CAPÍTULO 5

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¡Maldición! Al parecer Simon no bromeaba con lo de levantarse temprano.

Tan pronto como los primeros rayos de la mañana me habían pegado directamente en los ojos –tendría que recordarme, después, cerrar la ventana, tomé mis cosas y me dirigí a paso lento hacia las duchas, pero había descubierto que estaban repletas. Tuve que esperar un rato antes que una de ellas estuviera libre. Prácticamente corrí hacia allí, ganándole por poco a un chico de cabello castaño claro, quién me fulminó con sus ojos verde azulado. Dejé mis pantuflas en una base alta, puesta estratégicamente para qué mis cosas no se mojaran y dejé caer el agua tibia sobre mis hombros. Me bañé rápidamente y de igual forma corrí hacia mi habitación para ponerme el uniforme. No podía perder tiempo. El día anterior ya había tenido problemas con un maestro y ahora descubría que mi primera clase, literatura, la vería con el director.

Tuve un gran problema a la hora de atar mi corbata, odiaba utilizar esas cosas, me hacían sentir como si estuviera poniéndome un collar de perro, pero una vez logré que se viera medianamente decente, tomé una de las libretas, el libro de poesía correspondiente y corrí por los pasillos que ahora se encontraban casi vacíos.

Me perdí varias veces antes de llegar al aula.

Lo más prudente era abrir la puerta con delicadeza y entrar intentando no hacerme notar, que nadie se diera cuenta que estaba llegando tarde; por supuesto eso no sucedió. Con mis prisas abrí la puerta de golpe, provocando un gran escándalo; todos los presentes, incluyendo mi director, me miraron asombrados. Me sonrojé completamente mientras entraba con lentitud en el lugar; Jem me lanzó una tierna mirada de comprensión.

-Llegas tarde Magnus.

-Sí, lo sé, es que me he perdido, tenías razón, este lugar es gigantesco.

-Tendrás que acostumbrarte, y por favor, intenta que no vuelva a pasar.

-O por lo menos no te hagas notar tanto –habló un alumno.

Dirigí mi mirada hacia él y fruncí el ceño.

El chico era bellísimo, por supuesto que sí. Su cabello era casi dorado y sus ojos eran color pardo, su piel estaba perfectamente bronceada y tenía una sonrisa egocéntrica instalada en los labios. Sus ágiles manos, tan bellas como las de todos los estudiantes que había visto hasta el momento, jugueteaban con un bolígrafo. Su uniforme se veía perfecto en él. Era hermoso... y aun así lo fulminé con la mirada.

Quise responderle, pero ahora Jem me miraba con impaciencia.

- ¿Crees que puedas encontrar el asiento? –Me preguntó con suavidad y yo asentí.

-Sí, sí, por supuesto –musité con un hilito de voz antes de dirigirme hacia uno de los asientos desocupados.

Había descubierto que el director organizaba las mesas para que formaran un medio círculo. Me senté enfurruñado y bajé mi cabeza hacia el libro que había puesto en la mesa.

-Bueno Magnus, para ponerte en contexto... –empezó Jem–. Estábamos a punto de leer un poema de John Keats, página 203, ¿trajiste el texto de poemas que te dejé en la biblioteca de tu habitación? –Asentí sorprendiéndome de que compartiera aquella información delante todos los alumnos, ¿es que hacía eso con todos? Era poco probable. Abrí mi texto y miré allí el poema, "esta mano viviente" decía–. ¿Crees que puedas leerlo? –Preguntó Jem y yo me límite a asentir–. Perfecto, ponte en pie y lee en voz alta, por favor.

Nuevamente asentí y seguí sus órdenes.

Esta mano viviente, ahora tibia y capaz

De agarrar firmemente, si estuviera fría

You're my gravity (MALEC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora