Capítulo 19: ¿Garrita de gato?

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Ha pasado exactamente hora y media, desde que llegamos al monte. Dainan está junto a mí, con nuestras manos entrelazadas, a la vez que nos compartimos calor. Es increíble cuando estás con una persona en silencio, no hay preguntas tampoco conversaciones que provocan incomodidades, solo existe paz. Una paz abrazadora que me hace extremadamente feliz. Dainan Beresford me gusta, me gusta hasta el punto que le provoca a mi corazón diez mil latidos por hora. No sé nada de física ni de matemáticas, pero sí sé que mi corazón al ver a Dainan late como un desenfrenado.

Estamos echados en la arena, observando las estrellas que iluminan la ciudad entera.

—Mira esa nube—indica Dainan, señalándome el cielo.

Una nube gris, se mueve lentamente hacia la luna, para luego cubrirla, después se acercan dos más tapando la hermosa y tintineante luz de las estrellas. En mi cabeza algo hace clic. Dainan y yo giramos nuestros rostros para mirarnos con diversión, como si estuviéramos en sincronización.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —le pregunto con una sonrisa.

—Si hemos girado al mismo tiempo, me supongo que sí.

—Nubes grises, no hay estrellas ni luna, ¿sabes qué significa eso?

Mi emoción es evidente, él logra captar mis palabras al instante.

—Sí.

—¿Lo decimos al mismo tiempo? —él afirma con su cabeza.

—1 —enumero yo primero.

—2 —él prosigue.

—Y 3 —finalizo.

—¡Va llover! —gritamos juntos, después solo reímos fuerte, unas risas de verdad, con ganas, de las que te hacen llorar y la boca se te abre tanto que te coge un dolor de treinta segundos en el estómago. Siento que en mi pecho no cabe tanta felicidad. Estar con él solo hace de mi vida la más perfecta compañía.

Estuve a punto de hablar cuando un trueno se escuchó en el cielo, después relámpagos. Por mi mente pasó el irnos de aquí ahora mismo, pero también pasó algo que me pareció mejor idea que salir acobardados por unas cuantas gotas de lluvia.

—Aurora, échate.

—¿No quieres irte? —le pregunto con impresión, porque yo pensaba decirle justamente que se eche a mi lado.

—¿Estás loca? —se ríe—Va llover, y yo amo la lluvia, ¿o tú...

Antes de que suponga algo, lo interrumpo—Por Dios, la lluvia es lo que más amo con mi vida.

Unas gotas me caen en las manos, también a él, nos quedamos mirando unos segundos aun con nuestras manos entrelazadas. Inconscientemente sonrío con un leve calor subiendo por mis mejillas. Más gotas caen, pero esta vez en mi cuerpo, también en mi cabeza, empezó garuando, y ahora solo es una intensificada lluvia.

Susurros de amor © [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora