ser humano con ese auto. Debe haber miles más ¿O no?

Dos minutos pasan, y Ariel no regresa. Lo perdí de vista. Me pongo en pie para salir a buscarlo, lo asesinaré si me dejó aquí y se fue sin avisar.

Ni bien giro mi cuerpo, choco con alguien de frente, sus manos tocan mis hombros, y me sujetan, en cuanto alzo la mirada sus ojos de gato me contemplan de forma firme.

Me quedo estática, un poco sorprendida, un poco asustada... un poco atraída hacía ese hombre.

-¿Podemos hablar América?

La mención de mi nombre me hace espabilar.

-¿Tú? ¿Estas acosándome? - inquiero-. Te lo advierto, si intentas...

-No estoy acosándote América, sólo quiero charlar contigo.

Lo miro con desconfianza. Con mucha desconfianza. Él se ve serio, su ceño esta fruncido, como si no estuviera muy contento. Y viste demasiado formal para estar en una plaza ordinaria, contrasta completamente con el ambiente.

-Ya te dije que no tengo nada que hablar contigo. No sé quién eres, y el hecho de que sepas mi nombre no te hace menos escalofriante. Así que por favor, déjame en paz. De lo contrario tendré que ir a la policía.

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