Capítulo 04: Romeo y Julieta

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05 de agosto, 2018

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05 de agosto, 2018

No podía dormir...

Bostezo tras bostezo...

Y nada...

Me removía en mi cama como gusano, esperando que el sueño viniera a mí, y por última instancia traté de escuchar música relajante, pero ni eso me ayudaba a conciliar el sueño. Decidí coger el móvil de la mesita de noche, para revisar mis redes sociales. Me quedé viendo los posts e historias unos minutos, después decidí jugar Candy Crush, tenía que pasar de niveles a como dé lugar.

Pasé una hora y media jugando, ya eran un poco más de las dos de la madrugada.

Sin darme cuenta mis ojos se estaban cerrando, el sueño ya estaba haciendo acto de presencia, eso era bueno, porque si no en el instituto estaría durmiéndome sobre la carpeta. Estaba a punto de quedarme dormida, cuando los ruidos de unas piedras chocando contra la ventana me despertaron y alertaron.

Mis ojos se abrieron, pasaron unos segundos silenciosos, y nuevamente se escucharon los ruidos. Me levanté de la cama asustada, me puse mis pantuflas de Pikachú, y caminé temblorosa hacia la ventana. No observé nada y cuando estaba por abrirla, unas piedras chocaron contra el vidrio otra vez.

Abrí la ventana enojada, para ver hacia el jardín, y me estremecí al ver a un hombre alto de capucha con una botella de licor en su mano. Estaba murmurando una que otra palabra inteligible, por más que quise descifrarlo, no lo logré. Este hombre caminó murmurando por el jardín, estrellándose con las macetas de mamá, y entonces alzó su vista. Nuestras miradas hicieron contacto.

Maldito torpe.

¿Qué demonios hacía aquí?

—¡Chica nadadora! —me gritó.

Automáticamente llevé mi dedo índice a la boca, indicando que guardara silencio—Cállate, —le ordené en un susurro—y vete.

Se tambaleó en su sitio—¿Si no quiero irme? —replicó.

—Llamaré a mi papá, si no te vas. —lo amenacé.

—Ya, está bien, tú ganas—alza sus manos, en rendición.

Se volteó, dándome la espalda, pensé que se iría, sin embargo, volvió a girar, para observarme. Se quedó mirándome, ladeando su cabeza con una sonrisa en el rostro, de un lado a otro. Sus ojos los tenía adormilados, el cabello castaño desordenado, y podría jurar que él estuvo bebiendo desde temprano, porque el cansancio en su rostro era visible. Siguió sosteniendo su mirada hacia mi dirección, hasta intimidarme por completo.

—¿Tengo algo en mi cara? —inquirí, un poco arrogante.

A pesar de tener una polera, temblaba ligeramente de frío—Sí—contestó y luego bebió un sorbo de su botella.

—¿Puedo saber qué es lo que tengo? —me apoyé sobre el marco de la ventana, exhalando.

Con su dedo comenzó a señalar. —Tienes ojos, nariz —se quedó pensando, y después volvió a señalar—, también unas cejas... muy bonitas, por cierto.

Susurros de amor © [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora