Arde el viento...

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Entre coqueteos y planes inciertos llegamos a mi casa, él decide pasar la noche conmigo y antes de entrar a la alcoba a destender las sabanas nos tomamos un café en el balcón. Son las 12:05 la noche esta despejada pero la brisa sopla anhelantemente, la luna brilla con destellos refulgentes y alumbra cada rincón de la calle, los tenues faroles embellecen el panorama mientras le dan el toque exacto de melancolía, Alejandro me arropa entre sus brazos y mi espalda está pegada a su pecho, siento su respiración, la taza de café calienta mis manos y la sensación que me produce es relajante, el silencio nos envuelve y nos dejamos llevar por el irrepetible momento, besa mi oreja y su barba de candado me produce cosquillas, pero luego de unos instantes pregunta con curiosidad

-¿quién es Daniel?

Siento un escalofrió que me recorre la piel y la ansiedad hace su morada en mi pecho, amenazando con invadirme hasta hacerme perder el movimiento, mis manos se entumen y de la nada, un frio me estremece hasta hacerme soltar la taza de café, me inclino intentando recoger los fragmentos que han salido volando y las astillas me cortan la piel de las manos, pero no siento dolor, solo el vacío que me produce su pregunta impregnando el aire, se inclina para ayudarme a levantar los pedazos de taza y cuando ve las heridas sangrantes de mis manos su rostro revela angustia e impotencia, me levanta rápidamente para limpiar con su camisa la sangre que corre de mis dedos, las heridas no son profundas pero el palpitar tan fuerte de mi corazón hace que mis venas se dilaten y fluya más sangre de lo normal, todo parece acontecer en cámara lenta aunque por los gestos de Alejandro sé que la vida va más de prisa de lo que siento y por un momento solo escucho silencio como si solo fuera un lejano espectador, pero la tensión en su voz me hace regresar al presente

-esto no está bien – murmura y percibo la angustia que le atenaza la voz

El asombro y el miedo me traicionan con una reacción desmesurada y la aprensión tan familiar al intentar hablar de ello me llena de amargura, el corazón me duele pero mi cordura me consuela repitiéndome –"está bien, todo está bien, dijimos que se lo contaríamos" – me había propuesto no hablar más de ello pero él merece una explicación a mi reacción tan descontrolada

-vamos adentro necesito lavarte

-no, estoy bien quiero hablarte de ello

-no es necesario – responde con mirada preocupada, sosteniendo mis manos

-sí, lo es – digo determinada a decirle la verdad

La duda se desvanece al tiempo que contemplo la posibilidad de cómo decírselo, lo quiero y no me gustan los secretos, no los que hacen daño he intentan desbaratar todo a su paso

-te he prometido contarte una historia y ha llegado el momento – murmuro inquieta pero segura a hablarle de ello

Su expresión es precavida y estoy segura de que sabe que estoy a punto de confesarle algo desagradable, asiente levemente y hecha los hombros para atrás, preparándose para aguantar el peso de mi confesión, sin soltarme las manos y haciendo presión con su camisa me escucha

-Daniel fue un hombre con el que me iba a casar – confieso en voz baja, sus ojos se abren por la sorpresa de mi revelación pero no se aparta de mí y tampoco me suelta – pero está muerto, fue hace mucho tiempo, él me dejo cuando se enteró de que tenía cáncer y todas mis ilusiones y mi amor colapsaron, él me aparto de su vida para protegerme pero me negó el derecho de acompañarlo en sus últimos alientos y la rabia invadió cada fibra de mi ser, yo no supe nada de lo que había sucedido hasta que estaba muerto, su madre me busco para darme una explicación pero lejos de traerme consuelo, me destruyó, por eso jamás he vuelto a tener una relación, yo...

CUANDO ARDE LA LLUVIA...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora