capitulo 54

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Se abrió la puerta del despacho.

—Hola, Potter, Namikaze —dijo Moody—. Entra.

Naruto y Harry entraron.

Ya en otra ocasión Naruto había estado en el despacho de Dumbledore: se trataba de una habitación circular, muy bonita, decorada con una hilera de retratos de anteriores directores de Hogwarts de ambos sexos, todos los cuales estaban profundamente dormidos. El pecho se les inflaba y desinflaba al respirar.

Cornelius Fudge se hallaba junto al escritorio de Dumbledore, con sus habituales sombrero hongo de color verde lima y capa a rayas.

—¡Naruto! —dijo Fudge jovialmente, adelantándose un poco—. ¿Cómo estás?

—Bien...

—Precisamente estábamos hablando de la noche en que apareció el señor Crouch en los terrenos —explicó Fudge—. Fuiste tú quien se lo encontró, ¿verdad?

—Sí —contestó Naruto. Luego, pensando que no había razón para fingir que no había oído nada de lo dicho, añadió:—Pero no vi a Madame Máxime por allí, y no le habría sido fácil ocultarse

Con ojos risueños, Dumbledore le sonrió a espaldas de Fudge.

—Sí, bien —dijo Fudge embarazado—. Estábamos a punto de bajar a dar un pequeño paseo, Naruto. Si nos perdonas... Tal vez sería mejor que volvieras a clase— Fudge mito a Harry— ¡Oh, Harry! ¡no me había fijado que estabas aquí! ¿Como te encuentras?

—bien, señor Fudge—dijo Harry con algo de nervios

—queremos hablar con usted, profesor —interrumpió Naruto mirando a Dumbledore, quien le dirigió una mirada rápida e inquisitiva.

—Espérenme aquí —les indicó—. Nuestro examen de los terrenos no se prolongará demasiado.

Salieron en silencio y cerraron la puerta. Al cabo de un minuto más o menos dejaron de oírse, procedentes del corredor de abajo, los secos golpes de la pata de palo de Moody. Naruto miró a su alrededor.

—Hola, Fawkes —saludó.

Fawkes, el fénix del profesor Dumbledore, estaba posado en su percha de oro, al lado de la puerta. Era del tamaño de un cisne, con un magnifico plumaje dorado y escarlata. Lo saludó agitando en el aire su larga cola y mirándolo con ojos entornados y tiernos.

Harry se sentó en una silla delante del escritorio de Dumbledore, Naruto, en cambio, se apoyo en la pared.

Durante varios minutos se quedó allí, con  templando a los antiguos directores del colegio, que resoplaban en sus retratos, mientras pensaba en lo que acababa de oír y se pasaba distraídamente los dedos por la cicatriz: ya no le dolía.

Se sentía mucho más tranquilo hallándose en el despacho de Dumbledore y sabiendo que no tardaría en hablar con él de su sueño.

—Harry—llamó Naruto—. ¿Qué viste en tu sueño?

—vi a Voldemort, a Colagusano, una serpiente y... una mujer de pelo rojo. Hablaban del error de Colagusano, de cómo lo habían solucionado. Voldemort le dijo que ya no sería alimento para la serpiente, sino que lo serías tú...


Los ojos de Naruto se ensombrecieron. Le preocupaba mucho que Harry haya visto a alguien que el no, y que tuviera la descripción de la mujer que lo tenía preocupado desde hace semanas.


Naruto volvió su vista a la pared tras el escritorio: el sombrero seleccionador, remendado y andrajoso, descansaba en un estante. Junto a él había una urna de cristal que contenía una magnífica espada de plata con grandes rubíes incrustados en la empuñadura; naruto la reconoció como la espada que él mismo había sacado del Sombrero Seleccionador cuando se hallaba en segundo. Aquélla era la espada de Godric Gryffindor, el fundador de la casa a la que pertenecía Harry y él pertenecían.

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