Capítulo XI

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Narra Martha:

Tras pasar la tarde en el lago, los dos decidieron volver andando, para ir todos juntos. Yo accedí, pero estaba algo nerviosa porque ya se hacía de noche y conocía lo suficientemente bien mi bosque como para ser consciente de que la oscuridad le pertenecía a los lobos, no les gustaba ver a gente cuando el sol desaparecía, andando por allí. Aunque la mayoría, si nos les haces nada, se van corriendo, hay algunos que sí son peligrosos. Tampoco me debo fiar, porque, tras la muerte de mi padre, aprendí una cosa: Que los osos también se aventuran en este lugar de vez en cuando.

Martha: ¿Podéis daros algo más de prisa? El bosque de noche es peligroso -Aquiles relinchó a mi lado. Agus estaba a mi derecha, no paraba de observar el bosque.-

Agus: Me dan miedo los lobos.

Martha: Tranquilo, más miedo les damos nosotros, y en el caso de que nos hicieran algo, yo estoy preparada. -una sombra de inquietud cruzó mi rostro.- empieza a hacer frío ¿eh? -los dos vinieron a mi y me dieron un gran abrazo- oh, no hacía falta -y me reí.-

De repente se oyó algo en la espesura y unos ojos amarillos nos contemplaron desde un seto. Yo fui la única que lo advertí, inmediatamente, fui a la silla de montar de Aquiles y cogí una funda que estaba atada a ella. Los dos me miraron preocupados, sin saber que era lo que me había hecho reaccionar de ese modo.  
   
Martha: Poneros detrás mía -los chicos me miraron, interrogantes- ¡vamos! -asustados, me hicieron caso.-

Saqué de la funda un arco, de él cargué una flecha y apunté al seto, de el que ya salía un lobo gruñendo por lo bajo. Agus fue a gritar, pero yo le puse una mano en la boca.

Martha: No os mováis ni un centímetro, tampoco gritéis. Si muestra señales de lanzarse a nosotros, lo mataré, ya lo siento. -yo respiraba muy deprisa y, cada paso que daba el lobo, nosotros lo imitábamos hacia detrás.- vale, ahora alejaros todo lo que podáis. -los dos me hicieron caso y solo quedé yo, a tres metros del animal.-

El lobo se tensó, hizo movimiento de saltar, yo lo advertí, pero tarde. Cuando lancé la flecha, el animal se había lanzado sobre mí. Fallé el tiro. Yo caí al suelo. Noté como esa bestia me mordía en el antebrazo. Saqué una daga que siempre llevaba de mi bota y, con un solo golpe, se la clavé, haciendo que callese sobre el suelo, muerto. Un par de gotas de sudor calleron de mi frente. Yo respiraba copiosamente. Los chicos se acercaron a mi.

Agus: ¿Estas bien? -había un timbre de pánico en su voz. Los dos se arrodillaron a mi lado. Yo me agarré el mordisco con la otra mano. Notaba como la herida sangraba, también notaba un intenso dolor.-

Maxi: ¿Te ha mordido? -me preguntó muy preocupado. Se había dado cuenta de, como, bajo la manga de la camiseta, hilillos de sangre caían al suelo.-

Martha: Si -cerré los ojos. Dolía.- Pero no importa, bajaré al pueblo, los hombres que llevan la farmacia son también médicos.

Agus: No vas a ir sola, eso desde luego, mírate, te has llenado de tierra y estás cubierta de sudor.

Maxi: Yo le acompaño, vos vete a la casa. -En ese momento, Agus me remangó la manga de la camiseta y se vio una herida muy fea. Los colmillos habían ido lejos, había marcas de dientes y dos agujeros hondos en el lugar de los colmillos, estaba negra y sangraba mucho.-

Agus: Vale, ¿vos estas bien?

Martha: No del todo, pero puedo levantarme, lo que me duele es el brazo. -me incorporé y los dos también.-

Maxi: Vamos, sube al caballo, yo te acompañaré al pueblo.

Martha: ¿Y tú? -dije mirando a Agus-

Agus: iré a la casa.

Martha: Por el amor de dios, ten cuidado por favor. Toma, coger esto. -le tendí a Agus mi cuchillo, ahora manchado de sangre.- ve deprisa y sin pararte.

Maxi me urgió tirándome del brazo. Me levantó de la cintura y me subió en Aquiles, que relinchó, pero no se movió. Detrás de mí montó él. Pasó su mano izquierda por debajo de mi brazo dolorido, para ayudar a sujetar las riendas. Yo le sonreí e insté al caballo a andar. Miré preocupada a Agus y nos alejamos, en dirección al pueblo.

Las estrellas no son de campo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora