Capítulo 28

1.6K 104 12
                                    

Los fuertes rayos del sol filtrándose y el ruido de la ventana al ser abierta, me hacen abrir a los ojos abruptamente. Me encontraba durmiendo a pata suelta, siendo un enredo de cabellos, sabanas y ropa. Mientras soñaba con él, puras incoherencias, que ni siquiera puedo unificar; sus ojos verdes viéndome, su sonrisa por momentos, su perfil, sus manos en mi cintura. Pero nada que tenga sentido alguno.

Cierro los ojos otra vez y mascullo de dolor. La cabeza me retumba tanto que apenas puedo mantener mis ojos abiertos. Me siento tan mal, que quisiera quedarme en la cama el resto del día.

—Señorita América, debería ir preparándose antes de que se haga más tarde.

La dulce voz de Laura me indica que es ella quien  abrió la ventana.

Siento que mi voz es carrasposa, y necesito aclarar mi garganta antes de hablar.

—Buenos días ¿Qué hora es? – pregunto incorporándome.

La mujer me observa con una sonrisa.

—Son las once de la mañana— responde.

Ahora sí me despabilo por completo, a pesar del dolor de cabeza.

—Es tardísimo, debería estar en la agencia a estas horas. Tengo muchas cosas todavía por hacer, yo…

—Tranquila, el joven Darío me pidió que la despertara a esta hora. Dijo que anoche llegó muy cansada, y era necesario que durmiera, que luego cuando despierte le recuerde que desayune bien, y recién después vaya hacia la agencia.

—¿Qué?

Entorno los ojos, me llevo una mano a la cara, tocando mi frente. La sola mención del nombre de Darío me hace subir el color a las mejillas y poner el corazón a latir velozmente. El recuerdo resurge a mi mente, y entiendo porque oír su nombre me provoca taquicardia.

—¿Qué mierda hice? – mascullo en silencio.

—¿Qué dijo?— me pregunta Laura.

—Oh no, no era nada. Sólo hablaba sola.

Aprieto los labios.

—Laura, por casualidad ¿Cómo estaba el señor Darío antes de irse a la agencia?

Laura se queda pensativa unos momentos.

—Bien, como siempre.

Se lo piensa un poco más, y añade:

-Quizás un poco más contento que otras mañanas, tenía una especie de sonrisita que no se le iba con nada. Sí, hoy se levantó de un humor hermoso— constata.

—Ah, okey, gracias.

Esperaba que estuviera molesto por lo que pasó anoche. Tengo recuerdos un poco confusos de él decepcionado de mi borrachera, y más tarde… bueno, el beso. Ese beso que no debió suceder.

—Bien, iré a prepararte algo para desayunar, ya sabes que no puedes irte con la panza vacía.

La mujer se marcha del cuarto y me quedo sola con tantas cosas dándome vueltas que apenas puedo comprender. No puedo pensar en desayunar, cuando hay cosas más importantes dándome vueltas.

¿Qué demonios pasó anoche? ¿Por qué tomé tanto como para acabar besando a Darío? Sé que estaba ebria, y él… él sabía mi estado ¿Por qué permitió que lo besara? ¿Qué pensará de mi ahora? seguramente se creerá que soy una mujer fácil, que me estoy aprovechando, después de todo lo que hizo por mí y de decirle en más de una ocasión que no soy ese tipo de mujer que se acuesta con hombres por dinero; voy y lo beso… ¿Y dónde queda mi juicio? Se me fue al demonio, en el momento en el que acepté meterme en esto.

¿Qué necesitas? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora