Capítulo XXVI

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Narra Martha:

Me fui a preparar mi sorpresa durante toda la tarde y, para que los chicos no me viesen, les mandé a hacer cosas como ordeñar, recoger las almendras que caían... y cosas del estilo.

Cayó la noche y, con ella, la luna. Estábamos todos dentro de casa desde hacía una hora y, para matar el tiempo, jugábamos a una versión del monopoly algo vieja, pero entretenida.

Agus: Este juego es eterno, ¿Cuando se acaba?

Martha: Pues, sinceramente, no tengo ni la mas remota idea, hacía muchisimo que no sacaba este juego.

Agus: ¿Y si lo dejamos ya? Tengo sueño.

Martha: Bueno, pues ve a dormir, nosotros disfrutaremos de mi sorpresa -le dije con una media sonrisa.-

Agus: Que curioso, de repente, se ha ido el sueño -yo me reí.-

Martha: Bueno, como yo también me empiezo a aburrir, creo que ya es hora de que empiece mi sorpresa.

Agus: ¡Por fin! ¿Que es?

Martha: lo primero que tenéis que hacer es vendaros los ojos, para que no podáis ver a donde os llevo. -les señalé unas vendas para los ojos que había dejado encima de una silla.- y si confiais en mí, eso no será ningún problema. -concluí con una sonrisa. Inmediatamente los dos se fueron a vendar los ojos. Cuando acabaron yo volví a hablar.-

Martha: Bien, como no quiero que os deis ninguna ostia contra un mueble, os vais a dar la mano y me seguireis. -se pusieron en fila, cogidos de la mano. El primero era Maxi.- Entonces, ¿Os fiais de mi?

Los dos: ¡Si! -le cogí la mano a Maxi, para guiarles. Disfruté de esa sensación. La mano de Maxi era cálida y reconfortante.-

Era muy cómico verlos manotear con la otra mano por todos lados para no darse contra nada y, cuando hacían eso, no podían evitar darse a algunos una torta. Agus se dio contra una pared, fue lo más gracioso del día.
Llegamos a la puerta que daba a la parte de atrás de mi casa y la pasamos. Noté como el aire fresco de la noche acariciaba mi rostro.

Maxi: ¿Estamos fuera?

Martha: Si.

Agus: ¿y los lobos?

Martha: Acá no nos pueden hacer nada. Quitaros las vendas. -hicieron lo dicho y vieron todo lo que yo había preparado.-

Estábamos fuera, en la parte de atrás. Los animales no podían pasar porque la valla nos protegía. Había colocado una mesa larga con un mantel blanco. Encima de esta, había tres boles, uno con patatas, otro con marisco y otro con ensalada. También había varios platos grandes con diversas cosas de comida: carne, patatas, pastelitos, tortilla... también había puesto cubiertos: tenedores, cuchillos, cucharas... y vasos, que estaban al lado de varias botellas: vodka, vino, whisky, ron y tequila como bebidas con alcohol y naranjada, limonada y coca-cola para mezclarlas. Había colgado un cartel grande que yo misma había hecho en el que ponía: MYA y había muchas velas esparcidas por el lugar, para poder iluminarnos.
Pero, lo que más llamó la atención, fue el Mercedes que estaba al fondo.

Maxi: Vaya... es... increible -dijo embobado.-

Agus: ¿Ese es mi coche?

Martha: Si, es que, veréis. Se que echais de menos la ciudad, los bares, la fiesta... todas esas cosas, por eso os he preparado una discoteca, por llamarlo de alguna forma. He puesto todo lo que se me ha ocurrido para que tenga el máximo parecido posible y, claro, ¿Que me faltaba? la música, ¿y de donde saco yo música en un sitio tan alejado del mundo? Por eso caí en la cuenta de que vuestro coche seguía alli, lo he empujado hasta aquí y, desde él, podemos poner música con los CD´s que teníais. Porque, lo que le falta a vuestro coche es gasolina, por eso no arranca, pero la batería la tiene bastante cargada y eso nos puede permitir encender el reproductor. Ya lo he probado. Bienvenidos a nuestra fiesta particular.
Me miraron los dos de hito en hito y, al momento, vinieron los dos a darme un abrazo. Pero no un abrazo cualquiera, era un abrazo con muchos sentimientos, muy cargado de cariño, de afecto, de muchas cosas, un abrazo como el que se dan los verdaderos amigos, un abrazo... que nadie nunca me había dado.

Las estrellas no son de campo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora