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Caminábamos por los anchos pasillos que dejaban los puestos de comida, haciendo así que el olor de comida llegará a mi estómago, la pizza, las papas fritas, las palomitas; tan solo pensarlo me hacía salvar.

Harry estaba a lado mío con la vista perdida entre varios puestos.

Pose mi brazo sobre su hombro, esa era una de las pocas ventajas que se tenía al ser alto: recargarse en tus amigos.

–¿Qué? – le dije cuándo vi la forma en la que me miraba.

–¿Cuándo le dirás a Karina?

Con qué eso era. Aquel a pregunta me hizo mirar de nuevo hacia enfrente, dejándome ver cómo Karina y Alex estaba frente a un puesto de tiro de dardos, no me había percatado que ahora habíamos llegado a quella sección.

Mire a Karina, distraída tirando aquellos dardos en busca de ganar un premio, su risa, su forma de ser, al parecer siempre me han dejado cegado por ella.

–Tengo pensado decirle hoy– contesté.

Al ver cómo Karina voltea a su rostro hacia nuestra dirección y como el cobarde que soy mire hacia otro lado tratando de evitar aquella mirada café.

Mire a mi alrededor, se veían aquellos juegos mecánicos de alta adrenalina. La montaña rusa, y a unos cuantos metros más, un juego tranquilo, la rueda de la fortuna.

Miré lo más alto, ahí, mirando la feria desde aquel punto es donde me gustaría el decirle a Karina que me gusta, decirle que estuve así desde aquel día en el que sin querer comencé a molestarla.

Por qué claro, como un idiota, no supe cómo llamar su atención a inicios. Ahora, sólo pensar aquellos días me hacen avergonzarme de mi inmadurez.

–Harry– escuché decir a Alex mientras se posiciona a a lado de él –, vamos a los juegos.

Lo tomó del brazo y lo jaló sin darle oportunidad a que el dijera algo; en medio de ser jalado me volteo a ver y yo solo pude levantar un pulgar en su dirección haciendo que de él saliera una sonrisa.

–Que rápido crecen– dijo Karina, la miré, un poco del sol del atardecer caía en sus ojos mostrándose ahora con un poco más de claridad.

–Vamos con ellos– le dije son tener en claro mis ideas.

–Déjalos – me tomo de la mano antes de que avanzará más –, necesitan su espacio, nosotros vamos por nuestro lado.

Lo único que hice fue asentir y dejarme arrastras alegremente por Karina.

Mis pasos seguían los suyo, sin tener en cuenta a quella atracciones que pasábamos. Se detuvo en una.

Mire hacia enfrente percatandome de aquella monstruosidad que se posaba frente a nosotros.

No quería subir, daba vueltas, tenía muchos metros de alto, y probablemente podría terminar vomitado.

–Subamos– una alegre sonrisa asomo por sus labios y me jalo hacia la atracción en la cual, habían personas apenas subiendo.

Me puse rígido en mi lugar, no quería subir.

–Vamos– me tomo con su otra mano y me jaló de nuevo poniendo un poco más de fuerza, aun así, yo continúe en mi lugar –, ¿Kyle?

Negué.

–Bien, yo subiré sola– dijo y me soltó para ir a subirse rápidamente.

Él señor que controlaba aquella máquina, pasó junto a ella, le aseguró su asiento y ella pagó.

Mientras el señor iba a asegurar los demás asientos vi como ella comenzaba a entablar conversación con un chico a su izquierda.

Mire al chico y mi incapacidad de reconocer personas no ayudo, después de unos minutos que mi cerebro conectó a mi vista logre reconocer a la persona.

Era David.

Una rabia me inundó por dentro.

¿Qué hacía él aquí?

¿Cómo?

¿En qué momento?

* * *

No podía, no debí, pero no es hora de arrepentirse, era esto o perderla.

Mi Ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora