Capítulo 11: El juego de las escondidas

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08 de setiembre, 2018

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08 de setiembre, 2018

—¡Maldita sea! —exclamó Bella al perder por enésima vez.

Toda la tarde nos dedicamos a jugar Mario Bros en mi Play Station y pudimos notar que Bella no es buena en este tipo de juegos, aunque tampoco le pone ganas para aprender lo que le enseñamos por horas. Hans, Dainan y yo le ganamos en casi todas las partidas. Se supone que ella solo debe pasar un nivel, pero siempre se termina cayendo de una torre o una planta carnívora termina comiéndosela.

—Es fácil, no entiendo porque sigues perdiendo—ríe Dainan.

Yo bebo un poco de Coca-Cola, observándolos.

—A la mierda, jueguen ustedes, yo me rindo—lanza el mando a un lado del sofá, y entrelaza sus brazos, enfurecida.

—No te rindas, el juego es fácil, si quieres te enseño—opina Dainan, tratando de reanimarla.

Va a su sitio para revolver su cabello de una manera divertida, ella solo lo mira desafiante. Los días han pasado casi volando, aún recuerdo el día que Bella pensó en cambiar a Hans por Dainan, pero ahora ella afirma que no es su tipo y que jamás cambiaría al amor de su vida por un hombre que solo sabe sonreír de manera espeluznante. Según ella, hasta en las sonrisas tenemos conexión.

—No me jodas Dainan, creo que no sabes que cuando me enfado, me convierto en un monstruo.

—Tiene razón—dice Hans—se convierte en un monstruo tenebroso, así que no te metas con ella.

—¿Cómo qué monstruo? —agregó Dainan, metiéndole más candela a la situación.

Hans la observa de reojo—Me recuerda a ese monstruo que parece un calamar gigante de tentáculos largos—se rasca la cabeza—no recuerdo su nombre, lo único que conozco de él por los mitos, es que engullía barcos marinos.

—¡Ahhh!, ¿Hablas del Kraken? —intervine emocionada.

—¡SÍ, ESE! —exclamó Hans en un grito.

Bella gira su cabeza como el exorcista hacia mi dirección, maldiciéndome con la mirada—¿Tú también, Aurora? —refunfuña entre dientes.

—Lo siento, lo siento—me acerco a ella y le doy un beso—Ya chicos basta, dejen de molestarla.

Dejamos a un lado el molestarla, para sentarnos en el comedor y degustar de los sándwiches de jamón con queso mozzarella que trajo Dainan. Al probar el sándwich, no pude evitar soltar un chillido de felicidad, porque sentí el kétchup en mi paladar. No sé quién le haya dicho que esa es mi salsa favorita, pero qué gran idea la de habérsela echado al jamón.

—¿Por qué el sándwich de Aurora tiene Kétchup? ¿Acaso tiene corona? —dijo Hans, observando triste su pan, la cual no tenía ni una salsa—¿Y dónde está la mostaza de mi jamón?

Susurros de amor © [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora