Capítulo XLIV

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Narra Martha:

Cuando salí de la cueva, los rayos de sol me dieron. Era muy agradable estar allí, hacía un día espectacular. Me quedé un momento con los ojos cerrados, dejando que la suave brisa de verano me acariciase el rostro.
Después me dirigí a casa, para cambiarme de ropa y empezar mis tareas diarias.  Me puse esto:

Hacía mucho calor así que cogí mi cesta de almendras y fui hacia allí, para estar a la sombra de los árboles

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Hacía mucho calor así que cogí mi cesta de almendras y fui hacia allí, para estar a la sombra de los árboles.
En ese rato, pensé en mis cosas. En demasiadas, quizá.
Dentro de diez días, los chicos se irían y volvería a estar yo sola. ¿Sería capaz de ser feliz después de su partida? Ellos sabían alegrarme el día y la sola idea de saber que se iban a marchar me resultaba verdaderamente aplastante. Sé que ellos dirán que vendrán a verme algún día. Pero yo sabía que no iba a ser así. Si eran tan famosos, estaba completamente segura de que su vida con los paparazzi, conciertos y esas cosas no les permitiría hacer ninguna escapada más. Estarían tan ocupados con esas cosas que tarde o temprano se olvidarían de mí. Pero... ¿Seré yo capaz de olvidarlos? Seguramente no. Estando sola aquí, tenía mucho tiempo para pensar, y obviamente, pensaría en ellos. En lo bien que nos lo pasábamos juntos, todas las chorradas, las peleas de agua y de cosas que no eran agua, las tardes en el lago, las veces que bajábamos al pueblo... Todas esas cosas sería dificilísimo olvidarlo, tal vez imposible. Por eso sabía que me iba a sentir muy sola cuando no estuvieran. Antes no me importaba, porque aún no los conocía. Pensaba que tenía una vida plena. Hasta que los conocí, en ese momento supe que había faltado algo durante toda mi vida: amigos. Y ahora que los iba a perder... supe que mis días iban a ser más aburridos que con esos chicos. Porque ahora conocía la amistad. Antes no, por eso no sabía lo que perdía. Pero ahora si que lo sé. Quiero a esos chicos en mi vida, los necesito. Pero es imposible. Yo no puedo abandonar mi bosque y ellos tampoco su vida de famosos. Es su sueño, y no voy a romperlo.
Perdida en mis ensoñaciones, seguí recogiendo almendras y depositándolas en mi cesta.

De repente, algo pequeño me golpeó la espalda. Me giré. Pero no vi nada. Me volvió a golpear en la espalda y me volví a girar.

Martha: ¡¡AHHH!! ¡Joder! ¡Que susto capullos! -pegué tal brinco que las almendras se cayeron y yo con ellas.- Ahora, ayudame a recoger, por tonto -Agus estaba que no cabía de risa. Riendo a carcajadas como nunca lo había visto.- ¿Tiene gracia o qué?

Agus: Muchísima, ni te imaginas cuanta -dijo sin parar de reír. Al final acabé yo riendo también.-

Martha: ¿Y Maxi? -pregunté.-

Agus: Está en casa, no le apetecía moverse del sofá, es re vago.

Martha: ¿Que haces tu aquí?

Agus: Yo he venido a buscarte. Lo siento, pero te tenía a huevo. -me mira- Sí, estabas tan indefensa y tan inocente... -volvió a reír. Yo me levanté y cogí la cesta del suelo.-

Martha: Ya me vengaré ya... ten paciencia.. - dije maliciosamente- venga, y ahora ayudame a coger otra vez las almendras, has hecho que se me caigan. -cuando paró de reir, me ayudó a recoger los frutos secos y nos dirigimos hacia la casa.- Nunca te cansaras de las bromas ¿Eh?

Agus: Estas cosas son el motivo más sano de la risa. Tenemos que seguir nuestros impulsos.

Martha: Y hoy has tenido el impulso de asustarme ¿No? -dije sonriendo.-

Agus: Exactamente.

Las estrellas no son de campo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora