capitulo 57

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Naruto jadeo y cayó cayó de bruces, vomitando una gran cantidad de sangre.

Su vista estaba borrosa. La cabeza le daba vueltas sin parar, y se sentía como si el suelo en que yacía fuera la cubierta de un
barco. Estaba esforzandose para no desmayarse. El horror sufrido y el agotamiento lo mantenían pegado al
suelo, respirando con dificultad, aguardando a que alguien hiciera algo... a
que algo sucediera... Notaba un dolor vago e incesante en la cicatriz de la frente.

El estrépito lo ensordeció y lo dejó más confundido: había voces por todas partes, pisadas, gritos... Permaneció donde estaba, con el rostro contraído, como si fuera una pesadilla que pasaría... Un par de manos lo agarraron con fuerza y lo volvieron boca arriba.

—¡Naruto!, ¡Naruto!

Abrió los ojos. Miraba al techo, Albus Dumbledore y Erina Uzumaki se encontraban a su lado, agachados.

Los rodeaban las sombras oscuras de una densa multitud de personas que se empujaban en el intento de acercarse más. Naruto notó que el suelo, bajo su cabeza, retumbaba con los pasos.

Había regresado a Hogwarts, a la torre de Gryffindor. Naruto todavia sostenia a Cedric aún con fuerza. Levantó la
mano que le quedaba libre y cogió la muñeca de Dumbledore, cuyo rostro se
desenfocaba por momentos.

—Voldemort... ha vuelto—le susurro con esfuerzo —. Ha vuelto...

—¿Qué ocurre? ¿Qué ha sucedido?

El rostro de Cornelius Fudge apareció sobre Naruto vuelto del revés. Parecía blanco y consternado.

—¡Dios... Dios mío, Diggory! —exclamó—. ¡Está muerto, Dumbledore!

Aquellas palabras se reprodujeron, y las sombras que los rodeaban se las repetían a los de atrás, y luego otros las gritaron, las chillaron en la noche: «¡Está muerto!», «¡Está muerto!», «¡Cedric Diggory está muerto!».

—Suéltalo, Naruto —oyó que le decía la voz de Erina con cierto tono de desesperación, y notó dedos que intentaban separarlo del cuerpo sin vida de Cedric, pero Naruto no lo soltó.

Entonces se acercó el rostro de Erina, que seguía borroso.

—Ya no puedes hacer nada por él. Todo acabó. Suéltalo.

—Q-quería que lo trajera —musitó Naruto: le parecía importante explicarlo—.
Quería que lo trajera con sus padres...

—De acuerdo, Naruto... Ahora suéltalo, por favor. Tengo que tratarte urgentemente, tus reservas de chakra están rozando lo crítico.

Erina se inclinó y puso a Naruto de pie. Naruto se tambaleó. Le iba a estallar la cabeza. Alrededor de ellos, la multitud daba empujones, intentando acercarse, apretando contra él sus oscuras siluetas.

—¿Qué ha sucedido? ¿Qué le ocurre? ¡Diggory está muerto!

—¡Tendrán que llevarlo a la enfermería! —dijo Fudge en voz alta—. Está enfermo, está herido... Dumbledore, los padres de Diggory están aquí, en las gradas...

—Yo llevaré a Naruto, profesor Dumbledore, yo lo llevaré...

—No, señorita Erina, yo preferiría...

—Amos Diggory viene corriendo, Dumbledore. Viene para acá... ¿No crees
que tendrías que decirle, antes de que vea...?

—Quédate aquí, Naruto.

Había chicas que gritaban y lloraban. La escena vaciló ante los ojos de Naruto...

—Ya ha pasado, hijo, vamos... Te llevaré a la enfermería.

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