Soltar...

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El viento fresco de la noche despeina sutilmente mi cabello mientras su suave caricia besa mi rostro y mis ojos contemplan lejanos las luces de los faroles de la calle, disfruto el momento con un cigarro en la mano desde mi balcón, la taza de café se ha enfriado pero no me importa porque no quiero moverme, no quiero que ni el más mínimo ladrón detalle robe este sentimiento.

Entre las penumbras de mi soledad caigo en cuenta que no siento miedo, ni ansiedad, ni tristeza y aunque parezca incongruente, ni la melancolía me acompaña esta noche, solo me dejo llevar por el cielo nublado que a pesar de su oleaje de nubes, de vez en cuando se abre pare dejar ver una que otra estrella, la calma me penetra y el silencio de mi interior ha desaparecido mis pensamientos, solo soy el letargo de una respiración que se mueve con el aire, con la briza, me vuelvo una con la ciudad que duerme bajo mis pies y dejo salir mi vulnerabilidad con reticencia, me produce miedo liberarla, mi hermetismo es la única defensa ente el dolor, han sido tantos años y tantas veces las que me he mantenido fuerte que siento la angustia atenazar mi garganta cada vez que me abro a ella, aunque no estoy segura y decidida, algo dentro de mí me empuja para soltar mis rencores, cierro los ojos con fuerza y trago saliva temerosa, pese a todos mis deseos, creo que ya es momento de hacer las paces conmigo misma y perdonar.
La piel se me eriza desde la nuca hasta las piernas, un frio interior me hela las entrañas y me aferro con fuerza al barandal, tengo miedo de derrumbarme y más aun de no saber cómo continuar, me debato entre esa insistencia dentro de mí, antes desconocida, que me impulsa a confiar y el nudo en la garganta me hiere, estoy tan cansada de resistir que no puedo más, me rindo y dejo salir mis pensamientos.

Necesito perdonar, perdonarme, perdonarlo y perdonar al creador de todo este universo y más allá de él, aún me duele el que no haya hecho nada para impedir mi dolorosa condena, pero me doy cuenta que lejos de toda la ira y el rencor, necesito hacer las paces porque pese a mi negación siempre ha estado aquí, acompañándome en silencio aún cuando miles de veces lo odié y le negué el permiso de consolarme. Estaba tan destrozada que no había cabida en mí para él, el dolor había construido muros impenetrables que solo albergaban y daban cabida a la destrucción, doy una profunda calada a mi cigarrillo y con un suspiro derramo una lágrima

-lo lamento...

Cierro los ojos, me es imposible continuar hablando sin que las lágrimas me obliguen a no mirar, hago un esfuerzo que quema mi garganta por detener el llanto y con total aceptación de su presencia me derrumbo y un caudal se desata dentro de mí

-lo lamento tanto, te culpé de su muerte y me dolió que no hicieras nada para impedir que sucediera, lamento tanto el haberte odiado y más aún el no querer saber nada de ti, me dolió mucho y te hice responsable de ese dolor...lo lamento – susurro entre sollozos

No puedo parar de llorar porque una puerta de mi se ha abierto y ha sido tanto lo que la estaba forzando para detenerla que no puedo contener este caudal y lloro, lloro tanto que mi respiración se vuelve un lamento abatido, me tiemblan las manos y las piernas me falsean por la fuerza descomunal que me producen las lágrimas desbordadas, siento que todas las murallas dentro de mi colisionan y poco a poco a medida que el llanto va cediendo siento el corazón más liviano, me siento perdonar

-lo lamento

Vuelvo a susurrar y de una forma inexplicable, un quedo murmullo rompe el silencio mientras el aire sopla con más ímpetu he intensidad que me dice

-yo también

Sé que es él, no soy para nada creyente de las historias que se cuentan para manipular a la gente ni mucho menos espiritual, pero no puedo negar que algo dentro de mí me hace creer y confiar, no puedo explicar qué es lo que está pasando, es tan irreal como irracional, pero mi corazón conoce algo antes invisible para mí y me asegura que todo está bien, siento un calor tenue que me abraza y me consuela, sin saber cómo, su presencia trae consigo perdón y paz.

CUANDO ARDE LA LLUVIA...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora