Las estrellas no son de campo

Capítulo XII

Narra Maxi:

Sinceramente me daba algo de miedo ir a caballo, y el viento que despeinaba mi pelo tampoco ayudaba. Ví la mano dolorida de Martha. No sé si le dolía, y si le dolía no dio muestras de ello en todo el viaje, aunque apretaba fuertemente los dientes. Con la mano buena sujetaba las riendas, yo le ayudaba con mi mano y entre los dos sujetábamos la cuerda atada a Aquiles.
Estaba nervioso, no podía evitarlo ¿Y si la chica perdía el brazo? Rezaba para que no fuese así.
Ella dirgía los pasos del caballo, llevándonos al pueblo. Nunca había estado allí dado que este era el segundo día que estábamos en el bosque, pero no se exactamente porque, estaba realmente preocupado por ella, como si la conociese de toda la vida. 
Finalmente, fuimos perdiendo velocidad y entramos en unas calles de piedra. Todo era una colina y se podían contar cuatro o cinco casas, más unos cuantos locales. Martha cerró fuertemente los ojos.

Martha: A la derecha, la segunda casa que veamos es la del médico -yo asentí.-

No estaba seguro de si podrían hacer mucho por ella ya que a un lugar tan pequeño no habrían destinado a alguien demasiado bueno, pero deseaba equivocarme.
Paramos ante una casa de piedra. Yo bajé de Aquiles y ayudé a Martha también. Fuimos a la entrada de la casa y llamamos con los nudillos a la puerta.
Un hombre en pijama nos abrió. Tenía un pelo negro en el que ya se empezaban a ver algunas canas, tenía un bigote no muy poblado y usaba gafas.

Médico: Oh, Martha, que agradable sorpresa -dijo mirando a la muchacha.-

Martha: Doctor Sanz, necesito urgencias. -le enseñó su maltrecho antebrazo.-

Médico: Oh, dios mío. Pasa, pasa. Te curaré -los dos pasamos a la casa. Martha se apoyaba en mi brazo.-

La casa era algo antigua y se notaba que el hombre vivía solo. Las paredes estaban llenas de cuadros. Nos llevó a una habitación donde tenía una camilla y muchas cosas de medicina, como una sala de hospital.

Médico: Sientate en la camilla Martha. -le indicó- Tú puedes sentarte aquí -dijo ofreciéndome una silla al lado de mi compañera.-

Maxi: Gracias -le dediqué una breve sonrisa. El doctor Sanz examinó el brazo de Martha-

Médico: Uy, esto pinta feo, pero lo podré arreglar. -trajo un cuenco con agua y varias gasas y comenzó a limpiarle la herida. Después le puso puntos con aguja e hilo, le untó una crema con un ligero color amarillo y le vendó el brazo.-

Médico: Bueno, ya está. Convendría que no forzases el brazo y lo utilizases lo menos posible, no vaya a ser que se te abran los puntos. -la cara de Miriam se veía más relajada.-

Martha: Muchas gracias Doctor Sanz, me ha salvado el brazo -le dedicó una radiante sonrisa y se levantó.-

Nos despedimos del médico y volvimos a montar. Yo volví a ayudar a Martha y también cogí las riendas con ella. Esta vez fuimos al paso.

Martha: ¿Te gusta el pueblo?

Maxi: Si, no está mal, pero yo no soy de pueblo.

Martha: Te acustambrarás. Oye, mañana podemos hacer una excursion hasta aquí todos.

Maxi: Ya has oído al hombre ese, no tienes que forzar el brazo.

Martha: Oh vamos gorrilla, una excursión no me va a matar y volveríamos antes de que anochezca.

Maxi: No sé. ¿Y si aparece otro lobo?

Martha: Me limitaré a matarlo sin esperar a que me ataque -se rió y yo sonreí.-

Maxi: Pues preguntaselo a los demás.

Martha: Vale. Jack, en cuanto lleguemos a los límites del bosque iremos a galope, corriendo. No quiero tentar a la suerte. -yo puse los ojos en blanco.-

Maxi: Maxi, me llamo Maxi, y no se te ocurra volver a equivocarte o...

Martha: ¿O qué? -dijo con una sonrisilla malévola.-

Maxi: Mmm... te tiraré del caballo.

Martha: No serás capaz.

Maxi: ¿Intentas provocarme?

Martha: Tal vez, se que no serías capaz -volvió a sonreir. Yo la cogí por la cintura y la eché hacia un lado. Ella gritó, pero no de miedo. Al instante la volví a colocar bien.-

Maxi: Solo era una broma.

Martha: Esta te la guardo -los dos reímos. Yo no quité mis brazos de su cintura.-