Capítulo Trigésimo Sexto

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Helery

- Así que tú eres Shania - Susurró acercando su rostro a mí - Eres más hermosa de lo que pensé.

- Mi nombre es Helery señora - Musité para luego tomar fuerzas y salir corriendo.

La noche se había vuelto más oscura, la Luna había dejado de brillar con la intensidad de hace unos segundos, pareciera que entre más corría menos me alejaba de esa mujer la cual se reía haciéndome estremecer por completo. En un movimiento mal hecho caí al suelo golpeando mi pie con una raíz salida de la nada, gemí de dolor al instante sintiendo el dolor inefable, tragué duro al sentir una mano fría en mi cuello evitando que el oxígeno llegara a mis pulmones.

Sentí como mi cuerpo se iba levantando poco a poco haciendo que mis pies dejarán de tocar el suelo, con ambas manos traté de quitar su mano de mi cuello pero fue inútil, tenía la fuerza de un hombre apesar de tan solo ser una señora de gran edad; Sus uñas se iban enterrando en mi cuello causandome un gran dolor y daño, las lágrimas que yacían en mi alma no demoraron en salir por mis ojos suplicantes y casi cerrados.

- Es una lástima que tu fin llegue tan pronto - Acarició un mechón de mi cabello con su mano libre -. Debiste alejarte de Lecuim y no arruinar mis planes.

- Suel... Suelteme por favor - Dije con titubeos sintiendo la sangre corregir por mis labios.

- ¿Lista para morir? - Cuestionó poniendo su mano libre a unos metros de mi cara.

Creía que ese iba a hacer mi fin, la sangre que salía de mi boca y nariz hacía más difícil mi respiración, el viento soplaba con fuerza cuando ella movió su mano para golpear mi cabeza y acabar con mi vida, cerré los ojos pero el golpe nunca llegó. Una luz demasiado brillante chocó contra mis párpados haciendo que abriera mis ojos por completo; Mi boca se abrió tanto que sentía que mi mandíbula se iba a zafar e iba a caer al suelo.

Sus ojos azules estaban brillantes y transmitían confianza y esperanza, algunos mechones blancos caían por su frente tapando un poco sus ojos, pareciera que éste hubiera crecido más cayendo a sus hombros totalmente lacio. Lecuim sostenía la mano de la vieja con fuerza logrando que alguna de sus venas se brotaran, su piel era más pálida que de costumbre y lo rodeaba un áurea igual o más brillante que la Luna; Lecuim parecía un Dios griego aunque eso sonara demasiado exagerado, ese chico era perfecto.

- Creo que el fin le ha llegado a otra persona, maldita bruja - Dijo entre dientes volviendo su mirada más penetrante.

- No es posible - Masculló soltandome de la nada. Estaba tan débil que de inmediato caí al suelo.

- Lecuim...

Candy Cat (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora